“…Perdonen la franqueza si les hablo de un servidor, / a mis cincuenta y tantos mis pasos resuenan en una cascada/ de noches maltrechas.”
Ángel Gas (Alicante,1960), es un poeta autodidacta. Cursó estudios de Bellas Artes y música, aunque pronto descubrió la filosofía y la poesía con Neruda, Lorca, Miguel Hernández… Sus publicaciones son “Poemario del corazón para un mundo imperfecto” (ECU,2013) y “Ecos de Noelia” (Amazon,2016). En 2019, ganó el premio del III Certamen Nacional de Poesía Ateneo-Parnaso de Alicante con “Tengo la constancia”. Además, colabora en presentaciones, recitales y programas de radio, en combinación con su actividad en redes sociales.
El pasado viernes, 21 de febrero, nos reunimos un buen grupo de amantes de la poesía en Libros 28 (San Vicente del Raspeig), una librería regentada por Rosa, una mujer que conoce muy bien el oficio de librera, llena de experiencia y amor a la profesión. Allí, Ángel Gas nos presentó su último poemario, “Perdonen la franqueza” (Olélibros, 2019), un libro con acentuado aroma ochentero en el que rezuman, a pesar de los naufragios, la pasión y la esperanza.
No podría hablaros de Ángel si no hablo del amor. De ese amor que quema desde la mañana a la noche y que hace que el respirar tenga coherencia. La búsqueda inefable de lo deseado, de la verdad echa mujer, de la carnalidad y la ensoñación que se mezclan en un cóctel explosivo de sensualidad y caricias.
La poesía de este autor, y “perdónenme la franqueza”, nace en la barra de un bar, entre seda, chupas de cuero y música rock, en el encuentro fortuito que transforma la soledad y el silencio en gemidos ardientes y en pasión desmedida.
A través de “Una emboscada de besos”, sus poemas sumergen al lector en una juventud eterna, donde cada segundo se vive desde la celeridad del presente y nada importa el mañana. Juegos, lírica, risas, charla y una buena copa compartida que dan pie a la sublime experiencia de amar y de ser amado.
Pero nuestro poeta, no se conforma con hacernos soñar en la nocturnidad, sino que usa sus versos para dejarnos ver entre su propia carne la necesidad de escribir, de compartir el instante y eternizarlo en palabras. Y es que, la poesía (el ser amado) es un «jardín secreto por descubrir, /una epidemia en el horizonte, / delicada y dulce en las ruinas del amanecer».
En la noche, la ciudad nos abraza para que surja el milagro. Un milagro canalla y pasional que retrata un ambiente de música y humo, de alcohol y abrazos, de erotismo al calor de la barra de un bar; un espacio profundo donde cada detalle forma parte de nuestro propio interior y desdice la superficialidad.
Ángel nos desabrocha la piel (“Tu piel desabrochada”), para derramarse sobre la ausencia de su amante y jugar una vez más con nuestro corazón y el silencio que impera sobre una cama vacía. La luz que ya no está, a la que hay que enfrentarse sin miedo. Un mundo idílico que parece ser cierto y una verdad que parece no haber pasado. Porque,
perdonen de nuevo la franqueza, el amor, aunque duela, nos salva.
Como afirma Ángel Gas, «el desamor, la soledad, el silencio…son daños colaterales que vale la pena vivir.» Dice en el poema que cierra el libro: “desprendido de lecciones y llantos, valoro más la vida”.
Los poemas de Ángel Gas están hambrientos de sudor y palabras, son para leerlos y disfrutarlos, sin tapujos. Pero también son para escucharlos, para que alguien nos los susurre al oído cualquier día, cualquier noche, en cualquier lugar. Para que nos dejemos llevar por esa maravilla que son los sentimientos…y ¡que pase lo que tenga que pasar!
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