Desde su elaboración y publicación en 1948, la Declaración lnternacional de Derechos Humanos constituye a día de hoy un código de valores éticos superior por naturaleza y derecho a todos los demás. Representa hasta ahora la más avanzada culminación del desarrollo ético humano, la más perfecta regla de vida a seguir y uno de los únicos tres activismos válidos que a nivel mundial merecen toda lucha y todo esfuerzo, junto a la salud de nuestro planeta y la preservación y bienestar de los otros seres vivos que junto a nosotros habitan en él.

Un hecho que no se suele mencionar y no podemos olvidar sobre su origen e inspiración es que los conceptos que se reflejan en la Declaración Internacional de Derechos Humanos tal y como la conocemos, se materializaron y solamente se hubieran podido materializar en el contexto de nuestra cultura Occidental y su desarrollo histórico a partir de los modelos grecorromano y judeocristiano.

Otro hecho que nos debe quedar meridianamente claro es que los Derechos LGTBI son Derechos humanos y, aunque la Carta original no los menciona explícitamente, sí han sido reconocidos y consolidados a lo largo del tiempo por la misma ONU y por una serie de leyes de protección de nuestros derechos promulgadas en los últimos años en una gran parte de países del mundo.

Desgraciadamente, en estos todavía principios del siglo XXI, la situación de los Derechos Humanos atraviesa un momento muy delicado a nivel universal. Desde hace ya tiempo estamos conociendo y experimentando en los países de Occidente una curiosa laxitud a la hora de identificar y defender nuestros verdaderos intereses, los cuales nos aparecen fundidos en un viscoso magma relativista en el que toda opinión y toda política derivada de ella es válida, y aquéllas que cuestionen y ataquen los principios de identidad occidentales (y los Derechos Humanos van incluidos en este pack) parecen ser ahora mismo, en base a un estúpido sentido de «culpa» muy del gusto de las izquierdas, las obligatoriamente defendibles. Una laxitud unida al advenimiento de una recesión económica y cultural de alcance internacional, las cuales han propiciado ese mismo cuestionamiento artificial en la mentalidad de una gran parte de la ciudadanía y formado el caldo de cultivo idóneo para propiciar además, como reacción global, el ascenso de una serie de ideologías y políticas no deseables. Extremismos con ínfulas totalitarias que surgen y se venden como «remedios milagrosos» contra el malestar de esta época, tales como lo es el advenimiento a nivel mundial de una nueva reencarnación de los viejos totalitarismos ultraderechistas y de otros signos ideológicos que creíamos felizmente superados junto a la resurrección y potenciación de viejos sentimientos nacionalistas de diverso calado, todo ello imbricado a la resurrecta expansión de ciertos cultos y sectas religiosas fundamentalistas muy activas políticamente, entre los que resaltan la multinacional evangélica y, en el extremo opuesto, extremismos islámicos vendidos al por mayor como la consolidación de identidades nacionales opuestas a Occidente. Creencias contaminadas por la política, para las que los países occidentales y la herencia europea hemos quedado reducidos a un útil espantajo colonialista, explotador y también, paradójicamente y desde la perspectiva de su secular atraso, los representantes de una suerte de abyecta decadencia moral. Mitologías fundacionales y estrategias de creencia que se reactivan y florecen en países y ambientes paupérrimos y marginales económica y culturalmente, todo ello unido además a un inusitado florecimiento universal de negacionismos y conspiracionismos irracionales que, en esta propiciada estrategia de la alienación, se atreven a cuestionar todos los principios científicos que conforman el Mundo tal y como lo conocemos. Fanatismos varios, resentimientos de todo calado manejados oportunamente, que convierten a quienes los profesan en soldados adoctrinados en esta novísima y variopinta armada del caos.

La tierra es plana, el cambio climático no existe, la pandemia de COVID fue un engaño y el Hombre nunca fue a la Luna, ejemplos típicos de esa «cultura» mediática del pensamiento mágico que los fundamentalistas de la conspiración consideran engaños del «poder» para controlar nuestras mentes, y no sé qué más. Y las personas LGTBI, las mujeres, el inmigrante, en resumen, el diferente, hemos sido constituídos en pieza fundamental de este rompecabezas de pensamiento irreal y fanatizado, las culpables de todos sus males, la víctima propiciatoria a inmolar en esta nueva celebración de la más abyecta y zarrapastrosa alienación.

Ahí tenéis al enemigo: una maquinaria gigantesca, un terrorífico Moloch de múltiples cabezas, la mayoría de ellas enfrentadas y devorándose entre sí, las cuales en su totalidad configuran toda una ceremonia orgiástica del caos y la irracionalidad, la cual amenaza con arrastrar y aniquilar a nivel mundial todo principio y reducto de ética y razón. El advenimiento de una nueva Edad Media propiciada para su único beneficio por las minorísticas élites económicas que fomentan y manejan como verdaderos instrumentos quirúrgicos el control goebbelsiano de todas las teclas políticas, la aniquilación del estado de bienestar, el fomento de la ignorancia, la aculturación y el enfrentamiento, utilizando como siniestra comparsa el obsceno circo distractivo formado por redes y mass media.

Y, dada la situación extrema en la que vivimos ahora mismo, contra esa irritante debilidad por la utopía de ciertos folclóricos y extraviados progresismos, tenemos que señalar, siendo del todo pragmáticos, el flagrante delito moral que significa postergar un sólo Derecho Humano o disculpar cualquier falta contra ellos en favor de una mal entendida multiculturalidad, o también esa estrategia tan frecuente y utilizada en estos días como es sacrificarlo a la conveniencia coyuntural de un programa político local (las personas trans sabemos mucho de esto), o la actitud del todo hipócrita de rebajarlos éticamente a la misma altura de otros modelos inferiores, potencial o directamente dañinos para el bienestar del Ser Humano. En todo pretendido diálogo ético con otras culturas, filosofías e ideologías políticas que no los contemplen, debemos partir siempre desde la realidad tácita de esta superioridad y tener claro que los Derechos Humanos son, a nivel social y deontológico, la intocable línea roja que jamás se puede ni se debe cruzar o permitir ni apoyar que otros la crucen. De hecho, en la actualidad y para quienes esto todavía les importe un poco, el respeto a los Derechos Humanos, junto al respeto a nuestro Planeta y a los otros seres que lo habitan, constituyen la única y verdadera barrera diferencial entre esos dos conceptos a los que hemos dado en llamar Bien y Mal.

¿Y en la práctica, qué es lo que podemos hacer? Como activista me asaltan todas las dudas, y como Persona Humana me siento tan desorientada como la inmensa mayoría de quienes me estáis leyendo ahora mismo. Pero también siento y me invade tanta furia como para rebelarme contra las cosas que no son como deberían ser.

Lo único que me puedo plantear en este momento, dadas estas circunstancias de regresión de valores éticos y sociales que ahora mismo la Humanidad vive a nivel mundial e intentando evitar caer en teorías marcianas de dominguera ociosa, es darme cuenta de que Occidente y los valores que representa necesitan un enorme lavado de cara y un laborioso rearme ético, simplemente por nuestra propia supervivencia. ¿Y esto, cómo se hace?

En principio sólo se me ocurre abogar por la resurrección y aplicación de un Humanismo adaptado a las circunstancias actuales, y por el resurgimiento de una Ética Humanista que sustente como piedra angular la Declaración Internacional de Derechos Humanos y que, de alguna manera, pueda contrarrestar eficazmente a las ideologías económicas (no solo capitalistas) que la han sustituido en las últimas décadas. Naturalmente que en estos tiempos oscuros, a los que se suman como posibilidad una Tercera Guerra Mundial y la sombra de una catástrofe ecológica global, sería muy difícil y me arriesgo a que suene a utopía, pero éste es un trabajo que a nivel cercano podemos empezar a realizar l@s tres activismos desde nuestro no tan modesto lugar en la sociedad.

Naturalmente que Occidente ha cometido errores y me resulta ocioso recordarlo, pero los ha cometido al igual que se cometen en todos los países y regímenes políticos del mundo, en cuya historia siempre hubo conquistadores y conquistados, y éstas fueron desde siempre circunstancias propicias para que se desatasen los peores instintos del Ser Humano en todas las geografías y en todos los ámbitos. Pero en este momento tan difícil que atravesamos no valen ya bromas, vivimos una preocupante deriva global que debemos tomar del todo en serio. Y lo ideal para empezar sería y debe ser olvidar entre nosotros y de cara a la sociedad todo pacato complejo de culpabilidad, abandonar todo relativismo paralizador, recuperar nuestra antigua fuerza y confianza y luchar por nuestra supervivencia, nuestros valores, los valores del Ser Humano, cueste lo que cueste y siendo impermeables a toda crítica, que las habrá y muchas, precisamente desde aquéllos que defienden ese mismo relativismo y también de esos otros que defienden directamente y desde sus códigos antihumanos soluciones represivas. Pero estas mejoras debemos realizarlas y también debemos confiar del todo en ellas, no hay otra opción. Debemos desde nuestro lugar en la sociedad recuperar con toda consecuencia ese verdadero ascendente moral y ejemplo para el resto del mundo que representan los valores eternos de Libertad, lgualdad y Fraternidad, a los que podemos añadir ahora los de Sabiduría, Justicia y Verdad.

Educación, racionalidad, laicidad. Recuperar las Humanidades y valorar el estudio de las Ciencias fomentando la duda escéptica, ése es el camino de la verdad y el medio que deberían emplear nuestras sociedades para expulsar y hacer huir los fantasmas de la regresión. Ésa es nuestra verdadera lucha, la que siempre estuvo ahí, tras nuestra lucha infatigable por los Derechos LGTBI. Derechos por los cuales debemos seguir luchando sin desfallecer, no sólo porque los necesitamos por pura justicia, sino precisamente porque representan en este momento la parte más avanzada, el mascarón de proa de los Derechos Humanos que defendemos. Debemos ser a partir de ahora conscientes de que tras nuestros derechos estamos luchando por mucho, muchísimo más. Y no estoy hablando de esa sobada interseccionalidad cuyo significado pocos dominamos y más de uno utiliza tanto para un roto o un descosido. Hablo de tener las cosas claras y despejadas en nuestra cabeza, tener claros nuestros objetivos, tener claro que en nuestra lucha por un mundo mejor solamente cuentan los Derechos Humanos, los derechos de todos sin que ningún otro factor político o ideológico nos pueda distraer de este camino, el más recto de todos. Y quiero que quede muy claro que no se trata de rechazar los Valores Humanos que nos puedan enseñar otras culturas sino de aceptarlos siempre que enriquezcan la base humanista de nuestra lucha, pero sí de ser inflexibles extirpando de nuestros suelos todo rasgo de infección que atente contra los Derechos inalienables del Ser Humano, suprimir esos rasgos indeseables en nuestra comunidad autóctona a la vez que no permitir que estos u otros se filtren desde fuera. Y, para quien pueda pensar mal, no hablo de personas, sino de ideas. Toda persona debe ser libre de vivir donde quiera, pero también debe conocer y respetar las leyes y los códigos de conducta que rigen en el lugar donde elige vivir. Esto va para todos, y éste es ya un trabajo para otros, ya que excede nuestros medios y nuestras fuerzas. ¿Convertir el territorio de la Comunidad Europea en una especie de República de los Sabios? Quién sabe, y por qué no.. Tener sueños también es gratis. Los medios existen y, si hubiese voluntad, no sería imposible, aunque dudo que nadie le quisiera poner este cascabel al gato porque son demasiadas las alianzas políticas, defensivas y económicas las que nos atan y nos mantendrían paralizados en este momento, tanto entre los países de nuestro territorio como hacia países externos.

La ldentidad Occidental está ahí. Utilicémosla, mejorémosla y exhibámosla con el mismo Orgullo con el que exhibimos todas las banderas que denotan nuestras ldentidades Diversas, ya que es en esta ldentidad primigenia en la que nacen todas nuestras luchas.

Los tres principales activismos tenemos en nuestras manos volver a conseguir que el Ser Humano mire hacia delante y contemple el progreso científico, técnico y social con confianza. Un progreso que debería abandonar también toda actitud de capitalismo salvaje y preservar la sostenibilidad de nuestro planeta, que, ya se ha dicho muchas veces, pero por ahora es lo único que tenemos. Y esto tampoco está en nuestras manos, sino en la de todos. El mundo necesita un espejo de esperanza en el que mirarse, y eso podemos ser nosotros, todos aquellos que nos impliquemos en este ilusionante proyecto. Lo tenemos escrito en papel, simplemente pasémoslo a la práctica.