Esta nueva sección pretende acercar al público lector las novedades literarias escritas por mujeres que se presentarán ellas mismas para darnos a conocer su perfil más personal y las motivaciones que las llevan a la escritura.
Beatriz Planelles Fernández publica su primer poemario, Fantasmagorías, en los umbrales de la madurez, pero, como ella misma confiesa, escribe desde que era una niña. Saludamos esta iniciativa de Beatriz y de todas las personas que un día deciden compartir ese tesoro tan particular de la escritura literaria.
Esta autora alicantina es Licenciada en Psicología por la Universidad Miguel Hernández, Doctoranda en Psicología de la Salud y Funcionaria del cuerpo de Profesores Técnicos de Formación Profesional. Ha recibido formación superior en Terapia Gestalt y ha hecho diversos cursos en el Instituto de Psicoterapia Emocional y técnicas de grupo especializándose en psicoanálisis infantil y de adultos y en cuentoterapia, técnica que combina lo médico y lo literario. Desde 2013 trabaja como profesora del Ciclo Formativo de Grado Superior de Educación Infantil en el I.E.S F. Figueras Pacheco de Alicante.
Diez años antes de su poemario Fantasmagorías, aparecido en 2021, publicó el cuento infantil «Irene, Cristina y Tadeo en los pozos de nieve», en 2011 en la editorial Àrea Oberta S.L.
La poesía es rebeldía.
La poeta se rebela contra el estado de las cosas. Quiere sentir algo más, ver algo más, creer algo más.
La poesía es aceptación. Aceptar el misterio que hay entre dos notas del piano, en el sol de las tres de la tarde del invierno tardío de marzo.
Y querer explicarlo. Explicarlo, de forma perfecta, precisa, con una exigencia de concreción casi cruel.
Por ello utilizo las palabras, para explicar, para comunicar lo que hay más allá de las palabras.
De esa necesidad, de esa pulsión de poner en palabras cada hecho que sucede, cada hecho imaginado, nace mi escritura.
Mi niña de 13 años no entendía nada, (la adulta de 50 tampoco entiende casi nada). No entendía el mundo adulto cuya absurdidad se está manteniendo en el tiempo.
No entendía por qué la gente de su alrededor no sentía como ella, no veía lo que ella veía, ni estaba tan enfadada como ella.
El papel se transformó así, de una forma natural e involuntaria, en el único medio que podía sostener y acompañar aquellas sensaciones, aquellos sentimientos que me asaltaban y que eran difícilmente comunicables a través del lenguaje cotidiano.
Luego, durante toda mi vida, en momentos de soledad y tristeza el papel siguió soportando mis tribulaciones. Para empezar a escribir los momentos de alegría tuve que llegar a la mediana edad.
He escrito siempre.
Y la poesía, la literatura ha sido mi sostén.
El deslumbramiento producido por el primer libro de poesía que me compré, una antología poética de Lorca, un libro que está hoy viejito y del que me da miedo pasar sus páginas, todavía continua.
Leía mucho cuando niña. Cuando empecé la adolescencia y la juventud leía vorazmente. Mucho más y mucho más intensamente que ahora. En algún sitio está escrito, que no se vuelve a leer como cuando tienes quince años. Es cierto.
Los escritores y escritoras me acompañaron durante años, las relaciones sociales no han sido nunca mi fuerte, y sentía que en los libros la vida era más intensa, más cierta que en la realidad.
La fascinación ante Faulkner, (todavía me quedo pasmada ante “Mientras agonizo”).
Dostoyevski y Chejov, más que Tolstói. Kafka y Margarite Duras.
La inteligencia y la guasa de Jane Austen.
La sabiduría de José Luis Sampredro, el devocionario de Anna Rosseti , Obabakoak de Atxaga.Los múltiples mundos de Pessoa, el mundo cierto de Miguel Hernández. Solo son algunos ejemplos de mis compañeros y compañeras de viaje.
Seguí estudiando, a veces con mayor fortuna que otras.
Luego llegaron años duros, en donde la vida académica me daba solo disgustos y la literatura seguía allí, mientras no tenía muy claro que era lo que estaba haciendo.
Porque evidentemente, había tomado un camino que no es que fuera equivocado, es que no era el mío.
Vino, después el cambio de rail, y pude tomar los estudios de Psicología. Mis ansias por entender la conducta humana, el comportamiento social, pudo al fin encontrar un sentido.
El amor por la psicología me sigue acompañando, y este amor, es el culpable que mis lecturas actuales sean sobre todo de esta ciencia, pero sin abandonar nunca la poesía.
La pandemia situó a la muerte en primera línea. Nos la hizo a todos patente, y pensé que si me pasaba algo (malo) mis papeles que siempre me han acompañado allí por donde he ido, acabarían en un contenedor de reciclaje.
No podía imponer a nadie el ordenar el desorden absoluto de lo que llevo escrito.
Una editorial de Valencia, posdata ediciones, admitió mis poemas para publicarlos. La alegría de ver impresos mis poemas por primera vez ha sido muy grande.
Escribo para publicar, mi humildad engañosa no puede hacer nada para ocultar este hecho tan obvio.
Luego vino el cariño infinito de familia y amigos que tuvieron la generosidad de comprar el libro. Y que lo recibieron con bondad.
Finalmente, ha ocurrido una serie de acontecimientos que parecen sacados de cualquier cuento de hadas (casi nunca Disney, siempre los clásicos).
Mis dos hadas madrinas de la librería Cilsa, Pepi y Clara, Clara y Pepi, que me han apoyado en su librería y en las redes, desde el primer día en que les llevé mi libro, se lo ofrecieron al Dr. don Francisco Más Magro, un día que entro en su librería. Francisco, consideró que aquellos poemas eran compartibles, y me presentó a doña Consuelo Jiménez de Cisneros.
Ambos me han acogido, y me están acompañando en este camino de mostrar lo escrito, que estoy empezando a recorrer. Se lo agradezco a ambos.
Beatriz Planelles Fernández.
Fantasmagorías. 2021. Editorial Posdata ediciones.
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