En esta magnífica sociedad actual, en esta época relumbrante que disparatadamente nos queríamos perder, uno pretende serlo todo y pretende serlo enseguida. Uno desea acomodarse en el regazo del triunfo más sonoro, y desea que suceda al punto. Si no se escucha en abarrotado derredor el descorchar múltiple del cava, si no le derraman inmediatamente a uno el confeti en las mejillas, la vida de un individuo, hoy, no vale un colín.
Una persona quiere ser novelista, pongamos por caso, pero para eso hace falta leer mucho y trazar numerosos borrones. No sea usted obtuso: la criatura, que no tuvo tiempo ni de mudar la piel, ya es escritora; en cuatro días presenta su primer libro. Por qué publicar un libro al año, no obstante, cuando se pueden publicar seis. Será por paja… La crítica autorizada elogia en un santiamén el trabajo y el esplendoroso oficio de estos nuevos luceros de la literatura: “Es una escritora prodigiosa”, asegura la madre. “No tiene parangón, es pura artesanía”, apunta el hermano, enternecido. Asoma entonces tímidamente la observación de alguien que domina la materia: “Mire usted, su precaria ortografía, su desconocimiento absoluto de la sintaxis…”. Métase usted su opinión donde le kepa, fascista. (Ya se han publicado libros sobre la invasión de Ucrania, las trilogías están al caer. Pero este asunto espinoso da para otra columna más seria, más emotiva.)
El nuevo gourmet: siete apresuradas fotos en las redes sociales codeándose con la crème de la recrème. Mediocridad y caradura de altos tenedores. De la sopa de sobre a la cocina creativa y elitista en tres semanas; de freír un huevo a convertir los fogones, en un abrir y cerrar de ojos, en el templo del misticismo culinario. Solo para paladares exigentes y bolsillos sin fondo. Pseudoperiodismo a la carta, urgente, inmediato. ¿Qué quiere usted oír? Se lo servimos en bandeja de bronce. Sin embargo, contrastar la información es el primer mandamiento. “¿Contrastarla con qué? Mi reputación me precede. Seis meses en la red creando contenido. No se mueva usted del tresillo y dele laik”. Un humorista acaricia el éxito contando chistes, atesora gracia y sobrado salero. El ojeador lo conduce aparte, a un rincón siniestro: “El mes que viene está usted protagonizando una película. Qué digo el mes que viene, pasado mañana. A rodar se ha dicho. Con el teléfono, para reducir sobrecostes”. Hay runrún en los despachos, hay sudoración incómoda en las manos, hay tosecilla y disconformidad, hay cierta dignidad que se escama con esta bochornosa facilitación del intrusismo: “Ya, pero vende”. ¿Vende qué?
Mi reino por salir al instante en la foto. Los cuatro duros de mi cuenta online por lucir atildado y gozoso en la cumbre del mundo moderno. El hoy mejor que el mañana. Personas que no han levantado una mancuerna en su vida apareciendo impecablemente combinadas en el gimnasio de moda: soy tu personal trainer. De bailar en un botellón agitando la cabeza a sostener una cartera ministerial. Prima la celeridad y se denigran el esfuerzo, la perseverancia y el talento. El conocimiento y la experiencia se vilipendian hoy con euforia zoológica. Es esta —arrojemos al aire las hermosas palomas blancas— la vida inmediata de los tontos.
Comentarios