Finalizamos el año en que iniciamos esta sección con una excepcional poetisa, Ada Soriano, que no solo publica sus versos, sino que también se empeña, generosamente, en difundir los de otros poetas, algo que hemos visto en alguna otra autora que ya ha colaborado en esta sección, como Esther Abellán.
Ada nació en Orihuela, ciudad tan estrechamente ligada a dos de los mayores autores de nuestra historia literaria del siglo XX: el poeta Miguel Hernández y el novelista Gabriel Miró. Orihuela rezuma literatura, pero no todos los oriolanos pueden ser poetas como lo es Ada, autora de nueve poemarios -siete libros y dos plaquetas- y de dos libros de entrevistas realizadas a poetas de toda España, el segundo de los cuales, No dejemos de hablar II, es su publicación más reciente. Por otra parte, Ada se ha ocupado de la co-dirección y edición de revistas literarias como Empireuma y Lucerna. Su vocación literaria y su entrega a la poesía están fuera de duda y basta leer su carta para verificarlo.
Querida Consuelo:
Estos versos que hoy te envío son una confesión de cómo la poesía se presenta ante mí. Los he extraído de mi libro Cruzar el cielo: “Y a ti, poesía, / por las contradicciones que me creas/ en mi temor a escucharte y engendrar poemas/ que conmueven mi mente y aceleran mi pulso. / A ti, que te paseas por mi conciencia/ y me bautizas rara y compulsiva. / A ti, incontrolable y poderosa, que surges de súbito/ y me conduces por las escaleras del miedo / y me haces rodar por el suelo resbaladizo de los toboganes.”
Ay, las musas. Tengo cierta predilección por Calíope y Euterpe, pero pienso que Mnemósine -madre de todas las musas, considerada la personificación de la memoria-, tiene vital importancia porque alude a eso mismo, al recuerdo.
En cualquier momento del día o de la noche puede llegarme inesperadamente una voz, una señal, una idea, una llamada que me alarma, algo que me hace vibrar. Tal acontecimiento me ilumina y me enciende por dentro. Te hablo, bien lo sabes, de lo inevitable. Y procuro que el pensamiento esté ahí, actuando como catalizador, es decir, agrupando y dando sentido a tan mágica extrañeza. Declaró el escritor Harold Bloom, en una entrevista que le hicieron en 2015, que “el pensamiento depende de la memoria: si no puedes recordar, no puedes pensar”.
Todo esto que te digo lo he ido aprendiendo a lo largo de muchos años. Aun así, tengo dudas. Te confieso que he preparado en un archivo mi poesía reunida, y que he aprovechado para hacer trabajo de lima. Ahí están mis horas de dedicación. Por supuesto, el amor. Importa leer, poner mucho amor en la lectura y, cómo no, en la escritura. El amor es un sentimiento imprescindible en la creación. Cuando se ama -así lo creo- nos llenamos de emoción, humanidad y belleza. Igual ocurre con el desamor, aunque pueda resultar paradójico.
Cuando escribo pongo especial atención a desvelar lo justo para poder dar cuenta no solo de lo que se dice sino de lo que se dice sin decir. Ahí la sugerencia y mi profundo respeto por lo sagrado. Es la poesía mi fe. Es lo que me queda cuando todo a mi alrededor se desmorona.
Es la poesía quien me sitúa y me descoloca, y quien me acerca a los poetas y a creadores de otras artes, y quien me ha inducido a reseñar sus obras, aunque no muy frecuentemente porque soy lenta en estas labores. Requieren tanta atención…
A finales de 2016, a consecuencia de una antología de poesía andaluza que me regaló el poeta granadino Antonio Enrique, autor de la misma, sentí la necesidad de entrevistarlo. Y lo hice. Y me entusiasmé. A partir de ahí, cada obra que recibía me conducía a una lectura intensa, a un trabajo gozoso, a la necesidad de implicarme en las recreaciones de los otros. Y gracias a Juan José Martín Ramos, editor de Polibea -también a Matilde Muñoz, su inseparable compañera- salió en 2019 mi primer libro de entrevistas literarias titulado No dejemos de hablar, en el que aparecen 19 poetas de diferentes generaciones y de diversa trayectoria.
Este 2022, como bien sabes, se ha publicado -también en la editorial madrileña Polibea- un segundo volumen de entrevistas literarias del mismo título. Esta vez he convivido con 24 poetas, hombres y mujeres, también de diferentes generaciones y con variadas trayectorias. Dos de las entrevistas, por cierto, las elaboré conjuntamente con el poeta José Luis Zerón Huguet, a quien por supuesto entrevisté.
Digo ahora, sin olvidar nunca a los entrevistados en el primer volumen, de Esther Abellán, Marta Agudo, Fernando Alonso y Frías, Verónica Aranda, Ramón Bascuñana, Pilar Blanco Díaz, Agustín Calvo Galán, Pureza Canelo, José María Castrillón, José Cereijo, Carmen Díaz Margarit, Jordi Doce, Rosa García Rayego, José Iniesta, Yolanda Izard Anaya, Miguel Losada, Juan Lozano Felices, José Lupiáñez Barrionuevo, Fulgencio Martínez, Luisa Pastor, Fernando Pastor-Mata, Javier Puig, Anna Rossell y Ada Salas.
No quiero finalizar esta carta que hoy te envío sin asegurarte que no he realizado las entrevistas por mera complacencia, a pesar de que he puesto mucho el corazón. Y decirte también que soy consciente de los poetas que me he dejado en el tintero.
Recibe un abrazo, con mi cariño y mi gratitud, y no dejemos de hablar,
Ada Soriano
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