La denominación de origen Alicante trata sobre una viña en particular de la que sale un vino tan particular que está protegido desde hace cerca de 90 años. Un vino que se ha convertido en los últimos años en un producto no de primera necesidad, que se ha ido retirando de la costumbre de tomarlo todos los días y que ha cambiado la percepción y vinculación con los consumidores, alejándose de la tradición de una dieta mediterránea. Un vino pues, que hay que consumir y vender de otra manera.
Los esfuerzos y giros del sector del vino español han sido grandes para adaptarse a esta situación. Básicamente, con el cambio a un modelo de exportación que ha contado con grandes inversiones y apoyos del Ministerio, ICEX y muchas comunidades autónomas, donde este sector es clave.
En el caso de la DOP Alicante, como siempre la situación no es convencional. El viticultor de minifundio muy local y la reducción de la superficie, las pequeñas y familiares bodegas, donde todos hacen un poco de todo y un perfil de ambos con poca vocación exportadora, se ha convertido en un factor favorable para que los vinos de esta denominación de origen quieran quedarse en su territorio. De hecho, hoy en día el comercio nacional -pero que está centrado en la Comunitat Valenciana- es más de 70% de nuestra comercialización. Y no es un hecho de ahora, en las últimas décadas viene creciendo poco a poco. Es la estrategia de este Consejo apoyar mediante la promoción local, formación e información y experiencias cada día más vinculantes para el vecino, como para el turista.
En los vinos españoles esta situación se da en Canarias que lideran el comercio local, por sus condiciones insulares, pero también por su apego como producto local. Sucede con Abona, El Hierro, Gran Canaria, La Gomera, Lanzarote que tienen casi la totalidad de sus ventas en mercado nacional. O incluso con Binissalem, en Mallorca, con un 86% de ventas nacionales. O sucede con productos especiales por su tipología y que forman parte de la cultura local como en Montilla-Moriles, Condado de Huelva, Chacolí de Bizkaia, Manzanilla. Todos ellos además vinos de una personalidad indudable que les llevan eso sí, a ampliar su zona de acción a tiendas o restaurantes de fuera de su zona, con especialización o mayor calidad donde son un imprescindible.
Ese es el mismo caso de la DOP Alicante. Aunque la comercialización nacional tiene oscilaciones, su tendencia es positiva en general en 10 años. Pero lenta. Algunas bodegas exportan, pero volúmenes pequeños (en conjunto la exportación solo supone 3.402.700 l) y el volumen principal se centra en el mercado nacional con 8.856.000 litros que es un volumen incluso mayor a las comentadas anteriormente por lo que el índice de sostenibilidad puede ser mayor. Salvo algún caso de vinos que se venden en Madrid, Barcelona, o en zonas de Andalucía, la mayoría queremos centrarnos aquí. Que el vino se consuma en nuestro propio entorno, con nuestro mar de fondo, nuestras montañas o nuestros viñedos y castillos, entendiendo la zona, su clima, suelo y su historia. Las bodegas que han surgido en los últimos años, lo tienen difícil, pero van haciéndose hueco con grandes esfuerzos.
Vender y distribuir un vino en nuestra propia zona tiene un ahorro de huella de carbono extraordinario, unos menores costes de distribución (son muchas las bodegas que hacen incluso su propia distribución, evitando encarecer precio y almacenamientos). Y sobre todo fomenta una agricultura local y una protección del territorio especialmente sensible en estos momentos, donde el bajo consumo hace temer la rentabilidad del viñedo, ya lastrada desde hace décadas, junto con otras amenazas.
Además, la artesanía del vino local conforma un “cluster” de proveedores locales muy interesantes. Salvo el vidrio -que es una gran industria globalizada- todos los componentes están a pocos kilómetros (cartón, etiquetas, etc.) e incluso los desechos de la industria se envían relativamente cerca, a la Mancha. Lo que sumado a lo una mejora de la comercialización local, crearía un modelo de economía circular realmente interesante.
Además, hay una tendencia ahora mismo a un consumo de productos locales muy sensible en la gente joven y en consumidores extranjeros. Unido a la certificación ecología de nuestros vinos, suma muchos más puntos de interés. El consumidor lo ha entendido y está moviendo mucho el mundo en este sentido de un nuevo consumo responsable.
La hostelería local va mucho más retrasada en este sentido. Aunque se empieza a hablar de sostenibilidad en el modelo, en muchos casos, no pasa por parecer más que un lavado, pues, por ejemplo, vemos cada día más vinos de fuera en la oferta de cartas; al menos recomendándolos ya sería un logro; pero hay una tendencia a buscar ya no vinos españoles, sino de otros países, lo que aumenta la huella de carbono, los precios de intermediarios al producto final e incluso despersonalizar nuestra gastronomía.
En nuestro caso queremos revertir y colaborar en el cambio de este modelo, con formación, información y con sensibilización. Y sobre todo, antes que nada, ofreciendo mayor calidad cada día. No queremos que sea solo un argumento de responsabilidad, pero sí que hemos demostrado desde hace ya 20 años que la calidad de los Vinos Alicante DOP está avalada por toda la crítica y especialistas que han trascendido marcas en concreto, para señalar la valía de las materias primas como el monastrell o el moscatel, bienes comunes de todo el sector y la sociedad alicantina.
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