En otras ocasiones os he hablado de la muy urgente y necesaria creación y consolidación de un sujeto político sólido para las personas trans. Un sujeto político entendido como la descripción de lo que somos, junto a los factores que nos conforman como grupo interactuante en la sociedad. Un grupo social sujeto a derechos y a deberes tanto generales como específicos, los cuales deben mostrar una necesaria y justa relación de equidad con respecto a los derechos y deberes de todos los demás grupos sociales que conforman una sociedad democrática y sujeta a derecho como lo es todo régimen político avanzado.

Un sujeto político sólido y real para nosotras, las personas trans, debe siempre sostenerse sobre premisas sólidas y reales como base fiable para poder ejercer nuestro activismo, y sobre razones sólidas y reales para reclamar y exigir los derechos que aún nos faltan social y legalmente para poder consolidar esta equidad.

Un sujeto político sólido y real que ahora, a mediados del 2023, nos sigue faltando. Nadie habla de ello, no existe, ni está ni se le espera. ¿Y qué es lo que tenemos, entonces? Durante las últimas décadas la Comunidad Trans española hemos basado nuestra lucha en un sujeto político raquítico, evanescente y del todo inefectivo, un sujeto político secuestrado bajo premisas manipuladas ideológicamente, doctrinas acientíficas del todo falsas pero convenientes a ciertos intereses, y un buenismo ingenuo de pacotilla. Un sujeto político inoperante que se ha estrellado estrepitosamente a la hora de reclamar y exigir una Ley lntegral Trans que consolidase nuestros derechos a nivel nacional.

Ya lo sabemos y nos queda del todo claro: las personas trans somos Seres Humanos, y por eso debemos gozar de los mismos derechos que el resto de la ciudadanía. Naturalmente, esa verdad es obvia y no admite discusión. El problema es que en estos tiempos esta obviedad no les basta a algunos y, por mal que nos pese y, siendo como somos, un grupo social (engañosamente) joven y, para una gran parte de la sociedad, todavía desconocido y sujeto en la cultura popular a estereotipos falsos y del todo degradantes para nosotras, tenemos que armarnos con muchísimo más. La batalla en la calle es decisiva, y la tendremos que ganar con nuestra desnuda y resplandeciente verdad. Y la buena noticia es que argumentos reales y sólidos para reclamar nuestros derechos los tenemos de sobra.

Pero antes de ello deberemos salvar el obstáculo más importante con el que la Comunidad Trans nos tropezamos ahora de buenas a primeras, y que no es otro que nosotras mismas. En los últimos tiempos parecemos haber olvidado que la utilidad de nuestra lucha debería ser la de atender nuestras reclamaciones y exigencias, no las de los demás. Hemos permitido que sean otros los que nos parasiten y hablen por nosotras, hemos permitido que sean otros los que nos definan y definan nuestras necesidades, y hemos permitido a su vez que sean esos otros quienes nos suplanten, pregonando y proclamando sus derechos y ambiciones utilizando nuestra voz, colonizándola con su propio lenguaje, engañándonos y utilizándonos a nosotras y nuestras vidas para su propio beneficio. En este engaño la Comunidad Trans tenemos una gran parte de culpa, y sólo nosotras, las personas trans con una consciencia diáfana de nuestros derechos y reclamaciones, tenemos el poder de dar el vuelco necesario a este estado de cosas, simplemente porque a estas alturas nadie más lo va a hacer por nosotras.

Retomémoslo de nuevo, por cierto y obvio: somos Seres Humanos y lo somos en toda su amplitud, pero también lo somos en el sentido de que para que nuestro activismo sea efectivo no somos ni necesitamos ser el brazo político de ninguna ideología ni subordinar nuestra voz ni mucho menos la consecución de nuestros derechos aún no conquistados a ella. Es a partir de esta condición gloriosamente desnuda de Ser Humano con todos nuestros derechos y deberes desde la que debe nacer y expandirse este, ya más que quimérico, embrionario Sujeto Político. Y esta condición desde la que nace debe ser, además del principio, la verdad subyacente a todos aquellos factores que significan, implican y proclaman nuestra condición.

¿Y cuáles son estos factores?

Comencemos primero por LO QUE SOMOS. Empecemos hablando de BIOLOGÍA.

Biología, la base de nuestra fisicidad carnal, y también de nuestra mente y pensamiento… La base primordial que constituye todo lo que somos. Al contrario de lo que en estos días se suele proclamar desde diversos intereses políticos e ideológicos, la identidad de género del Ser Humano está demostradamente basada en condicionantes biológicos concretos, por lo cual no es ningún constructo social. Sólo es a partir de esta impronta biológica que a lo largo de nuestra vida actúan un conjunto aleatorio de influencias ambientales y educativas. Muchas de nosotras aún no lo saben porque nadie se ha ocupado de decírselo, y muchas otras no lo quieren saber porque se muestran satisfechas y cómodas con los falsos y esquemáticos conocimientos que hasta ahora se les han dado. Pero llega un momento en el que todas las personas trans debemos afrontar la verdad, nuestra verdad, y por nuestra propia supervivencia esto nos tiene que quedar muy claro a todas: no somos sentimientos, no somos subjetividades. Aquello que las personas trans somos, experimentamos y transmitimos es la manifestación de nuestra naturaleza biológica, ese gérmen primordial que conforma toda nuestra única e insustituible individualidad humana.

Como primera premisa para conformar nuestro Sujeto Político sólido, ya va siendo hora y debe quedarnos claro aceptar y divulgar el hecho de nuestras identidades trans en su completa dimensión como lo que somos y está demostrado científicamente: no un «sentimiento», sino una sensación o percepción basada en una serie de condicionantes biológicos que empiezan a fijarse ya desde el estado prenatal. Estos condicionantes son tanto neurológicos y genéticos como hormonales y, lo vuelvo a decir, sólo es a partir de este conjunto de improntas de fábrica que después empiezan a actuar a lo largo de la vida los ya conocidos y manoseados condicionantes sociales y educativos.

A la vez que asimilamos este conocimiento debemos desechar de una vez por todas de nuestro vocabulario las expresiones sentimiento y subjetividad, palabras que hasta ahora sólo nos han servido para que cualquier político cateto o malintencionado opinador de barra de ésos que por desgracia se prodigan tanto en la actualidad nos tache directamente como enfermas, degeneradas y toda esa sarta de estupideces con las que quienes me leéis ya estaréis de sobra familiarizadas. Y esto lo hacen, además, obviando el hecho de que hace ya algunos años que la condición trans directamente ya no existe en el catálogo de patologías de la OMS. La condición trans no es ninguna enfermedad, las personas trans no somos enfermas ni por lo tanto necesitamos ningún tipo de «cura». Y hasta que nosotras mismas no abandonemos esta evanescente y del todo falsa forma de pensar y de expresar nuestra realidad, no vamos a conseguir absolutamente nada. Nuestros derechos y reclamaciones se van a ver ridiculizadas por nuestro sempiterno enemigo, la transfobia militante, la cual, desde todos sus frentes, ha aprendido muy bien a jugar con la retórica: «No se puede legislar sobre sentimientos», «ser mujer no es un sentimiento», son algunas de esas frases que las personas trans estamos hartas de escuchar. Pues claro que no lo es, nuestra condición trans no es ningún sentimiento sino, lo vuelvo a recalcar, la percepción y manifestación de una constatada realidad biológica. La condición trans no es un sentimiento, no es una subjetividad ni mucho menos una enfermedad. Y esta incontrovertible realidad biológica podemos y debemos utilizarla a nuestro favor.

Sobre esta falsa teoría new age del constructo social se ha erigido la mal llamada y tristemente fallida Ley Trans, la cual, al basarse en la nebulosidad de esa nefasta premisa, ha acabado excluyendo y relegando a la no existencia a la infancia trans y a las personas no binarias, tratándolas desde las mismas políticas que han redactado y moldeado este documento legal, como «moda y capricho». Por otra parte, este documento de la vergüenza se ha atrevido también a excluir la violencia intragénero exclusivamente por razones políticas e ideológicas, y ha consagrado la extraña expresión «identidad sexual y expresión de género» desterrando la expresión Identidad de Género, que es el concepto científico consolidado desde hace décadas con el que se nombra aquí a esta parte constituyente de la personalidad humana en la mayoría de Leyes LGTBI y Trans autonómicas.

¿Qué hubiera pasado si para confeccionar esta ley se hubiera partido desde nuestra condición real, desde esta demostrada base biológica? Pues simplemente que en ella nuestra realidad humana habría encajado mucho mejor, por lo cual recibiría un tratamiento mucho más justo, el que de verdad le corresponde. Las infancias trans y las personas no binarias son una parte incontrovertible de este arco biológico, y por lo tanto son una parte integrada e indisoluble de ese todo que formamos las identidades trans. Desde el activismo trans debemos denunciar esta ley cosmética e ilógica, mutilada y corregida sobre una falsa realidad que no es la nuestra, aprobada de prisa y corriendo por razones electoralistas, creada para contentar a todo el mundo excepto a las personas trans. La mal llamada e inoperante Ley Trans no nos sirve, debe ser modificada o directamente derogada y lograr que de sus cenizas surja otra Ley edificada sobre el andamiaje científico, el único sólido y posible. Y un buen modelo para esta nueva y efectiva ley nacional podría ser perfectamente la Ley Trans de la Comunidad Valenciana, considerada directamente como una de las mejores y más avanzadas del mundo.

Resumiendo: tratar la condición trans, tanto desde la perspectiva biológica como desde la psicológica, no puede ser otra cosa que beneficioso para todas nosotras, porque es el único camino que parte de nuestra verdad científicamente demostrada. Quede bien claro que las personas trans no necesitamos ningún tipo de excusa ni pretexto para validar nuestra existencia, pero persistir en la teoría del «constructo social» tal y como se ha hecho hasta ahora y se sigue haciendo para reclamar nuestros derechos, resulta en la práctica lo mismo que crear mapas de rutas aéreas basándose en la teoría de la tierra plana.

La solidez de nuestra condición biológica avalada por la ciencia debe constituir para las personas trans la piedra angular de nuestro Sujeto Político.

Segundo factor: nuestra ANTIGÜEDAD Y PERVIVENCIA HISTÓRICA

Lejos de ser esa moda que predican algunos, las identidades trans, como condición biológica autoperceptiva, existimos desde que existe la Humanidad y nos respalda una amplia historia y mitología transmitidas a lo largo del tiempo en todas las culturas. A lo largo de los milenios, las identidades de género no normativas, junto a las condiciones más visibles de intersexualidad, hemos crecido y sobrevivido bajo una diversa gama de encarnaciones y denominaciones; en determinadas épocas y sociedades se nos ha considerado personajes de poder o mágicos y en otras se nos ha perseguido y se nos sigue persiguiendo hasta la muerte, por perturbar y confrontar el concepto binarista a ultranza que diseña esas sociedades. Se trata de un amplísimo legado de precedentes culturales que conforman nuestra identidad y del que las personas trans debemos sentirnos orgullosas.

Un legado que no es conocido todo lo que debiera, ya que generalmente los esfuerzos de divulgación de la historia de las identidades trans suelen pecar de superficiales, ya que empiezan a contarse desde los años 30 del siglo XX, cuando florece el inicio de la ciencia de la transexualidad con la revelación de un personaje icónico como es Lili Elbe y también la menos conocida Dora Richter, los dos primeros procesos de reasignación realizados en la clínica del doctor Magnus Hirschfeld, en Berlín. Así, la historia de las identidades de género no normativas se convierte erróneamente en una historia de la transexualidad.

Después y avanzando en el tiempo, se suelen rastrear las biografías de personajes del espectáculo, de activistas icónicas o de personajes histriónicos nada recomendables como ejemplo para la comunidad trans actual y mucho menos para nuestra infancia trans, como puede ser en España el caso de La Veneno, una mujer transexual desde siempre utilizada y ridiculizada, cuya tristísima biografía ha sido convertida recientemente en una especie de icono trans y pop. ¿Pero alguna habéis oído hablar de la investigadora Lynn Conway, pionera en el desarrollo del chip de silicio?¿O de Wendy Carlos, madre de la música electrónica y autora de famosas bandas sonoras como A Clockwork Orange o The Shinning?

Según esta reducida visión de nuestra historia reciente reconvertida en una historia de victimismo, las personas transexuales somos mártires de la sociedad que a pesar de todo tipo de ataques e incomprensión hemos conservado en el tiempo nuestra dignidad de Seres Humanos. Como discurso de superación y reivindicación de nuestra mayoría silenciosa empujada a vivir en los márgenes sociales me parece correcto, excepto que, tal y como comentaba al principio, las personas trans somos mucho, muchísimo más.

¿Conocéis la leyenda griega de Hermafrodito, al que los dioses fundieron físicamente con la mujer que amaba?¿Conocéis el culto a Cibeles, la diosa trans de la fecundidad y su amante Atis? ¿Sabéis lo que son las muxes mejicanas o las personas dos espíritus de los indígenas norteamericanos? ¿Conocéis a Catalina de Erauso, la Monja Alférez que bajo identidad masculina luchó en las guerras de la conquista de América? ¿Al médico

Elena (Eleno) de Céspedes, que desarrolló su carrera como cirujano en la España del Siglo de Oro?¿Conocéis a la valenciana Margarida Borrás, ajusticiada en la Edad Media por asumir socialmente su identidad de mujer? ¿O al Caballero de Eon, espía del rey Luis Xlll que en las cortes europeas alternaba su doble identidad masculina y femenina? O la leyenda de Rebis que se divulgó entre los primeros cristianos, la primera criatura humana que portaba los dos sexos, masculino y femenino, y de la que el propio Creador tuvo celos por considerarla un ser perfecto. O la interpretación filosófica del Opus Magnum, la piedra filosofal de los alquimistas medievales, que no era sino la metamorfosis final del propio alquimista a un estado superior de Humanidad, el Divino Andrógino, cuyo cuerpo fundía en su perfección física el equilibrio entre los dos sexos. Una metáfora tomada por uno de los padres de la psiquiatría, Carl Gustav Jung, como símbolo del equilibrio entre todas las partes del YO… Tenemos miles de ejemplos de esta valiosísima herencia cultural, que desde los abismos del tiempo nos sigue gritando quiénes somos.

La historia de las identidades trans y las no normativas no comienza en los años 30 ni en Stonewall. No sólo somos personajes folclóricos, no sólo somos activistas políticos, no sólo somos víctimas de la sociedad o la anécdota propicia para rellenar los noticiarios. Desde el principio del devenir humano hemos sido adoradas como dioses, perseguidas como demonios, e incluso algunos, como os comento, han llegado a considerar la mágica fusión simbiótica de los géneros masculino y femenino como el estado superior de la ideal evolución espiritual del Ser Humano. Una historia escondida y mucho más apasionante y rica que la que se suele generalmente divulgar. Ya es hora también de que la Comunidad Trans e lntersexual, las cuales hemos caminado juntas durante mucho tiempo, empecemos a conocer nuestras robadas raíces, transmitirlas y reivindicarlas con el lícito Orgullo que nos corresponde.

Tercer factor: ORGULLO DE SER PERSONAS TRANS

Aunque esto parezca una perogrullada en un texto que pretende ser activista, no tengo más remedio que subrayarlo porque ésa debe ser siempre nuestra actitud, siempre con la cabeza muy alta siendo conscientes de todo lo que somos y de todo lo que representamos.

Orgullo de ser quienes somos y nunca victimismo, sino todo lo contrario. Se trata precisamente de hacer valer nuestra naturaleza, nuestra esencia, nuestro espacio en la sociedad y nuestros derechos como Seres Humanos. Y nunca dejarnos pisotear. Contestemos siempre con racionalidad y, si es necesario, también con la pertinente contundencia a la más mínima ofensa, a la más mínima afrenta, al más mínimo cuestionamiento de nuestra realidad. De nosotras depende: si ejercemos de víctimas, como víctimas se nos va a tratar.

Y este Orgullo también debería significar no obsesionarnos nunca con ese peso llamado cispassing, con el que la sociedad mayoritariamente binaria en la que se desenvuelven nuestras vidas nos ha obligado a cargar y con el que somos laminadas para su propia conveniencia. Aunque naturalmente cada persona individual es y debe ser libre de realizar su elección de vida, nuestra actitud ideal no debería ser fingir por miedo una irrealidad que no somos para que la sociedad nos acepte, sino obligar a esa sociedad a que nos acepte y respete tal y como somos y como nosotras elegimos mostrarnos al mundo, justo como debe hacer con todo Ser Humano.

Las personas trans no somos y nunca seremos personas cis, ni tampoco lo necesitamos. Somos hombres y mujeres trans con todo lo que esta verdad conlleva, algunas de nosotras no son ni hombres ni mujeres. Ésa es la espléndida realidad que debemos reivindicar y de la que siempre y en todo momento debemos sentirnos Orgullosas.

Cuarto factor: DERECHOS HUMANOS

Como ya he mencionado en un artículo anterior en el que trataba el tema exhaustivamente, el reconocimiento de las identidades trans por nuestra Sociedad Occidental es ahora mismo la culminación y el mayor avance ético realizado sobre los derechos promovidos en la Declaración Internacional de Derechos Humanos. Cuando defendemos los derechos de las personas trans estamos en realidad defendiendo los derechos individuales de todo Ser Humano, la propiedad individual sobre su propia vida y su propio cuerpo, y esta realidad significa la mayor revolución ética de la historia humana.

Aunque todavía discutido por algunos, el poder de decisión sobre nuestro cuerpo es un Derecho Humano básico, un derecho que no debe estar de ninguna manera ni por ninguna razón sujeto a prohibición, restricción ni manipulación. Para ser del todo completo, este derecho sobre nuestro cuerpo debe comprender el ejercicio en libertad de su expresión, utilización y  transformación.

Quinto factor: TRANSHUMANISMO

Como ya hemos visto, las identidades trans tenemos un inmenso pasado a nuestras espaldas, pero somos también futuro y nuestra existencia simboliza por sí sola y sin complejos la vanguardia de este futuro ya no tan lejano.

El concepto de transexualidad forma parte por propio derecho del Transhumanismo, en el sentido en que esta por ahora poco  y mal conocida escuela de pensamiento defiende entre otras muchas cosas el derecho moral de aquellos Seres Humanos que desean utilizar las técnicas a su alcance para ampliar sus capacidades mentales y físicas con el objeto de mejorar el control sobre sus propias vidas, utilizando la carne humana como material moldeable y sujeto de cambio y experimentación de acuerdo con los designios de su voluntad individual (derecho de transformación).

Los tratamientos quirúrgicos y hormonales que utilizamos las personas transexuales para adaptar nuestro cuerpo a nuestra personalidad real nos incluyen por lógica y derecho dentro de esta innovadora mirada al futuro, la cual posee en sí misma la capacidad de modificar además todos aquellos viejos dogmas y conceptos sociales y éticos a los que esta perspectiva científica empuja y encamina a evolucionar. Como ya he comentado más arriba, las identidades trans existimos desde que existe la Humanidad, pero las personas transexuales que formamos parte de esta Comunidad somos por voluntad propia legítimas hijas de la ciencia y del progreso, tanto técnico como moral.

Concluyendo: la simple existencia de las personas trans y de las identidades de género no normativas significa, a nivel social y ético, el cuestionamiento, la transgresión, la provocación y la capacidad de transformación y liberación de la pesada cadena binarista que todavía funciona como uno de los pilares básicos de las sociedades actuales. Ése es nuestro poder, la razón por la que se nos teme y se nos intenta anular. Ahora debemos descubrir cómo utilizarla.