“De lo que las almas están ávidas
es de lo que se inventa en la Torre de Marfil.”
Ramón Gómez de la Serna
Lupo Sol es un pintor. Pinta desde que se levanta hasta que la luz ya no permite más. Pinta como los pintores antiguos, no por elección, sino porque no tiene más remedio. Es su oficio. Y lo ejerce de sol a sol. Y a veces, como el Lupo/lobo que es , aún más allá, bajo la luna llena. En su estudio, pequeño y austero, se acumula una producción incesante. Las cortinas, echadas lo justo para que la luz del sol permita apreciar el color sin quemar los tonos. En ocasiones extremas, con luz eléctrica, con la luna, pero eso, como recuerda él., no es bueno para mirar el óleo.
Lupo Sol no para de pintar, y cuando para, como cuando tiene que enseñarnos su obra y explicarla, se le nota inquieto. Respeta su oficio, y no le gusta la cháchara, o las explicaciones banas. Él es pintor y pinta. En la radio siempre hay música. Una música que bien podría ser de Boris Vian, y quizá Lupo Sol es Boris Vian reencarnado. Menos golfo, más trabajador.
Educado en la ilustración (“Si yo aprendí con Robert Crumb y con los cómics”) , fue descubierto en primer lugar por el movimiento Stuckista. El Stuckism, que no tiene traducción en castellano, o la tiene difícil, surgió como una reacción contra el arte contemporáneo de sentido difuso. Él no quiere entrar en estas disquisiciones, pero por ahí empezó a ser conocido fuera de nuestro país. Ha expuesto en Londres y Nueva York, aunque apenas en España.
Después de años con la proximidad de la ilustración vino Matisse, Cezanne, Chagall, los expresionistas alemanes, el color, la forma y la gran pintura. Esa que está llena de matices y donde la belleza y la fealdad discuten de política, de costumbres, de la vida cotidiana y de su choque contra lo necesariamente sublime. Su pintura está llena de escenas que parecen oníricas, pero son realistas hasta la náusea, y que son costumbristas, pero parecen soñadas dulcemente. Su paleta es fina y cada vez hay más matices en su luz, desde el trazo claro de las formas hasta el titilar de colores, que dan un volumen delicado y tierno a sus “improvisaciones”, como él las denomina, recreaciones figurativas de escenas de amor y miedo, que es quizá su terreno temático predilecto.
Este viernes y sábado hay en La Peluquería un pintor de verdad. Un pintor que pinta. Que todo lo que tiene que decir lo dice con su obra. Un futuro cargado de pasado, que ningún buen aficionado debería perderse. Es lo que queda del arte de verdad.
Si os apetece asistir a las sesiones, debéis contactar con el equipo organizador para confirmar asistencia en su perfil de Instagram: www.instagram.com/lapeluqueria.art
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