Septiembre en moda significa cambio. Es cuando hay que dejar atrás los relajados looks estivales e ir pensando qué ponerse en otoño. Para ello antes es preciso hacer un repaso al fondo de armario y rescatar prendas como una camisa blanca, un bolso de piel o tal vez un pañuelo de seda de nuestra madre o abuela.

Los diseñadores mediante campañas publicitarias empiezan a darnos ideas de vestuario como el working girl de Nina Ricci y Victoria Beckham, en maquillaje como los ojos ahumados en negro mate que propone Chanel y Tom Ford o en accesorios como los zapatos de tacón cuadrado sin plataforma de Mary Paz, Pura López o Jimmy Choo. Las revistas de moda, Vogue, Elle o InStyle, nos muestran en sus editoriales los diversos conjuntos que crean los estilistas tanto para el día como para los eventos nocturnos. Es entonces el momento de lanzarse a las calles en busca del par de zapatos perfecto y de ver tiendas y escaparates.

Aunque hay firmas inaccesibles para muchos como Dior u Óscar de la Renta existe vida más allá de Inditex. Hay siempre en cualquier ciudad una pequeña boutique con prendas de diseñadores desconocidos o emergentes, incluso tiendas vintage en las que, si comparamos el precio con la manufactura del remallado tal vez la diferencia no sea tan escandalosa. De hecho, he llegado a encontrar auténticas maravillas de confección española o italiana por 50 euros, lo cual no es tanto, si tenemos en cuenta que estarás invirtiendo en una prenda de calidad con un plus de originalidad que te evitará el horripilante ataque de los clones que a menudo vemos por la calle.

Personalmente me interesa lo que tienen que decir sobre tendencias Alberta Ferretti, Vivienne Westwood, Saint Laurent o Ion Fiz, entre otros, y no tanto lo que llevan las celebrities, bloggers e influencers, que exceptuando las apariciones como imagen contratada de una firma, su actuación se reduce a ser un mero instrumento de marketing. La diferencia significativa entre celebrities, la mayoría actrices y cantantes, es que, mientras que para estas la moda es algo complementario a su trayectoria profesional, las bloggers e influencers, ya sean hombres o mujeres, nacionales o internacionales, únicamente dependen de la repercusión en las redes sociales. A la mayoría no se les conoce carrera como tal, inclusive en cuanto a moda se refiere, pues no son periodistas de moda ni tampoco modelos, prácticamente no escriben, ni investigan sobre lo visto en pasarelas, en tiendas o mercadillos, sino que simplemente se dedican a exhibir lo que las marcas les regalan, envuelto en un estilo de vida aburguesado que hace las delicias de adolescentes y seguidores sin referentes que idolatran el postureo.

Parte de la redacción de Vogue USA, y más concretamenTe Sally Singer, directora creativa, fue la primera en atacar a las bloggers e influencers diciendo sobre ellas: “Estáis promoviendo la muerte del estilo”. Sarah Mower, jefa de la sección de críticas las calificó como “patéticas”. Nicole Phelps, especialista en desfiles y Alessandra Codinha, editora de noticias de moda, se sumaron a criticar tal modo de trabajar. A lo que Julie Zerbo, creadora de The Fashion Law, respondió llamándolas “hipócritas” en el artículo en la edición digital de Vogue. La polémica sigue inconclusa, pues las editoras no se han vuelto a pronunciar y las bloggers e influencers continúan haciendo su trabajo. Quizá, hacerse fotos a cada paso, cambiarse de ropa para cada desfile o fingir que te encanta usar un producto, puede ser una dudosa forma de hacer negocio, pero esto sucede porque algunas firmas, aprovechando el afán de cotilleo del público y de exhibición de las reinas de Instagram, han conseguido crear en una suerte de connivencia un triángulo amoroso de consumismo. Si el público dejara de seguirles, los departamentos de publicidad se verían obligados a cambiar su estrategia de venta y esto supondría la advertencia clara de que no todo vale.

En resumen, todo cambia y en moda el cambio debe ser una constante pero, lo que no deber cambiar jamás es premiar la dedicación y el esfuerzo de los profesionales que trabajan para hacernos soñar despiertos con cada vestido o cada fotografía, y no los likes en redes sociales que están haciendo ricas y envidiadas a personas sin talento. Entre zapatos, trajes y perfumes, ¿dónde está el espíritu crítico, querido público? Pregunto.