En los últimos años, la promoción del Dia de la Tierra ha servido para aglutinar diversos artículos y elementos que ayuda a sensibilizar sobre la protección de este planeta donde vivimos. Y da sus resultados: las nuevas generaciones están cada día más atentas a lo que supone reciclar, proteger, cuidar la naturaleza a través de los gestos diarios de cada uno de nosotros. Los medios de comunicación, por su parte, dan cada día más voz y tiempo a todo lo relacionado con el medio ambiente. Los políticos, con la dispar eficacia de sus propuestas y discursos, también están cada día más implicados. E incluso se trabaja en la calificación del “ecocidio” como uno de los delitos internacionales de nuevo reconocimiento.
Para nosotros, que somos una protección pequeña y de amplia tradición, el día de la tierra también supone la oportunidad de llamar la atención por lo frágil y a la vez importante que es el viñedo en nuestro territorio. Ya lo es desde hace años por la reducción de su superficie de cultivo. Alicante ha pasado en 150 años, por ejemplo, de ser un macroproductor de uva de vino, a tener solo las 10.000 hectáreas que tenemos actualmente. Además, muy dispersas, en minifundios por todas las comarcas y cuando se reúnen unas pocas, crean un paisaje singular y delicado que se da en zonas como el Valle del Mañán, la Sierra de Salinas, Las lagunas del parque de Torrevieja, parcelas de Elche, cañadas de Pinoso y Algueña o parajes de Villena, Benexama, etc. Y por supuesto las reconocibles laderas y valles de la Marina Alta con sus muros de piedra de siglos atrás. Pero mientras hace más de 20 años que se está dando esta desaparición silenciosa, ahora vivimos una temporada especialmente sensible y crucial para mantenerlas.
La aparición de proyectos de placas solares en las mismas parcelas ocupadas por el viñedo histórico alicantino, supone una competencia casi insalvable en estos momentos. Son muchos los planes surgidos y en algunos casos, estas empresas llevan algunos meses lanzando contratos de arrendamientos antes de que los planes sean aprobados para tener más fuerza en su solicitud. Las placas, al igual que el viñedo de monastrell, buscan el sol y ver los mapas de los proyectos es desolador en estos momentos. Donde hay una cepa, habrá una placa. Pero esa energía servirá para cargar móviles o coches; pero no se transformará en ese licor sagrado que es el vino, que es capaz de expresar lo que somos, de contar nuestra historia y ser compartido y guardado durante años haciendo la vida más real.
El viñedo, es uno de los cultivos más limpios de la zona: emite oxígeno, genera pocos residuos, pocas plagas y hace un uso del agua muy moderado, sus propios sarmientos forman parte de la gastronomía y el vino está asociado a nuestra cultura mediterránea. Crea un paisaje muy especial y valorado en todo el mundo, incluso por la propia UNESCO que los protege en algunas comarcas europeas como único. Ha desarrollado en torno suyo un nuevo turismo de calidad de gran potencial y estratégico en una zona turística como Alicante. Y la mejora de la calidad de los vinos ha supuesto un cambio de visión y revalorización de algunas parcelas como los secanos de monastrell, las viñas viejas, las variedades en desaparición, la moscatel de laderas, girós, etc.
Frente a esta situación se hace muy difícil competir. Mientras las administraciones miran a otro lado o se encuentran sin herramientas para trabajar; mientras la hostelería o distribución busca precios bajos de compra; mientras la pandemia nos hace buscar rendimientos a corto plazo; o mientras el consumidor no es capaz de reconocer la singularidad de estos vinos, su valor en el viñedo, su personalidad… un agricultor se encuentra ante un contrato, un futuro incierto y desamparado y nuestra tierra se decide en ese momento.
De todos depende que le acompañemos en ese momento con un mensaje de apoyo, un brindis y un poco de esperanza. Ese será el día de nuestra tierra.
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