La artista Mirtya Huizzi narra sus libros en el Centro Municipal de Alicante.
Un libro de artista es una esfinge sin Edipo, afirma el profesor Alejandro Martínez (Diez tesis sobre el libro de artista. En Artishock , publicado el 12.02.2020). Eso viene a significar que para el espectador es siempre un enigma similar al que produce la contemplación del legendario monumento egipcio. Sin embargo, la artista plástica Mirtya Huizzi , venezolana residente en Alicante , que ha inaugurado una nueva exposición el pasado 7 de febrero en la Sala de Exposiciones del Centro Municipal de las Artes, intenta explicar a los alumnos de sus talleres de libro de arte el significado de su obra. Nos hemos acercado a ese lugar algo recóndito (nadie, ni los porteros de fincas que consulté en mi ruta sabían dónde estaba) una fría mañana de este mes y hemos visto a Mirtya rodeada de sus seguidores y discípulos contándoles el cómo y por qué ha desarrollado gran parte de su labor dedicada al “libro de arte”, desde que llegó a ésta su ciudad adoptiva desde 2004. En las obras expuestas en las paredes del centro de exposiciones municipal hay rastros de técnicas artísticas convencionales (acuarela, grabado) pero también las específicas de eso que se ha dado en llamar “libro de arte “ o “de artista”, que tiene una larga historia desde los “ready made” de Duchamp y otros, que intentaron encapsular vivencias y expresiones artísticas en cajas y otros objetos, logrando de esa manera confeccionar artefactos singulares. El profesor Martínez (Caracas, 1989), investigador de artes visuales y poesía, citado al comienzo, dice que “un libro de artista puede pensarse como un artefacto que ansía trascender las leyes del arte y de la literatura para formar un mundo que responde a los códigos que sí mismo produce”. La definición nos parece exacta, acertada. Esta clase de libro que escapa a Gutenberg y a cualquier imprenta, es irreproducible y, sigue diciendo “puede o no parecer un libro”. A lo más es una especie de pacto entre el lector y su autor. Una especie de juego, en el que el artista precisa de espectadores activos. Los que, por ejemplo, tiene Mirtya cuando reúne a los curiosos, como yo, o a los que se han comprometido con ella a realizar un camino de perfección personal a través del arte, que ella enseña con amenidad y simpatía.
El cielo y el mar del Caribe, las horas de ensoñación en jardines ocultos, las lecturas de filósofos que desentrañan la condición diabólica o angélica de los humanos, forman parte del relato contenido en estos “hijos perdidos del canto de sirena” (Alejandro Martínez, again) que ella explica periódicamente en esta muestra. Que invitamos a visitar hasta el próximo 22 de marzo en la sala de Plaza Quijano, 2 (no confundir con el famoso Panteón, como me hicieron creer mis cicerones).
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