Que alrededor de 300 personas se congregaran anoche en el patio de butacas del Gran Teatro de Elche para escuchar la voz poética de Luis García Montero es una noticia que debería abrir al día siguiente los informativos locales. La organización había previsto en un principio celebrar el encuentro en el amplio pero limitado vestíbulo del teatro, que muy pronto se vio sobrepasado por el inesperado éxito de la convocatoria. Con buen criterio se decidió trasladar el recital/conferencia al interior, y aunque la temperatura de la sala era algo baja, el calor lo pusieron las bellas palabras del autor granadino.
Tras la presentación del ciclo “La dignidad de la palabra”, organizado por la Asociación Frutos del Tiempo y la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento, que traerá también en los próximos meses a Elche a Olvido García Valdés, Eloy Sánchez Rosillo y Luis Landero; el escritor Javier Cebrián realizó una breve semblanza biográfica de Luis García Montero para cederle inmediatamente la palabra.
El Premio Nacional de Poesía de 1994 comenzó su intervención hablando del origen de su vocación poética, un lejano día de su juventud en el que descubrió en la sala de invitados de la casa familiar un ejemplar de la Poesía Completa de Federico García Lorca, en la mítica edición de Aguilar encuadernada en piel. La lectura de su ilustre paisano le abrió la mente a un mundo extraordinario donde la imaginación y la sensibilidad hacían que todo fuera posible.
García Montero leyó a continuación y durante cerca de una hora una selección de sus poemas, comentando previamente su génesis y qué significan para él la poesía y la tarea del poeta. Defendió la poesía como “el ámbito de la resistencia”, frente a un mundo actual cada vez más deshumanizado y mercantilizado, donde la poesía debe fijar sus horizontes en la carne y el hueso, en lugar de la virtualidad de un tiempo de usar y tirar. El poeta debe “explorar sus emociones y matizarlas con la palabra exacta, como decía Juan Ramón, cuidando al máximo el lenguaje por amor a la comunidad, para convertir su obra en una casa hospitalaria donde el lector se sienta identificado desde sus propias experiencias”.
La entrevista, el colofón de una velada deliciosa
Los cariñosos aplausos del público cerraron una velada deliciosa, que se completó con una larga cola de amantes de la poesía que acudieron al escenario a pedir al poeta granadino unas palabras y una firma en los ejemplares de sus libros. Por nuestra parte, Lo Blanc pudo entrevistar a Luis García Montero, y este es el resultado:
Lo primero, Luis, felicitarte por el reciente Premio Internacional López Velarde…
Gracias, me hizo ilusión porque me siento unido a la poesía mexicana: López Velarde, Jaime Sabines, Octavio Paz, Bonifaz Nuño, Rosario Castellanos, José Emilio Pacheco. Y luego tengo mucha complicidad con los poetas más jóvenes. Creo que en México se está haciendo ahora, junto a Colombia, una parte de la mejor poesía de nuestro idioma.
Pregunta: Acabas de publicar “A puerta cerrada”, un poemario que has definido como un intento de “establecer un diálogo que se acerque a la degradación y a la crisis”. ¿Qué puede comunicarnos la poesía en estos tiempos tan agitados?
Respuesta: El libro buscó una meditación profunda sobre una crisis generalizada. No sólo la crisis económica, sino la crisis democrática, el imperio de la posverdad. Además, uno cumple 60 años, comprende que no sólo ha pasado el tiempo, sino también la historia, que el mundo se rige hoy por unos valores cada vez más ajenos a los míos, y que el futuro da miedo. Mis hijos van a vivir peor que yo, y eso exige un ejercicio de conciencia. Sartre escribió que “el infierno son los otros”. Para un poeta es necesario el siguiente paso: yo también soy parte del infierno. Debo buscar en mí mismo las responsabilidades y un posible motivo de ilusión para salir del túnel.
P: Decía Jean Cocteau que la poesía era imprescindible, aunque no sabía para qué. ¿Crees que tiene utilidad más allá del grito de protesta o el deleite para los letraheridos? Quizá un ejemplo haya sido tu “gira” de recitales con Joan Margarit, en un momento en que los puentes parecían estar dinamitándose…
Comparto con Joan muchas cosas y lo respeto mucho, porque creo que es uno de los más altos poetas de nuestro tiempo. Él piensa que la poesía es el territorio de la verdad. Es un lugar sagrado para los que no tenemos religiones. Uno no puede engañarse o engañar en un poema. La poesía está ahí porque los seres humanos, además de la técnica y la ciencia, necesitan los sentimientos. Una lavadora o un ordenador sirven de poco cuando tenemos un desastre amoroso o la muerte de un amigo. Ya hemos lavado la ropa para acudir a la cita o al entierro. ¿Y ahora qué? Cómo dialogamos con nosotros mismos para entender lo que sentimos sobre el amor o la muerte. A mí me gusta pensar que el poeta que invierte mucho tiempo en buscar las palabras precisas representa a cualquier ser humano dispuesto a hacerse dueño de sus sentimientos y su conciencia. En los relatos patrióticos ha habido muchas mentiras, muchos relatos falsos. Joan y yo nos damos compañía y demostramos que es posible el diálogo fuera de la incomprensión y el desconocimiento del otro.
P: Llevas más de 35 años escribiendo poesía, con éxito y reconocimiento. ¿Dónde sigues buscando los temas? ¿Es inspiración o transpiración?
R: Existe la vocación, la necesidad de relacionarte con el mundo y contigo mismo a través de la poesía. Existe la admiración, la lectura de poetas que te han hecho como eres, que te han deslumbrado con sus libros. Existe la voluntad de continuar la tradición, de recoger la antorcha y seguir caminando para que no se detenga el relato del ser humano y de sus sentimientos. Los sentimientos forman parte también de la Historia. ¿Qué dice alguien cuando dice soy yo? La materia de la poesía está en la vida, en la gente que pasa por la calle, en las despedidas de las estaciones, en las carreras bajo la lluvia, en las camas solitarias o desbordadas, en los recuerdos de un tiempo perdido, en la espera que preparan el deseo o las imaginaciones. Para responder a eso, está la vocación poética, el telar, las horas de lectura y trabajo. Y, luego, unos días decimos que estamos más inspirados porque salen mejor las cosas que otros días.
P: Aunque se te reconoce fundamentalmente como poeta, has hecho importantes incursiones en la novela, ¿cómo te sentiste cambiando de género? ¿Es complicado? No hay muchos casos de autores que hayan destacado en ambas orillas…
R: Como recordabas antes, llevo más de 35 años escribiendo. De joven, la impaciencia es una virtud porque ayuda a buscar el propio mundo; pero la virtud de los viejos escritores es la paciencia, la disciplina de escribir cada vez más lentamente, evitando las repeticiones. Es un peligro usar recetas, acumular versos que añaden poco a una obra. Y tampoco es conveniente traicionarse, escribir por el gusto de innovar. Un poeta no es un malabarista. Yo hice incursiones en la novela como vacuna para ir más lento en poesía. Aprendí que un escritor tiene un único mundo, pero que las estrategias de la poesía y la novela son diferentes. Mal asunto escribir novelas con ojos de poeta. Un novelista cuenta una historia en la que el relato debe mantenerse a lo largo de las páginas gracias a varios personajes, cada uno con su mundo y sus intereses. El poeta fija en pocos versos un mundo personal. Son dos maneras distintas de negociar con la intensidad y la emoción. Y es verdad, dejando de lado algún caso, no es frecuente el caso del escritor que destaca en los dos géneros.
P: Se habla de un resurgimiento de la poesía española actual, con muchos autores jóvenes interesantes, algunos llegados desde las redes sociales y con miles de seguidores… ¿Cómo ves este nuevo panorama poético 3.0? ¿Es un cambio solo de formatos o también de fondos?
R: La poesía siempre has estado pegada a la vida. Estoy convencido de que lo bueno que deba llegar a la poesía vendrá de la mano de los jóvenes educados en su propio tiempo. Hoy es decisivo el mundo digital. También creo que destacarán, como siempre, los jóvenes que viven en su tiempo, pero en diálogo con sus mayores, con la tradición de la escritura, con Rosalía de Casto o Pablo Neruda…El diálogo generacional consolida la escritura igual que consolida una comunidad. Tan peligrosos son los viejos cascarrabias como los jóvenes sin memoria. La poesía cambia cuando se transforma la educación sentimental de la gente. Creo que lo que está sucediendo es muy bueno para la poesía. No miento al decir que en mis recitales compruebo un rejuvenecimiento del público y eso se debe a esta dinámica. Y los verdaderos poetas ya están aprendiendo que la honradez del género no tiene que ver con las ventas (aunque bienvenidas sean) o con el número de me gustas. Es más importante la exigencia personal. Algunos académicos de la Lengua son más peligrosos para la calidad y la salud de la literatura que los jóvenes poetas de las redes sociales.
P: Abordando el título del Ciclo Literario que hoy abres en Elche. ¿Crees que ha llegado el momento de dignificar la palabra?
R: Bueno, siempre es necesario dignificar la palabra, porque las palabras son nuestro contrato social, lo que constituye una comunidad. Un idioma es un patrimonio común, lo que permite entendernos, comprender a los demás y dar nuestras propias explicaciones. En épocas que renuncian a las ilusiones colectivas, basta con un lenguaje empobrecido. Digo Ok o Vale y ya está. Pero cuando se quieren consolidar una comunidad, un diálogo, es necesario matizar, cuidar las palabras, poner cuidado en lo que se dice. Cuidar las palabras es cuidarnos.
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