La muerte de un escritor hace que sus lectores y los que no han leído  jamás un libro suyo, se interesen por su vida y milagros. A mí me interesan a menudo más estos avatares que sus obras, no sabría decir la razón pero intuyo que siendo yo un Bartleby -es decir, un escritor frustrado por autonegación- quiero saber por qué demonios esos personajes se han dedicado a un oficio tan extraño. Que, la mayoría de las veces,  sorprende a ellos mismos. Martin Amis (1949-2023) dejó entre novelas y ensayos un par de relatos autobiográficos (Experiencia, en 2000 y Desde dentro, en 2020) en los que confiesa sus motivaciones y cuenta anécdotas sobre su propia vivencia como autor. En una ocasión vio en el metro de Londres a un lector que sonreía a ratos, con énfasis algunas veces y otras no tanto, y estuvo a punto de hablarle, pero se contuvo. “Aquel día me dije: Escucha, esto va a sucederte continuamente; acostúmbrate”. No volvió a sucederle en mucho tiempo, unos quince años después en un avión. Cuando su primera novela ganó un premio se dijo también que debía acostumbrarse, pero no volvió a ocurrir. “Mi padre me dijo la única cosa que puede decirse de los premios: que está bien si tú los ganas” (Experiencia, pág.65).

AMIS SEGÚN HITCH

El humor y la erudición, el uso documentado y exquisito de su primer y gran, único amor -la lengua inglesa- son la característica más notoria de su extensa obra. Tanto su país natal, Reino Unido, como el adoptivo, Estados Unidos, donde falleció a los 73 años, hace unas semanas, fueron el blanco de sus sátiras. Deja una bibliografía muy interesante no solamente por polémica sino porque Amis fue un escritor brillante y de una personalidad muy especial. Se diría que es un autor o novelista para otros escritores, tal es su singularidad y eso explica en gran parte su éxito.

No se puede tener una visión de gran angular del personaje Amis solo por la lectura de los libros de memorias citados anteriormente. Tal vez la perspectiva del retrato biográfico de Martin Amis-Marty para sus amigos está completa con el capítulo titulado Martin en las memorias de su inseparable gran amigo Christopher Hitchens. Con él compartió gran parte de su tiempo desde que ambos se conocieron por intermedio del escritor Peter Ackroyd, siendo ambos muy jóvenes. Es cierto que Hitchens- “Hitch” para los amigos, recuerda que ya se habían visto fugazmente, pero no fue hasta ese momento en que los presentaron que surgió un “flechazo” entre ellos. Sin embargo, tras el encuentro y en medio de una partida de pinball quedó muy claro que tenían gustos literarios muy distintos. Hitch apreciaba a Graham Greene y Marty era fan de Nabokov y de Dickens. La siguiente reunión fue en compañía de sus respectivas novias y, relata Hitch, de ahí en adelante las cosas “fueron sobre ruedas”. Cuando Marty publicó su primera novela (El libro de Rachel), él figuró entre los invitados a una fiesta en su pequeño piso compartido. Eran los años del loco swinging London y los invitados iban a la moda de comienzos de los años 70, botas vaqueras y pantalones de campana. Hitch no perdió el tiempo y se fugó de la fiesta con la hermana del anfitrión a una habitación de hotel Hitchens, puntualiza aquí que tuvo sus dudas acerca de si esta elección podría tener que ver con algún deseo oculto por su amigo. Pero aclara que, con el tiempo quedó claro que su amistad con Amis era “la más heterosexual que un hombre joven puede tener por otro”. Y desde luego, no había duda que el atractivo de Marty Amis era fulminante, ya fuera por su gran parecido a Mick Jagger o por su apabullante personalidad. Pero el escritor era inequívocamente hetero, a tal punto que solía olvidar sus achaques ante cualquier visión femenina y en su vida tuvo tantos romances y encuentros sexuales que uno se pregunta cuándo le quedaba tiempo para ser escritor.

VIDAS PARALELAS

Martin Amis tenía algún hándicap, derivado de su infancia, cuando era un niño gordito y de baja estatura para su edad. Siendo adolescente, se enfundó en un moderno traje y al mirarse al espejo se avergonzó de su enorme trasero. Más adelante, sería su dentadura la que le provocaría sufrimientos físicos y psicológicos.

El padre de Amis, Kingsley, era uno de los novelistas más famosos en lengua inglesa y ese hecho perjudicó también a su hijo. Las relaciones paterno filiales no fueron nunca muy agradables, excepto en un breve período en que ambos parecieron entenderse a través del ingenio y el humor que desplegaba Amis padre en reuniones bien regadas con los caldos de su bien surtida bodega. De ello da cuenta Hitchens en ese capítulo de sus memorias , publicadas  en 2010 bajo el título de Hitch-22.

El éxito temprano de su amigo Marty fue una pequeña diferencia que separó estas vidas paralelas. Nacidos en el mismo año, les unió su afán por el debate público, la audacia de sus ideas, su origen judío-aunque lo conocieron tarde en sus vidas-y curiosamente la enfermedad causante de sus muertes: cáncer de esófago. Una dolencia que se llevó a Hitchens en 2011, también en Estados Unidos. Marty nunca pudo consolarse de esta pérdida, dicen sus allegados.

Marty y Hitch compartieron un mundo que convulsionaba con las últimas guerras coloniales, con la revolución hippy, con la revolución en Cuba (Hitch llegó incluso a cortar caña en la isla caribeña) y en el plano personal también tertulias literarias con la crema y nata de la intelectualidad británica, mucho alcohol y amores. Sus conversaciones íntimas versaban las más de las veces de mujeres que ambos habían conocido carnalmente. “No todos nuestros placeres eran inocentes”, confiesa aquí Hitchens. En una ocasión visitaron juntos un elegante prostíbulo de Nueva York, aunque con propósitos estrictamente literarios según asevera Hitchens en este capítulo dedicado a sus aventuras comunes. Christopher aprendió de Amis a apreciar a Nabokov y recibió de buena gana su aprendizaje literario e incluso gramatical de su amigo, que le devolvía sus manuscritos corregidos a lápiz rojo.

Martin Amis, del que he leído solamente su curiosa biografía de Stalin, Koba el temible  y Experiencia, merece que vuelva sobre sus pasos, a su escritura concisa e inteligente. Decía que escribir era simplemente contar historias, pero que valieran la pena de contarse y hacerlo bien. Como solo él sabía hacerlo.

Descanse en paz, el joven iracundo de una época irrepetible y fascinante. Junto a su colega Hitch estarán montando gloriosas juergas en el Más Allá.