La cultura y el patrimonio forman la base sobre la que nace la identidad de un pueblo. Es así como Sax ha apostado por la puesta en valor y difusión de la obra del gran pintor sajeño Pedro Caldés Náger.
Pedro Valdés nació en esta localidad alicantina en el año 1906, pero pronto tuvo que mudarse con su familia a destinos como Almería o Valencia, donde se embriagó de la luz del Mediterráneo. Después de conseguir una prestigiosa beca en Roma, tuvo que participar en la Guerra Civil. Después se asentó en Alicante, donde participó activamente tanto en la formación de nuevos artistas, como catedrático y profesor de distintos centros, como también en la vida social y cultural de la capital levantina en exposiciones y concursos. Ffaleció en su pueblo natal, en el año 1996, donde desde 1975 se había retirado para pintar los paisajes del valle del Vinalopó, los elementos cotidianos o inmiscuirse en la vida de su pueblo, sus fiestas y sus tradiciones.
Con su estilo lleno de luz, sus composiciones paisajistas y costumbristas son el reflejo de la naturaleza y la vida en el término municipal de la Villa de Sax pasados por el filtro y la perspectiva de Pedro Valdés Náger. Es esa la esencia de las obras de arte que se podrán ver tanto en la exposición como en el libro y la página web que se presentan el día 29 de octubre de este año 2022 en el salón de actos de la Mayordomía de San Blas.
La familia Valdés, junto al ayuntamiento de Sax y el historiador sajeño Alberto Ochoa, han organizado está propuesta
Sax es una de las poblaciones más emblemáticas de la provincia de Alicante. Su imponente castillo, junto a su historia, sus fiestas y sus vecinos hacen de este lugar la población perfecta para que se desarrollen talentos como el de Pedro Valdés y su familia. La cuna que vio nacer a este pintor estaba rodeada de las Fiestas de Moros y Cristianos, pero también de una de las familias más antiguas de la Villa de Sax, lo que conllevaba su implicación en muchos de los ámbitos de la vida de este pueblo.
La vida y la obra artística de la familia Valdés, sobre todo de Pedro y de su hija Julia, son inconmensurables, tanto que ya estamos trabajando en un estudio sobre el patrimonio, la historia y el arte relacionados con esta familia. Igualmente en el mes de septiembre del año 2021 desarrollamos una conferencia sobre estos dos pintores. Obviamente, debemos agradecer a Julia Valdés por su apoyo y ayuda tanto en este proyecto como en otros muchos, con la esperanza de seguir descubriendo la importancia en el arte y en la historia de Sax de la familia Valdés.
La colección de obras que se presentan en este catálogo y en su consecuente exposición realizan un recorrido por las obras dedicadas a Sax por el pintor Pedro Valdés Náger y que se encuentran depositadas en la casa solariega de la familia en Sax, cuyo patrimonio está siendo actualmente gestionado por su hija Julia Valdés. A pesar de haberse realizado distintos estudios sobre la vida y la obra de don Pedro, aquí pretendemos dar una visión centrada en la influencia de toda su trayectoria profesional y personal, embriagada por la luz del Mediterráneo, y su contribución a la historia de Sax. Para ello, además de analizar los aspectos biográficos más importantes, son necesarias las referencias, tanto en este texto como en el catálogo que sigue a continuación y en la propia exposición, de la visión que él plasmó en sus obras sobre Sax y el valle el Vinalopó, la perspectiva del ambiente doméstico que él tuvo en relación a la naturaleza, además de su unión, y la de la familia Valdés, con las tradiciones sajeñas y festividades sajeñas.
PINCELADAS DE LA VIDA DE PEDRO VALDÉS
Pedro Valdés nación Sax en el año 1906 en la actual Gran Vía, entonces calle Murcia, y estuvo relacionado con la comparsa de Moros desde bien pequeño. A los pocos años de edad ya conoció la luz del Mediterráneo al trasladarse con su familia a Almería, cuando su padre, Joaquín Valdés, fue destinado a esta ciudad andaluza para ejercer como ingeniero técnico del catastro. Allí no solamente se embriagaría de los colores del mar o de su olor, sino también de los trabajos relacionados con la pesca y de la esencia marinera. En esta ciudad andaluza es donde comenzaría a dar sus primeros pasos artísticos en la escuela municipal. Después la familia se tuvo que trasladar a Valencia y desde allí fue internado, junto a su hermano Fernando, en el colegio de los Dominicos de Onteniente cursando los primeros cursos, con 11 y 12 años, de  Bachillerato, que terminó en Valencia. En esta etapa la añoranza que sentiría por su pueblo natal se reafirmó al coincidir con los Hermanos Sols en Valencia, los cuales habían sido compañeros de juegos en su infancia en su pueblo natal. A pesar de volver a separarse los destinos de los amigos sajeños por los avatares profesionales de la vida, Alberto Sols y Pedro Valdés volvieron a coincidir en el entierro del hermano del primero, reconociéndose al momento, ya que el científico dijo “¡Hombre, Pedro el pintor!”, y la emoción inundó el reencuentro de los viejos amigos.
El año 1923 supuso un punto de inflexión en los estudios del joven Pedro Valdés, ya que ingresaría en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos en Valencia. Inmediatamente, y acompañado temporalmente por su madre, se trasladó a Roma conociendo los monumentos, cultura y personajes de la capital italiana. Se presentó a una oposición de Dibujo, con la que obtuvo una beca de estudios en la «Reggia Academia Belle Arti». Fue su mentor el entonces famosísimo pintor Vicente Poveda, de Petrer, quien, afincado en Roma, era uno de los pintores y retratistas más afamado de la alta Burguesía Italiana. Los retratos que no le venía bien realizar, como por ejemplo los de niños, se los pasaba a Pedro, se hicieron muy amigos y realizaron algún que otro viaje a España a visitar a la familia. En uno de estos viajes fueron a visitar a Sorrolla, que no estando en su casa les indicaron que estaba pintando en la Playa, y así conoció Pedro a Sorolla bajo un gran toldo enfrascado entre pinceles pintando a unos niños que jugaban en la orilla del mar. Antes de regresar a España, recorrió toda Italia, Paris y la costa Azul.
A su vuelta a Valencia  terminó en un solo año los cuatro cursos de la carrera de Bellas Artes que había abandonado al irse a formarse a Italia. En 1935 encontramos a Pedro en Alicante, comenzando una vida dentro de los círculos artísticos de la ciudad. Ese año es cuando diseña y pinta una hoguera inspirada en Tabarca y en la luz del Mediterráneo. Su técnica impresionista, centrando sus obras en los paisajes alicantinos, además de practicar algunas otras composiciones, haría que le encargaran dos fogueras una en la Plaza de Hernán Cortes y la otra, dedicada a la isla de Tabarca, para la avenida Mendez Nuñez de Alicante. Pedro fue el encargado del diseño de la hoguera, además del responsable de pintarla, pero para inspirarse tuvo que viajar hasta la isla para volver a rememorar ese ambiente marinero que recordaría de su infancia. El equipo lo completaba Adrián Carillo, el escultor de la obra. Estaría constituida por tres cuerpos, una peana donde se representaría una imagen de la isla, un gran abanico central donde se pintaron unos grandes lienzos representativos de la vida de la isla, y una persona entronizada que sería la humanización, y casi deificación, de la misma. El resultado, la foguera de «La Isla olvidada» plantada en Categoría B y que obtendría el primer premio de Turismo (Ochoa, 2016).
En el año 1936 tuvo que participar en la Guerra Civil Española, siendo destinado a Almansa, con el grado de Teniente dentro del Ejército Republicano, aunque llegó a conseguir el puesto de Capitán. El fuego del enfrentamiento de la crueldad de la Guerra Civil Española le hizo convertirse en el pintor de algunos de los últimos recuerdos de sus compañeros. Ese mismo año contrajo matrimonio con Josefina Guillén, cuya unión dio lugar al nacimiento de Pedro José, Manuela, Joaquín y Julia.
En el año 1940 ya se instaló definitivamente en Alicante donde se embriagó de la luz de esta ciudad del Mediterráneo y donde formó su familia, además de formar parte del claustro de profesores de distintos centros. A partir del año 1941 participará en distintas exposiciones de la capital de la provincia (Rodríguez, 2001), además de en distintas ediciones del concurso provincial y nacional organizadas por la Diputación Provincial de Alicante, donde consiguió una medalla de oro, en 1941, y tres medallas de plata en 1943, 1947 y 1954 (Pastor, 2017).
En su carrera como docente podemos destacar sus puestos de profesor de Dibujo y Anatomía Artística, consiguiendo por oposición la cátedra en la Escuela Sindical de Bellas Artes de Alicante, en 1949. En 1956 opositó al Cuerpo de Profesores de Dibujo de Escuelas Superiores de Magisterio, siendo destinado a Bilbao, para luego volver a establecerse en Alicante. También ocupó el puesto de Catedrático de Dibujo en la Escuela Universitaria de Formación de Profesorado y Catedrático de Dibujo Técnico en  Instituto Politécnico.

SAX Y EL VALLE DEL VINALOPÓ EN LAS PINTURAS DE PEDRO VALDÉS
Se puede considerar a Pedro Valdés como uno de los precursores del paisajismo en la provincia de Alicante, donde la luz de estas tierras del Mediterráneo se vio plasmada en sus obras como una parte indispensable de las mismas. El paisaje nos habla de la naturaleza, pero nos hace referencia también a las personas, a su pasado y a su presente, como ocurre con las obras que Pedro Valdés dedicó a los paisajes del Valle del Vinalopó y, específicamente, a los paisajes sajeños, reflejando los valores y cualidades de Sax (Ortega Y Martínez, 2010). Habría que esperar hasta los años 70 del pasado siglo XX para que el realismo, con sus técnicas tradicionales, que tan bien plasmó nuestro protagonista en sus obras, se enfrentara al hiperrealismo internacional (Rodríguez, 2001).  Sí que, como indican algunos autores, lo sublime y lo pintoresco se incorporan a la pintura del paisaje a través del movimiento romántico (Pena, 2010), pero también es muy interesante observar como algunos autores relacionan el auge del paisajismo con la unión con la literatura con personajes como Gabriel Miró o Azorín (Sánchez, 2021). Tanto es así que analizando algunos fragmentos de la obra del sublime Azorín, como las «Confesiones de un pequeño filósofo» (1976), se puede observar como será Azorín quien con sus palabras haga perdurar para la posteridad una visión muy realista de los paisajes del Alto y Medio Vinalopó y que se podría aplicar también a los paisajes plasmados por los pinceles en las obras de Pedro Valdés.
«Peñas abruptas, lisas, se destacan sobre el cielo límpido, de añil intenso, y en los hondos y silenciosos barrancos (…). Y luego , en la tierra llana, aparece una sucesión, un ensamblaje de viñedos y de tierras paniegas, en piezas cuadradas o alongadas, en agudos conrijales o las paratas represadas por un ribazo. Los almendros mezclan su fonda verde a la fronda adusta y cenicienta de los olivos.»
A partir del año 1976 Pedro Valdés pudo disfrutar de una jubilación rodeado de la naturaleza del valle del Vinalopó. Se trasladó a su finca del Chaparral, cercana al pueblo de Sax, y desde allí, además de disfrutar de la caza y de la naturaleza, pintó interesantes bodegones, árboles, flores y naturaleza diversa, además de los castillos de Villena o Almansa.
Sin lugar a dudas una de las series más trabajadas por Pedro Valdés fue la dedicada a su pueblo natal, Sax. Encontramos en su obra diversas pinturas referentes sobre todo al castillo, vistas panorámicas del paisaje y el detalle de la Peña. En las distintas panorámicas en las que refleja a su pueblo en las pinturas Pedro muestra tanto distintos aspectos de su trazo como del urbanismo. Así es como se puede ver que ya en el año 1935 plasmó en uno de sus cuadros el Castillo de Sax desde el río o en el año 1969 pinta una de las obras de mayor tamaño que efectúa, con más de 3 m de largo, con un autorretrato y que se trata de una gran vista del Castillo de Sax. En 1987 refleja en el lienzo una bella panorámica de la iglesia y el castillo o en 1989 pintará los picayos de la Peña del castillo. Desde la finca del Chaparral también pintará el Castillo de Sax y la Peña Rubia en el año 1989.

LA COTIDIANIDAD EN LA PINTURA DE PEDRO VALDÉS
Pedro Valdés lo podemos considerar como un pintor paisajista, pero también costumbrista, a la hora, sobre todo, de apreciar la vida y el trabajo del campo, por ejemplo. Después de su jubilación en el año 1976 el matrimonio pasaría más temporadas en la finca el Chaparral, que en Alicante. Su estancia servirá tanto para afianzar las amistades de los distintos miembros de la familia con los vecinos, como también para que Pedro encuentre la inspiración tanto en los paisajes como en lo cotidiano, la caza, la fruta o las flores. Sobre esta etapa en la vida del Maestro podemos hacer referencia a las cariñosas palabras que  Antonio Pujol Fecé presenta en su tesis doctoral «Identidad y tradición. Una aproximación al tratamiento pictórico de la cotidianidad» (2017), donde dice:
«Don Pedro Valdés era el vecino de la casa de campo de Sax, y, como nosotros, pasaba en ella los veranos con su mujer y sus hijos, que eran amigos nuestros. Sus figuras llenan mi adolescencia: D. Pedro, con un humor un punto sarcástico, pero benévolo, doña Josefina, que se recuerda con cariño, ys su cuatro hijos.
Tanto don Pedro, como luego sus dos hijas, Manolita y Julia, fueron, además de pintores, profesores de Bellas Artes, en Alicante, Valencia y Madrid respectivamente, pero entonces eso era para mí un dato irrelevante, no hablaban de ello y mi recuerdo es la casa de «El Chaparral, las visitas de rigor en las que doña Josefina explicaba toda la vida y circunstancias de sus hijos, y las excursiones de todos los hermanos de una y otra familia en bicicletas sin luces ni frenos al cine local.»
Es de esta forma como, además de las vistas hacia el castillo de Sax, aprovechará don Pedro su estancia en el medio rural para plasmar en sus lienzos árboles y vegetales varios, como los almendros, cepas de vid, pencas de acelga, troncos de pinos, o cestos de frutos como las manzanas de la variedad «roja Benejama» que se cosechan por esta zona del Alto Vinalopó. Además, granadas, melones, peras, tomates, limones, higos, uvas, membrillos o calabazas se convertirán en los modelos que plasmará en sus lienzos. En estas fincas también eran de interés al maestro algunos rincones de las viviendas, con vistas a través de las ventanas o arcos, desde el interior o desde el exterior. Un aspecto interesante serán los tiestos, o macetas, en los que crecían algunas de las plantas que cuidaba con mimo su mujer y que en diversas ocasiones fueron modelos para sus obras. También animales como las liebres o las perdices se convirtieron en parte de las escenas de caza, bodegones de naturaleza muerta, que Pedro reflejaba en sus lienzos. Como anécdota hay que recordar la afición que tuvo hacia la caza y su interés en componer los bodegones al llegar a casa para pintarlos, mientras que su mujer esperaba para cocinar las presas del día.
La cotidianidad de las escenas de los lienzos de esta serie en la obra de Pedro Valdés hace que junto a esos frutos y animales utilizaba distintos recipientes y elementos para componer sus escenas. Tan importantes eran las piezas como también los fruteros, de cristal o de cerámica, bajos o con pie, el mortero con su maza, las mantas muleras, los manteles, tapetes de ganchillo o las sillas de enea. Dentro de los recipientes que utilizaba, son de destacar las composiciones con elementos de cristal y de cobre. El brillo, los colores y los reflejos serán importantes en estas piezas, aportando a las composiciones de los cuadros puntos de luz muy interesantes que muestran estos aspectos costumbristas al espectador.
Dentro de la cotidianidad, y a medio camino entre el paisajismo y el costumbrismo, debemos destacarla la minuciosidad y precisión con la que Pedro interpreta los elementos de la naturaleza y, en especial, las flores. Las rosas serán las protagonistas de muchas de las composiciones, tanto en ramos multicolores, en solitario dentro de botes con agua o jarrones de cristal o en capullos cerrados con esbeltos tallos colocados en jarrones altos de porcelana. La transparencia y delicadeza de sus tonos y colorido de sus pétalos, tanto con el óleo como en las acuarelas, hace que esté considerado como el mejor  pintor de flores, realista, de Alicante.  Además de las rosas de varios colores, los crisantemos, lirios, claveles y margaritas también tendrán su importancia en distintos cuadros. En todas las flores no faltarán los matices de luz y color que aportan a cada una de ellas y de sus pétalos una gran elegancia.
Otro de los aspectos que resaltan en la obra de este artista es la cotidianidad a la que hace referencia, no solamente al plasmar en sus cuadros los frutos, árboles, animales, recipientes  y flores que encontraba a su alrededor, sino también al trato cotidiano que tenía con sus amigos, vecinos y paisanos de Sax. En esta exposición se muestran no solamente los cuadros que se encuentran en la colección de Julia Valdés, sino también una selección de las obras que algunos sajeños encargaron al maestro y que han prestado para esta ocasión. En este caso hay que agradecer a Francisco Barceló, «El Cantimple», por su ayuda a la hora de localizar a todas estas personas que formaron parte del universo del Maestro Pedro Valdés y de su historia, contribuyendo a engrandecer su figura y su obra.