Terminé la lectura de El Tribunal de los Pájaros hace apenas unos días. La tenía en casa desde hacía varias semanas, por cortesía de mi bibliotecaria de cabecera, Virtu Valdés de la Biblioteca Miguel Hernández de Villena, que me la reservó entre otros libros que yo le había pedido. No me sorprendió encontrarla, puesto que suele agasajarme con algún libro desconocido, novedad o no, cuando intuye que puede gustarme.
Desconocía la existencia de esta novela, que según puede verse en la solapa interior, es la segunda de su autora, la escritora y columnista Agnes Ravatn, nacida en 1983 en la ciudad noruega de Ølen, y su primera incursión en el thriller psicológico. Escrita en 2013 no fue publicada en España hasta 2019 por Seix Barral, con traducción del noruego de Bente Teigen Gundeser y Mónica Sainz Serrano. Entretanto, la novela ha tenido un amplio y exitoso recorrido internacional, publicada en más de quince países y galardonada con prestigiosos premios como English Pen Award o el Book Blogger Award a la mejor novela, y ha sido adaptada exitosamente para su representación escénica.
Me enfrenté a su lectura con cierto escepticismo, ya que la denominación thriller psicológico, me produce, como tiempo atrás me sucedía con subgéneros de la novela que alcanzaron auge y popularidad —me viene a la mente el caso de la novela histórica—, cierta reticencia. Cuando un estilo literario se pone de moda y los escritores se lanzan a por él inundando el mercado editorial con propuestas que me parece algo clónicas, deja de interesarme y eso, en ocasiones, es un error imperdonable, ya que se pierde la oportunidad de descubrir y disfrutar de algún que otro libro valioso.
En El Tribunal de los Pájaros, Agnes Ravtn nos sumerge en una historia que tiene tres únicos protagonistas: Allis Hagtorn, Sigurd Bagge y la imponente Naturaleza del país nórdico en todo su esplendor y misterio. El resto de personajes, escasos por otra parte, tienen un peso relativo en la historia, aunque al mismo tiempo esencial, como el caso de Nor, la esposa ausente de Sigurd, una mujer que está fuera y tardará en regresar, tal y como el austero protagonista informa a Allis al principio de la historia.
En ocasiones, intentamos huir del pasado a toda costa, con la máxima urgencia, sin ser capaces de enfrentarlo. Esa huida hacia adelante es la que ha llevado a Allis a dejar atrás una vida profesionalmente exitosa, ya que se siente incapaz de poner en orden el caos que ella misma provocó.
En el arranque de la novela, nos encontramos con Allis Hagtorn, que es a la vez la narradora, una mujer en la treintena que acepta una peculiar oferta de trabajo como asistente, a la que se aferra con la ilusión de escapar de un pasado que la atormenta simplemente desapareciendo. Es evidente que algo terrible o cuanto menos grave, ha sucedido en la vida de Allis, pero el qué, no se revela en principio, como tampoco sabemos qué ha pasado antes en la vida de su empleador, Sigurd, un hombre enigmático, silencioso, hosco y huraño incluso, pero a la vez tremendamente atrayente para Allis, que intenta agradarle, lo que en algunos momentos resulta incluso patético. También él parece vivir atormentado por recuerdos que van revelándose en forma de pequeños detalles, que se dejan entrever a lo largo de la lectura, teniendo como telón de fondo un paisaje salvaje, una naturaleza que les aísla de la civilización y que los mantiene en una burbuja donde bullen el tormento, los deseos, las preguntas sin respuesta y los pasados latentes y amenazadores de ambos personajes. Dos seres solitarios, heridos e infelices que se encuentran, para bien o para mal.
La mitología nórdica, ingrediente que recorre la novela en casi la totalidad de su extensión, la dota de un interés añadido y sirve de hilo tenue pero poderoso en la historia, permitiendo en algún momento el acercamiento entre estos dos personajes atormentados, dos seres aislados, sobre todo Sigurd, que evita la atracción que siente hacia su empleada, se niega a mantener una relación entre iguales, utilizando para ello el desdén e incluso el desprecio, algo que Allis aceptará, seguramente para purgar sus culpas, pero intentando en todo momento agradar a Sigurd, obtener su reconocimiento, acercarse a él. Me ha resultado curioso como Allis, pese a su experiencia vital, obedece a un impulso que le lleva a acercarse a Sigurd, intentar comprenderle, rastreando en su obcecada distancia, aun cuando es tratada con indiferencia por el hombre.
Agnes Ravatn utiliza un lenguaje conciso, frío en ocasiones, desprovisto de detalles accesorios, trasmitiéndonos así el frío de un territorio hostil y de la propia hostilidad de los personajes, que aúnan el dolor por la culpa, inmersos entretanto en una vida cotidiana falsamente placentera, en tareas banales o incluso inexistentes con las que seguir día tras día, aparentando normalidad y siendo empujados, por la fuerza poderosa del instinto humano, a acercarse y compartir el dolor del pasado y de los secretos innombrables.
El fiordo noruego, es el escenario de la vida de estos dos seres atormentados, para los que Agnes Ravatn ha elaborado una cárcel a medida, un espacio claustrofóbico donde esconderse de sí mismos, pero sin lograrlo, porque la verdad saldrá a la luz, será inevitable, el juicio al que los someta la Naturaleza —ese tribunal de pájaros del título que me parece una metáfora preciosa—, pero sobre todo, el que ellos mismos se arroguen, porque no se puede escapar siempre de nuestros actos. Un final en el que se revela la amarga verdad pone el broche de oro a un relato que se queda en tu mente después de haberlo leído.
El Tribunal de los Pájaros, no es una ópera prima, es una segunda obra, y su autora, que debutó en 2007 en la narrativa, tuvo tiempo de pergeñar y alumbrar una novela concisa, aunque no breve, y atrapar el lector en sus apenas 274 páginas sin utilizar trucos, artificios ni fuegos artificiales. Cansada como estoy de esas novelas mentirosas —donde el autor se permite jugar con los lectores, como hace el gato con el ratón, para finalmente dar un golpe de efecto que no esperabas y descubrir que te había llevado mediante pistas simuladas a transitar un camino igualmente falso— pero que además no se sustentan en un estilo literario valioso, o al menos, de cierta calidad narrativa, El Tribunal de los Pájaros, reúne cualidades sobradas para ser altamente recomendable.
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