Cuando llegaron al Archivo de la Democracia de la Universidad de Alicante, hacía más de 60 años que permanecían cerrados a cal y canto. Los tres baúles, dos de metal y uno de madera, de grandes dimensiones, estaban intactos, solo algo ajados por el transcurrir de los años. Al abrirlos, se pudieron escuchar «el eco lejano de los llantos por el exilio, de los lamentos por una guerra perdida, de las negociaciones del gobierno de una república inexistente, pero también el sonido de los aplausos tras los discursos y arengas, los ánimos a los compañeros de un destino lejos de casa y las risas de los familiares que le acompañaron hasta el final», cuenta con emoción Emilio Rosillo Clement, director del Archivo de la Democracia, quien relata cómo llegó a la universidad el valioso legado documental de Julio Just Gimeno, político valenciano, republicano, escritor y periodista que también fue Ministro de Obras Públicas durante la II República y ostentó otros cargos durante su exilio en Francia.

Este tesoro llegó al campus de San Vicente del Raspeig el verano del 2022 de la mano de Antonio Just Pellicer, hijo del ministro. «Abrirlos supuso una pequeña odisea además de una verdadera intriga», continúa Rosillo. «La documentación se encontraba en un estado bastante lamentable, muy desordenada, con suciedad y signos de haber sufrido humedad, atacada por bibliófagos y lepismas, con restos de excrementos de roedores… Requería de una desinfección, desinsectación y limpieza urgente. Las tareas de sacado, extendido y despliegue de la documentación puso de primeras, así ante nuestros ojos, cartelas de legajos y títulos de carpetillas que decían “guerra de España”, “correspondencia”, “masonería” o “traducciones”, entre otras. La curiosidad iba en aumento por conocer su contenido, por conocer del todo a Julio Just», relata el director, quien ha participado en esta labor de recuperación junto a los técnicos Raquel Rico González y Agustín Pérez Fernández.

Tras la desinfección, llegó la laboriosa tarea de clasificación. La documentación que estaba más ordenada era la referente al ámbito personal, como acreditaciones, salvoconductos, material escolar de sus hijos, recibos y facturas e informes que le enviaban desde España los servicios de información y de espionaje como Ministro de la Gobernación, de Defensa y Vicepresidente en el exilio.

La parte más destacada del resto de documentación es la correspondencia, los artículos, los discursos y textos autobiográficos, que ha sido digitalizado con la ayuda obtenida de los fondos europeos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de 2022 para la digitalización y descripción de fondos documentales. El resultado final de la digitalización ha sido un total de más de 15.000 imágenes y 942 registros de descripción. De ellos, 787 son de la serie de “Correspondencia” y el resto de las series de “Discursos” y de “Artículos y otros escritos”.

Correspondencia

Destaca la correspondencia con conocidos políticos como Victoria Kent, el exalcalde de Alicante Lorenzo Carbonell, con el expresidente Rodolfo Llopis o con el presidente de la República Martínez Barrio. También son especialmente relevantes aquellas en las que entra en contacto con exiliados y compañeros de campos de concentración. Como ejemplo de estas misivas, se encuentran las que recibió del abogado valenciano Emilio Valldecabres. Su hermano Onofre es el que escribe a Just y le remite todas las cartas que Emilio envía a su familia desde prisión y donde cuenta las palizas, las torturas y la miseria que sufre durante esos meses. En una de ellas cuenta su intento de huida a través de puerto de Alicante:«Llegamos a Alicante… por fin llegó un barco de guerra francés… y cuando íbamos a embarcar aparecieron tres buques nacionalistas e intimaron al barco francés para que se fuera y así lo hizo. Entraron al día siguiente las tropas italianas y esa noche la pasamos en el puerto entre llantos, desesperaciones, suicidios, etc… una noche infernal, desesperante, dantesca, pasada en un rincón de uno de los muelles del puerto donde apenas cabíamos las veinte mil personas de las cuales había unas tres mil mujeres…podéis imaginaros a los padres abrazados a los hijos, las mujeres y novias a sus esposos y novios, etc. horrible. De allí salimos al día siguiente para el campo de concentración. Vaya sol abrasador, sin techo para cubrirse y sin agua. La sed que pueda pasarse en el desierto, la pasamos allí. Dormimos al aire libre sobre el suelo y como estuvo tres días y tres noches lloviendo… no pudimos acostarnos esos tres días y los pasamos de pie o sentados sobre las maletas. El día 23 me llevaron a la cárcel de Orihuela en un vagón de ganado, lleno por cierto de excrementos, nos metieron a noventa y dos que solo podíamos estar de pie asfixiándonos de calor y de sed. A los dos días de estar en Orihuela vinieron a por mí y a las doce de la noche en unión de otros salimos esposados de dos en dos y atados unos con otros y custodiados por varios falangistas con fusiles ametralladores que nos daban a entender que por el camino nos picarían».

Otro importante conjunto de documentos es el relativo a sus escritos y creación literaria, al que se suman una serie de textos autobiográficos. Entre ellos, destacan los informes sobre la resistencia de los maquis o los abundantes informes encriptados. “Un material realmente curioso pues venían acompañados con el criptosistema para descifrar su contenido”, según cuenta Emilio Rosillo.

Pero entre toda esta documentación, tal y como cuenta Rosillo, aún quedaba una última sorpresa: «En el fondo de un baúl, enterrado entre kilos de documentos, de informes, de guías de viajes, de libretas escolares, de cartas a presidentes y ministros, de testimonios de exiliados, aguardaba un último conjunto de documentos especialmente curioso. Un sobre arrugado y macilento contenía un tesoro escondido con toda la documentación sobre masonería acumulada por Julio Just durante su exilio en Francia su banda de masón y su mandil masónico de extraordinaria belleza y simbolismo».

Fuente histórica de primer orden

«El fondo de Julio Just es un verdadero descubrimiento. Un recurso y una fuente histórica de primer orden que permite el estudio académico de una etapa tan convulsa y de una figura clave en la historia reciente de España. El fondo documental de Julio Just trae consigo años de lucha por la democracia, trae consigo desilusiones, pero también trae mucha esperanza según sus propias palabras», cuenta el director del archivo.

«Es en definitiva, este modo de vivir que llevo, un modo de morir poco a poco, sin estruendo, sin retórica y desde luego sin pólvora, que a mi juicio reclama, cuando como en mi caso se hace conscientemente, mayor valor y mayor energía de alma, que para morir en lo alto de una barricada. Yo, que como tú sabes, he hecho de verdad la guerra, desde la defensa que tuve que hacer con las armas en la mano, del Ministerio de Obras Públicas, hasta mi arriesgada salida de Gandía dos días después de haber terminado nuestra resistencia, pasando por todas aquellas vicisitudes dramáticas de Balmojado y Talavera, y antes de la Venta del Manco en Buitrago y de la carretera de Aranjuez, y la noche aquella del terrible desastre de Navalcarnero, y la entrada en Teruel y otras muchas acciones, puedo decirte que nunca he sentido cerca de mí el soplo helado de la muerte, ni aun sintiendo silbar las balas, ni estallar los obuses, como lo siento ahora en este despacho de la calle Pyramides, sentado en mi mesa de trabajo entre mapas de España y de Europa, pegados a los muros, libros y retratos y banderas nuestras, todo ello iluminado por la luz turbia, casi siempre, de este cielo de París. Me sabría mal, sin embargo, morir aquí y sobre todo estar enterrado en uno de estos cementerios…Pero no, no me quedaré aquí. Yo entraré, y no tardará mucho, en España bajo las banderas triunfantes de la República y hablaré un día de sol desde el balcón del ayuntamiento de mi ciudad, a una vasta y rigurosa multitud, en cuyo corazón la siembra republicana, que yo, siguiendo el surco de Blasco Ibáñez, eché a volao con tanta ilusión (y que) no ha dejado de (t)germinar.», escribió Julio Just, en París, un 6 de febrero de 1948.

Julio Just nunca volvió a España y murió en París el 30 de octubre de 1976. Fue enterrado en Port-Vendrés. En su tumba se volcó tierra de Valencia, tierra como la que se encontró en un sobre cerrado en un uno de los baúles, que le envió algún allegado para que se sintiese más cerca de su hogar.