A veces no comprendemos por qué nos ocurren cosas malas. Lo que llamamos malo no es más que eso que nos resulta desagradable, que nos retuerce, con lo que sentimos dolor. Y es que la primera condición de ser un ser humano es su dualidad: es comprender que todo lo que existe tiene dos caras. Quizás entonces el dolor sea parte necesaria de nuestra naturaleza. Quizás sea como un recado o un mensaje que nos enviamos a nuestra propia bandeja de entrada.
Una experiencia traumática puede traernos una emoción desagradable cada vez que esta vuelve a conectarse. Cada vez que algo nos recuerda a ella y nuestro pensamiento se acelera, se “hiperactiva” y no sabemos cómo sostener esa sensación. De modo que cuando digo oscuridad, me refiero a aquello que es capaz de generarnos una emoción o sensación de dolor y en consecuencia una serie de pensamientos negativos.
Volviendo a nuestra condición dual, la dualidad del ser humano es entendida para llegar a un punto de equilibrio a lo largo del proceso vital entre los extremos: miedo y amor básicamente. Los dos motores de búsqueda más abarcantes de nuestra condición.
A veces no comprendemos por qué nos ocurren cosas malas. Y es que quizás podamos comenzar a transformar los problemas en retos y los hierros esculpirlos en llave. Pues solo a través del dolor, sumergiéndonos en él es muchas veces como puede leerse ese mensaje, aunque duela.
Quiero acabar con una palabra interesante: Demonio. Los demonios son entendidos por todos nosotros como figuras y simbolismos del mal, de lo malo, del dolor, del sufrimiento. Pero es curioso que en la antigua grecia se les entendiera como genios, puentes entre mundos, protectores y protectoras de la naturaleza y por tanto mensajeros. Mensajeros de todo aquello que tengamos que comprender y aprender, repito, aunque duela. No fue hasta el S IV con el cristianismo cuando se les comprendió como maléficos.
La etimología de demonio viene de Daimon y con esa misma raíz se construye la palabra Eudaimonía que significa felicidad. Sus componentes léxicos son: eu (bien, correcto) y daimon (espíritu, genio), más el sufijo -ia (cualidad). La eudaimonía es lograr las mejores condiciones posibles para todo ser humano en todos sus sentidos, no solo felicidad sino también virtud, moralidad y una vida significativa.
No seré yo quien venga a hacer apología del concepto de demonio pero solo me gustaría plantear que quizás si miramos de frente a nuestros miedos y a nuestro dolor, lo abrazamos e intentamos comprenderlo con ayuda podamos hacer de esos demonios algo pequeño y así logremos la eudaimonía.
Pues el amor lo puede todo y ahora más que nunca es el miedo el que ocupa muchos ratos de nuestra vida, intentemos mirarle a los ojos y entender que para que las estrellas brillen también hace falta una noche oscura.”
Volveremos con más noticias sobre nuestro programa de radio Caldearte en el próximo artículo.
Hoy comparto, de manera excepcional, una reflexión de mi compañera María Ivorra, que nos habla sobre “El miedo en nuestros días”. Un texto que, creo, puede servir para aquellos que se sientan identificados.
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