Verdad, compromiso, fuerza, contundencia, lucha…
Mariano Sánchez Soler (Alicante,1954) recuerda con mucho cariño que su primer poema fue la letra de una canción. Cuando cursaba COU escribió varias canciones para un grupo de folk del instituto, que luego recibió un premio. Su gran afición al cine, a la lectura y a la música fue el caldo de cultivo para que, un niño de barrio obrero como él, decidiera dedicarse a la escritura. Y así lo hizo. Se marchó a Madrid y comenzó a estudiar mientras trabajaba en el sector de la construcción para poder pagarse la carrera.
Mariano es escritor, periodista y profesor universitario. Doctor por la Universidad Alicante. Se licenció en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Es autor de los poemarios “Walking Blues” (1978), “Almar” (Premio de la Alcudia, 1978) “La ciudad flotante” (Premio Álvaro Iglesias, 1983), “ La ciudad sumergida en el mar”(1992), “Fuera de lugar” (2001), “Desprendimiento” (2015) y “Lagrimas de sombra” (2018). En novela ha publicado “Carne fresca” (1988), “Festín de tiburones” (1990), “Alacant blues” (1994), “Lejos de Orán” (2003), “La brújula de Ceilán” (2007), “Para matar” (2008), “Nuestra propia sangre” (Premio Francisco García Pavón de Narrativa Policiaca, 2009), “El asesinato de los marqueses de Urbina” (Premio Internacional de Novela Negra L´H Confidencial, 2013), “El pintor ciego” (2018) y “Cuarteto de Alacant” (2018). Estudioso de la transición española y el franquismo, ha publicado entre otros ensayos “Los Hijos del 20-N” (1993), “Descenso a los fascismos” (1998), “Ricos por la patria” (Premio Internacional de Literatura de No Ficción Rodolfo Walsh, 2002), ”Los Franco, S.A.” (2003), “Los banqueros de Franco” (2005), “La Transición sangrienta” (2010-2018). Con “Anatomía del Crimen” (2011) obtuvo el Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana en 2012, en la modalidad de ensayo.
Al acercarnos a la obra poética de Mariano Sánchez Soler en lo primero que reparamos es en su origen contracultural. Sin renunciar a la métrica y la rima, las prisas, el ruido e incluso la violencia se ensamblan para hacernos tomar conciencia de la fragilidad del ser humano. Así, lejos de ser una poesía panfletaria, la verdad, el compromiso social y la propia ideología llenan cada uno de sus versos. Con “Walking Blues” (1978), este aspecto quedó demostrado: la crítica lo catalogó de punk. “Yo vivía en Madrid. Debía ser un poco anti-sistema. Mis influencias eran la canción protesta, el rock & roll…Lo publiqué con La Banda de Moebius, una editorial underground que mucha gente considera legendaria. Yo tuve la suerte de publicar con ellos y lo hice con total libertad.”
En sus poemas, a través de la fuerza, la sonoridad de las palabras, las metáforas y los símbolos, nos adentramos en la ciudad como territorio de combate, de hierro y asfalto; un universo de injusticias y diferencias sociales que hacen necesaria la lucha por ser uno mismo en un ambiente hostil. Además, el concepto de viaje se suma para remarcar esa necesidad de seguir adelante y buscar el propio recorrido vital.”Mis libros están escritos en la ciudad, no puedo sacarlos de este contexto. Yo viajaba mucho en tren y vivía en el transporte público. Algunos poemas han nacido en el metro; he visto algo, lo he anotado y luego he trabajado sobre ello.”
Frente a este aspecto metropolitano aparece el mar, un elemento que nace de la añoranza y se plasma en sus letras como símbolo de lo que se ha perdido y es difícil de recuperar. Además, su potencial metafórico lo convierte en algo inmenso, incontrolable, algo que incluso puede matarte. En su poemario “La ciudad sumergida en el mar”, dice en este soneto:
Mi mar amurallado con ladrillos
que saben a serrín urbanizado
anemia de olas, mar callado
por el acero gris de los cuchillos.
Espuma fabricada por martillos
Mediterráneo mar descuartizado
por un amor que viaja en el pasado
y por un asma loca de pasillos.
Amado mar, te llevo en los bolsillos
burócrata nostalgia de tus olas
amordazado edén contra el asedio
de grúas, hormigones y tornillos
ascensores, ventanas y pistolas
que disparan asfalto contra el tedio.
Mariano Sánchez Soler siempre huye de la impostura, de la falsedad, del artificio, de lo que está de moda. Con el título de otro de sus libros, “Fuera de lugar”, define ese sentimiento que le hace escribir lo que a él le gusta y experimentar sobre las cosas que le parecen importantes. Esto quizá lo aleja de los poetas de su generación.”Mientras la mayoría de mis compañeros eran seguidores de la generación del 50, yo estaba con Bob Dylan. Leía a la generación beat… ese tipo de cosas. Yo hablaba de mi realidad, de la vida, de la ciudad. Es una forma de ver el mundo”. Escribe en “Los poetas que conozco”:
Los poetas del mundo que conozco
tienen cuerpo de perro vagabundo,
por las noches se pierden en tabernas
donde beben palabras fermentadas.
De madrugada, locos, agitados,
suben a los andamios de la vida
y ladrillo a ladrillo, sin descanso,
construyen el hogar de las palabras.
Son poetas de un mundo que pervive
con arañas de sal en las heridas.
Son bombillas fundidas en la tienda
donde compráis amor iluminado.
“Desprendimiento” es uno de los poemarios con más peso en su recorrido poético y aparece en un momento complejo. En él, de una manera íntima, Mariano hace balance de su vida a través de un conjunto de poemas que testimonian un fuerte sentimiento de fragilidad para concluir con la necesidad de seguir en el combate. Desde la madurez transmite la idea de lucha y esperanza. Nunca hay derrota en su poesía. Así, afirma: “No escribí así para hundirme en el lodazal, lo hacía para sobrevivir. Yo siempre escribo para sobrevivir, escriba lo que escriba. Para sacar el cuello del agua. Alguna gente pensó que sería mi último poemario, pero yo ya tenía poemas en los que seguía trabajando.”
La propia dureza de algunos poemas ante la muerte de su compañera hizo que no los publicara hasta tres años más tarde. En “Lágrimas de sombra”, Sánchez Soler hace un recorrido estructurado por los sentimientos de dolor y muerte, vida y esperanza. En este contexto, cierra un ciclo vital que, de nuevo, pone de manifiesto la propia contundencia del autor. Dice en el poema “Dolor”:
Aprender el valor
sincero de las lágrimas.
Aguantar el dolor,
vivir con él
como si no existiera.
Crecer por cada golpe
de cincel y martillo,
sin quejarte, sin muecas,
como si fuese mármol.
Respirar y sentir
apretando los dientes.
Soportar el dolor
y buscar la sonrisa
que perdura en nosotros.
Ahora, su poesía, el rock y las fotografías de Antonio Tiedra van de la mano para dar a conocer la banda sonora de su vida. En “Para los que brillan con el beso eléctrico” (todavía en preparación), citas de autores como Lou Reed, Van Morrison, Keith Richard, Jim Morrison, Pau Riba… y por supuesto, Bob Dylan, se unen para dar relieve al inconformismo y al espíritu revolucionario que siempre acompañan sus palabras.
Mariano Sánchez Soler es un poeta social que tiene una visión poética clara de la realidad, que morirá siendo un revolucionario proletario, un materialista dialéctico, y en consecuencia, un ateo irreconciliable. Una mirada incendiaria ante la vida que él sustenta con pilares firmes y plasma en sus versos para demostrarnos que, tal y como escribió Trotsky, “la vida es hermosa”.
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