La guerra no es un juego
Los juguetes de guerra y las recreaciones de la guerra no deben trivializar los conflictos bélicos. Es mejor comprenderlos y canalizar el interés hacia ellos para promover una cultura de la paz.
En unos versos, el inglés Thomas Gray (1716-1771) escribió que “Los senderos de la gloria no conducen más que a la tumba”. Fue, sin duda, un preclaro y anticipador discurso humanista, que utilizaron, ya en el siglo XX, el escritor Cobb y el cineasta Kubrick para dar título a sus creaciones sobre la guerra y el belicismo. Es un enunciando que comparto y que encaja con el contenido de esta modesta columna de opinión; en ella escribiré sobre la guerra y la paz en la Edad Contemporánea desde la mirada al patrimonio y a las manifestaciones culturales de la provincia de Alicante.
El turismo de interior ofrece múltiples posibilidades en nuestra provincia. Y el fin de pasado semana exploré, con la familia y unos amigos, algunas de ellas: el Museo Valenciano del Juguete de Ibi y el Castillo de Castalla.
El Museo Valenciano del Juguete
El museo de Ibi nació en 1990 y desde 2013 ocupa parte de la antigua fábrica de Juguetes Payá. Su objetivo es convertirse en un centro de referencia para la conservación, divulgación e investigación del patrimonio juguetero. Juguetes de hojalata, fabricados a comienzos del siglo XX, y de plástico, a partir de los años 60, hechos en España pero también en el extranjero, conforman una exposición permanente con más de 500 piezas. Son, sin embargo, solo una pequeña parte de los fondos del Museo, que tiene previsto ampliar su espacio expositivo.
El vestíbulo de entrada cuenta con dos vitrinas que adelantan una primera selección, un Castillo de Exin, entre ellos. A continuación, una gran sala organiza los juguetes por temáticas -mundo natural, aviones y barcos, trenes, hogar, ciudad y velocidad- y, al fondo, las últimas vitrinas muestran juguetes de los años 70, 80 y 90. Es aquí donde los niños/as del baby boom podemos reconocer muy bien algunos de esos preciados objetos que nos hicieron soñar, crear e imaginar.
Entre todos ellos, presté atención a los juguetes relacionados con la guerra: barcos, submarinos, aviones, ¡ un Geyperman !, pistolas de vaqueros y una de las clásicas cajas COMANSI, llena, en este caso, de indios y vaqueros… En aquellos tiempos, no era malo… que los niños jugaran a la guerra. La verdad es que, hoy día, los videosjuegos han sustituido a aquellos objetos casi artesanos y solo la permisividad de los padres que banalizan la guerra explica que los menores se entretengan con ellos.
El castillo de Castalla
Desde Ibi nos dirigimos a Castalla donde se visita el castillo con guía turístico. La fortaleza, muy bien reconstruida, tiene un reciente proyecto de musealización. Varios carteles informativos jalonan el recorrido desde la base hasta la puerta de entrada. En su interior, en la Sala de Guardia, descubrimos, mediante una pantalla interactiva, un vídeo, una maqueta -que se puede tocar!!- y varios paneles, la historia de esta fortificación de frontera y la riqueza natural que alberga el paraje de su entorno.
Durante la guerra de la Independencia, el castillo, aunque en ruinas, fue mudo testigo de las dos batallas que tuvieron lugar en torno a sus faldas: en 1812, el Ejército francés ganó con claridad al español; un año después, en cambio, las tropas comandadas por el mariscal Suchet, tras infructuosos ataques sobre el Alt de Guerra donde se habían parapetado los aliados hispanobritánicos, tuvo que retirarse. El ayuntamiento organizó recreaciones históricas en 2004 y 2013 y, durante esta última, se inauguró un pequeño monumento en memoria de los militares muertos. Sin embargo, creo que lo más importante y, seguramente, fructífero está por hacer.
.. Y algunas propuestas
Estas acciones militares podrían ser un elemento más para atraer el turismo de historia a la Foia de Castalla. En realidad, las recreaciones, donde los especialistas lucen magníficos uniformes y tratan con rigor todo lo relacionado con las maniobras militares, solo muestran la parte de la guerra que asemeja a un juego… lógicamente. Esta living history no permite entender la otra cara de la guerra -dolor, sufrimiento, muerte- si no se completa con un pequeño centro de interpretación.
Un espacio didáctico que ofrezca, desde la historia social de la guerra, la explicación sobre la vida y la muerte de civiles y militares en el contexto de la ocupación francesa de las tierras valencianas. Y que plantee preguntas y contenga un mensaje de cultura para la paz.
Para ello, en Castalla existe un inmueble idóneo: la casa de la familia Rico, propiedad municipal y donde el general Delort tuvo su cuartel general durante en 1812. Las posibilidades para dinamizar el turismo son todavía mayores. El campo de batalla de Castalla podría ser catalogado como Bien cultural y ser integrado en un ruta -«La Ruta de los Franceses»- que recorriera otros municipios próximos como Ibi, Biar, Villena y Sax. Mientras estas ideas se hacen realidad, Ibi y Castalla merecen una visita que no finalizará hasta que hayamos repuesto fuerzas degustando uno de sus sabrosos gazpachos.
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