El Museo de Arte Contemporáneo abrirá al público el 11 de octubre las puertas de la exposición «Arte en una tierra baldía, 1939-1959» con obras de la colección del IVAM y permanecerá hasta enero de 2023.
Será el 19 de octubre cuando se inaugure oficialmente la muestra que ha estado con anterioridad en el Museo de Bellas Artes de Castellón. En Alicante, la exposición contará con nuevas obras.
La directora del IVAM, Nuria Enguita ha querido «dar las gracias al MACA por abrir sus puertas al IVAM. La presentación de esta exposición en el museo alicantino responde a dos objetivos fundamentales para el actual IVAM: por un lado, la voluntad de ser un museo itinerante, con una colección abierta y próxima en toda la Comunidad Valenciana; por otro, la de revisar los contextos y los discursos heredados. En este caso, la exposición propone releer la colección del IVAM en el contexto histórico de los finales de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial».
Por su parte, Rosa Mª Castells, Conservadora del MACA, «pone de relieve la importancia de la muestra organizada por el IVAM que pone el foco en uno de los periodos históricos más conflictivos y contextualiza la obra de arte de acuerdo a una realidad social concreta y a las condiciones sociopolíticas del momento, condiciones que incluso pusieron en duda la posibilidad y el sentido mismo de la creación. Una lectura novedosa en la programación de exposiciones hasta ahora en el MACA que permite establecer conexiones, simultaneidades, intenciones y gestos entre artistas, obras y colecciones».
El contexto
Los finales de la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial proponen mundos antagónicos, escenarios radicalmente diferentes, pero ambos han de edificarse sobre una tierra baldía; en el dolor, en las ruinas y los escombros materiales y éticos que produce la destrucción absoluta de la guerra. Y lo hace en condiciones vitales complejas: en el exilio, en la emigración, en la represión.
Las dos posguerras supusieron una cesura radical para la historia de la cultura. En la España de la dictadura, el proyecto estético imaginado desde la Falange tratará de reducir la cultura a propaganda de estado, romper con los experimentalismos de las vanguardias y retornar a un cierto academicismo articulado desde la idea de lo nacional y lo católico. En los años cincuenta la necesidad de legitimación internacional del Régimen buscará seguir instrumentalizando la cultura, pero desde un acercamiento a lenguajes más contemporáneos. Eso sí, sin perder las esencias de «lo español y lo católico». En el resto del mundo, abatido tras la guerra y sus espantos, la ruptura con las vanguardias anteriores vendrá de la inquietante pregunta sobre la relación entre civilización y barbarie. En ambos casos los totalitarismos, la violencia o la miseria cultural obligaron a numerosos artistas a emigrar, a exiliarse, y a trabajar a la intemperie. Pero su viaje enriqueció singularmente aquellos territorios que les acogieron.
La exposición
Constituida fundamentalmente por obras pertenecientes a la colección del IVAM, esta exposición ensaya una lectura en la que más que las diferencias de estilo se contemplan las continuidades, las semejanzas, los ecos mutuos, el esfuerzo compartido, cuando la trama de los acontecimientos históricos es tal que resulta absolutamente determinante en las decisiones poéticas, discursivas, formales o estilísticas; en la mirada y el pensamiento de la humanidad sobre sí misma. Arte en una tierra baldía, 1939 – 1959 incluye obras de: Albers, Alfaro, Blasco, Brossa, Buch, Buñuel, Chillida, Dubuffet, Duchamp, Ferrant, Juana Francés, Manolo Gil, Jacinta Gil, Julio González, Gorky, Gottlieb, Gumbau, Lucebert, Soulages, Masson, Michaux, Millares, Miró, Newman, Oteiza, Palazuelo, Pascual de Lara, Renau, Matilde Salvador, Saura, Sempere, Tàpies, Reinhardt, Val del Omar… y una mirada fotográfica en torno a la reconstrucción de la vida cotidiana a partir de las imágenes de Catalá Roca, de Miguel o los Hermanos Mayo.
El arte puede a la vez ser intemporal y no ser ajeno al tiempo que le toca vivir. Los finales de la guerra civil española y la II Guerra Mundial proponen mundos antagónicos. Mientras en España se impone una dictadura, en Europa las tiranías fascistas han sido derrotadas. Son escenarios radicalmente diferentes, pero en ambos ha de edificarse sobre una tierra baldía; en el dolor, entre las ruinas éticas y materiales que la destrucción de una guerra produce; y en condiciones vitales extremas: en el exilio, en la emigración, en la represión. Se trata de un momento histórico que resulta fundamental en las decisiones poéticas, discursivas, o estilísticas; en la mirada y el pensamiento que la humanidad proyecta sobre sí misma.
Arte en una tierra baldía, 1939—1959 propone tres espacios contiguos:
Verdor en nuestra tierra árida
Para el primer franquismo, (1939-1959), el arte y la cultura eran una importante herramienta de propaganda. En los años cuarenta, la cultura falangista y el nacionalcatolicismo propusieron el olvido de las experiencias vanguardistas anteriores y un retorno a formas académicas vinculadas más a la formación del «espíritu nacional» que a la libre expresión individual. Sin embargo, a pesar de la censura y la aspiración a un control absoluto de la producción cultural, no dejó de haber artistas que aisladamente o en grupo intentaron mantener o reinventar aquel espíritu innovador.
La década de los cincuenta supondrá la progresiva tolerancia del estado con formas y prácticas artísticas más experimentales. La abstracción saldrá triunfante de un intenso debate, en el ámbito artístico, sobre su sentido y sus posibilidades. Paradójicamente, el arte sacro se constituiría en una de las puertas de apertura hacia formas más contemporáneas. El arte de vanguardia, en paralelo a la intensificación de las relaciones diplomáticas con EE. UU. en el contexto de la Guerra fría, comenzó a usarse —igual que allí se hizo— para promocionar una imagen de apertura y libertad.
Destierros
El triunfo del nazismo en Alemania produjo una grave suspensión de las libertades, la persecución de todas la formas culturales y artísticas que no fueran afines al Tercer Reich, y el exilio forzado de numerosos creadores e intelectuales. En 1939 las tropas alemanas invaden Polonia, en 1941 Alemania ya había ocupado la práctica totalidad de Europa. A medida que avanzaba la ocupación nazi, multitud de artistas iniciaran una larga huida. En España la derrota republicana supuso el éxodo masivo de grandes personalidades del arte y la cultura. Igual que en los años veinte y treinta el arte de vanguardia se había nutrido de la emigración española a París, ahora esta emigración forzada, vivida entre la nostalgia, la esperanza y la adaptación, enriquecerá los numerosos territorios de acogida. Así, el exilio español en México o el europeo en EE. UU. serán fundamentales para la renovación artística.
Como quien espera el alba
Tras la II Guerra Mundial se establece un nuevo orden geopolítico, Europa ya no es el centro económico ni cultural. A un lado y otro del Atlántico, la experiencia de la guerra y la sensación del fracaso de unas tradiciones culturales que se mostraron impotentes para detener la barbarie —o que incluso la acompañaron— produce la necesidad de una profunda renovación tanto de las fuentes, como de los medios, de los materiales y de las prácticas artísticas. Se impone la sensación de que había que recomenzar, que lo anterior encarnaba un fracaso. Se recurre entonces a lo espontáneo o a lo irracional, a la exploración de límites de la razón o del conocimiento, a lo puramente visual frente a lo narrativo, a la libertad individual, a la subjetividad, a la huella, la herida o la fractura sobre el lienzo o la materia. Se trata de un esfuerzo por desaprender y empezar de nuevo. El arte, cada vez más, se piensa a sí mismo. El arte convierte al arte en su propio tema.
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