Nota : Este texto fue encontrado en mi ordenador. El bicho se las ha ingeniado para teclear, no sé cómo. Son muy listas. No me responsabilizo de lo que el condenado insecto dice, solo lo envío para que los lectores juzguen.
Hola, humanos. Resistimos. Este viejo es un verdugo exterminador, peor que Netanyahu, con sus “bombardeos” de spray insecticida. La madre naturaleza nos protege y ya se puede decir que somos inmunes al insecticidio con estos anticuados métodos. Lo mismo está pasando con las ratas, que se han vuelto resistentes a los venenos más comunes y en su lugar los estúpidos monos sapiens se están cargando a especies protegidas o endémicas, como el águila perdicera o el lince ibérico.
El historial delictivo de este sujeto con el que convivo (y que además publica lo que escribo sin pagarme copyright ) es amplio y largo. Se extiende desde la isla canaria de Lanzarote, donde habita una colonia nuestra tan soberbia que un periódico alemán la calificó de la especie cucarachil “más rápida del planeta” (“Die schneller karkelaten in der Welt”). Mis lanzaroteñas “vuelan”, además, lo que las hace particularmente temibles. Pues el tipo éste las tenía alojadas en su casa a porrillo y por las noches salía arma en mano a perseguirlas por pasillos, cuartos de baño y cocina. Por cada una hacía una muesca en su bote venenoso humeante, aunque también las aplastaba a golpes de periódico o palmetas en su desesperación. Nunca consiguió nada y mucho menos erradicarlas. Son su sino.
Algunos lectores amigos del Viejo le han preguntado qué es una “cucaracha rubia” y han pensado que es una invención ficcional, lo mismo que mi existencia. Pues no, es una mera clasificación entomológica. Y les contaré que además de la cuca negra hay una nueva especie aparecida en Asturias (cucaracha langosta) con la cual ya somos la quinta especie diferenciada.
Nuestra historia es larga, pero desconocida por muchos. En un principio éramos una más de las criaturas campestres que se alimentaban de granos y vegetales. Eso era en la India, por los alrededores de la bahía de Bengala. La Blatella germánica (es decir mi raza) no tenía familia en Europa, por lo tanto fue una inmigración irregular a bordo de barcos mercantes y al desembarcar en los puertos comenzó la saga con billones de descendientes que jamás han podido erradicar o devolver al lugar de origen. Y es que como decía Umberto Eco, un sapiens de verdad, las migraciones son como una fuerza de la naturaleza: no se pueden detener. Chúpate ésa , Santi.
Pero, bueno, los humanos son idiotas y tienen una concepción muy errada del mundo animal ( y qué decir de sí mismos, animales bípedos “racionales”…pero poco a juzgar por su comportamiento genocida). Recientemente, una ley (17/2021, de 15 de diciembre) define a los animales como “seres vivos dotados de sensibilidad”, o sea que dejaban de ser como los esclavos humanos a los que se ponía una marca en la piel llamada “carimbo”. Pero a pesar de la ley, en lo que respecta a su bienestar y explotación “unos animales son más iguales que otros”, como escribió George Orwell en su célebre Rebelión en la granja. Entonces, los que no son “animales de compañía”, como los pobres cerditos y aves de corral, quedan fuera de estas consideraciones buenistas. Por supuesto, los toros de lidia van en el lote de los excluidos, junto con los de producción, los de experimentación, los silvestres o los utilizados en actividades específicas, incluyendo los usados en el pastoreo y guarda del ganado y en la caza. Algunos perros son más iguales que otros. Pero al mismo tiempo, de acuerdo a esta ley, algunos animales no humanos pueden ser más iguales que algunos humanos pues se dispone que , además, existe la obligación de recoger a los animales extraviados y abandonados y su alojamiento en un centro de protección animal, para lo cual deberán contar con un servicio de urgencia para su recogida y atención veterinaria, disponible las veinticuatro horas al día. Ya quisieran muchos humanos contar con tal asistencia tras un desalojo o por vivir en las calles como nosotras, en la total indigencia. Chúpate ésa, Barcala.
Concluyendo, no sacáis nada con usar insecticidas, lo comprobó un grupo de científicos estadounidenses que rociaron una superficie con insecticida piretroide. Tras soltar a mis congéneres , solo un 20 por ciento fallecieron a los 30 minutos. La resistencia nos viene de serie. Y aunque los sádicos batablancas las confinaron para ver cuanto tardaban en estirar las patas boca arriba, tardaron entre 8 y 24 horas en palmarla. En condiciones normales somos inmortales. Chúpense esa, bípedos implumes, criminales, hijos de la gran mona Lucy y de los neandarthales.
Hasta la semana que viene, si no me asesina vilmente el Viejo o la palma él, que es la posibilidad más cercana.
Comentarios