Este redactor tenía la curiosidad de asistir por fin a una de las Noches Gastronómico Literarias que se vienen organizando desde el año pasado en Elche. Los creadores de estas veladas han conseguido traer a algunas figuras tan destacadas como Almudena Grandes o la finalista del Premio Planeta, Cristina López Barrio. Este viernes 23 la ocasión era propicia, pues para su séptima edición el personaje escogido era el escritor más relevante que ha dado mi ciudad natal Vicente Molina Foix, Premio Nacional de Literatura 2007. Molina Foix venía a presentar su más reciente novela “El joven sin alma”.
En la parábola bíblica del hijo pródigo, el padre ordena matar un novillo y organizar una fiesta para celebrar el regreso del muchacho sin alma, lo que le obliga a explicárselo al hermano formal, celoso y, por qué no decirlo, legítimamente cabreado, con la célebre cita: “este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado». Molina Foix es un hijo de Elche que se marchó, que fue desobediente, rebelde y pecador, que triunfó en sus muchos propósitos y al que ahora acogemos con alegría y ungimos de parabienes.
Literatura y cocina fusión con productos locales
La séptima edición de Noches Gastronómico Literarias fueron organizadas por la Llibreria Ali i Truc, Magda y el Restaurante La Taula del Milenio. Panama Jack, Grupo Huerto del Cura y Moon Watcher Comunicación patrocinaron el evento con el que también colaboró la Editorial Anagrama.
La base del menú no era novillo, hubiera sido poco estético, sino cocina fusión con productos locales. Los combinación de sabores incluía: Crujiente de Dátil y Queso de Cabra con Dulce de Tomate; Ensaladilla de Merluza con Huevo de Codorniz y Vinagreta de Tomate; Coca de Romero con Berenjena y Pimientos Asados y Anchoas; Calamares Rellenos y Risotto de Alcachofas; Tarta de Almendra y Merengue con Helado de Mantecado.
Una vez que el centenar de asistentes dimos buena cuenta de las exquisitas viandas, la organización presentó al invitado que nos ofreció una amena charla acerca de su nueva novela y, en general, sobre lo que denominó: “la fábrica de la escritura”. No me extenderé mucho sobre lo que dijo, pues este artículo contiene una extensa entrevista con Vicente Molina Foix. Solo rescatar alguna pincelada, como cuando definió su novela como “la aventura de cambiar un país llamado España en los años sesenta”.
“El joven sin alma” es una odisea protagonizada por un grupo de jóvenes que ante todo querían ser libres. Molina Foix señaló que la obra, que mezcla atrevidamente la memoria y la ficción, está impregnada de imaginación y humor, comicidad de alta comedia, no de trazo grueso. Un relato donde lo que parece más inverosímil fue lo que sucedió en realidad y viceversa. Finalmente me quedo con una frase: “mi historia es la de un niño muy católico, que luego perdió la fe y se convirtió a una nueva religión: el arte”.
Una última cosa, me llamó la atención la ausencia de buena parte de la crema de la intelectualidad ilicitana. Apenas pude saludar al poeta Gaspar Jaén y a la catedrática de filosofía jubilada Margarita Fuster. Me extrañó que no se acercaran a arropar a su primus inter pares, no en vano Vicente Molina Foix ocupa el vértice superior del triángulo mágico de escritores locales que completan Vicente Verdú y María Ángeles Sánchez. Tal vez ya estaban enfrascados en sus vacaciones de Semana Santa, tenían otras ocupaciones más urgentes, o quizá estaban viendo el amistoso Alemania-España. Una lástima, se perdieron una gran velada.
Vicente Molina Foix, sobre “El joven sin alma” y su generación
Pregunta: Vicente, con “El joven sin alma. Novela Romántica” pareces cerrar una trilogía que iniciaste con “El abrecartas” (2004), Premio Nacional de Narrativa, y “El invitado amargo (2014), esta última coescrita con Luis Cremades, ¿cierras el ciclo o habrá más literatura confesional por tu parte?
Respuesta: El ciclo no comenzó como tal; solo a partir de la mitad de “El invitado amargo” se me ocurrió que en ese libro había conexiones y continuaciones de “El abrecartas”, y a medida que avanzaba la escritura con Luis Cremades y ya empecé a pensar en “El joven sin alma. Novela romántica” se me fue confirmando la común identidad de ciertos elementos esenciales de las tres obras: el uso de las cartas, la noción de documental ficticio, la intimidad mezclada con la revelación y afectada por el curso de la Historia. Pero creo que estas novelas, menos confesionales de lo que parecen, inesperadas para quien las concibió (que soy yo), independientes, y cada una “de su padre y de su madre”, no tendrán continuidad.
P: El título de tu novela es lo primero que llama la atención, por esa etiqueta algo anacrónica de “Novela Romántica”, imagino que se trata de una amable provocación… ¿Qué quieres contarnos en esta tercera entrega?
R: No llega a la provocación, a lo sumo a la ironía o a la paradoja. Se trata de una novela, no de una memoria biográfica, y lo de romántica alude al desenfrenado amor que sus Seis protagonistas principales, aventureros del alma y del cuerpo, experimentan, unos más que otros. La conquista, soñada o trágica, que está siempre en el fin de la literatura romántica más acreditada, la centroeuropea del siglo XIX, en este caso no alcanza la Flor Azul de Novalis, ni el suicidio por amor, o el duelo a muerte en un bosque; mis aventureros se contentan con lograr escribir versos y novelas diferentes, irse de la España real sin abandonarla, y desafiar lo trillado, lo sabido. Buscan lo prohibido.
P: El protagonista es un Vicente Molina Foix desdoblado en dos, como si pudieras juzgarte por dentro y desde fuera. ¿Quiénes son estos dos hombres? ¿Tal vez uno el que eras y el otro el que no te atrevías a ser?
R: Conozco a uno mejor que a otro, y los dos me representan. Pero como la incertidumbre de ese desdoblamiento yo mismo la sigo teniendo, prefiero citar aquí lo que dos de los mejores comentaristas de la novela han dicho por escrito:
“La duplicación de la voz genera una distancia que al mismo tiempo aproxima. No es un velo de pureza, sino la posibilidad que tú te conviertas en el lector de ti mismo y de esa comunidad -esa pandilla- de la que no puedes separarte. Y en la medida en que eres un lector de ti mismo te agrupas con tus lectores que somos nosotros. Es un libro cariñoso. Habla de la necesidad de arroparnos que tenemos los unos a los otros, aunque nos creamos impertinentes, jóvenes sin alma, excepcionales ». La Carta Abierta que me dirigió la novelista Marta Sanz en el Blog Zenda.
“Ese doble proceso late en la escenografía de duplicidades –aparentemente caprichosas- de «los dos Vicentes» que espejean al fondo de la conciencia del «joven sin alma» que escribe y que se deja escribir en las páginas de esta novela. Supónese que el «alma» –ya se ha apuntado- es lo que confiere grandeza y generosidad al designio de una vida y que quizá no hay «alma» cuando esta se reserva y se agazapa, se mimetiza o se escinde, como Vicente Molina Foix nos cuenta de la suya, partida en dos, ensayando cada una todas las posibilidades de agradar o de sobrenadar” José-Carlos Mainer, el maestro de críticos y gran estudioso de la literatura, en su reciente reseña en Revista de Libros.
P: Ya el célebre libro de J. M. Castellet os elevó a los Nueves Novísimos a los altares literarios como la vanguardia que auguraba una nueva España, una generación que hoy tenemos mitificada y recordamos con mucha nostalgia. ¿Cómo viviste ese fenómeno desde dentro?
R: El mito, si es tal, llegó después; nosotros vivíamos, día a día, el desplante, la experimentación, la militancia anti-franquista, el desorden sexual, la complicidad literaria, la travesura (véase la Poética que algunos de los más jóvenes poníamos al frente de los poemas seleccionados por Castellet). Y yo sí que siento nostalgia: la “nostalgia del porvenir” que no tuvieron Ana María Moix y Leopoldo María Panero, muertos antes de tiempo. Mi modo de desafiar a la muerte es hacerlos en mi novela voces importantes, espero que elocuentes, tomando en algún pasaje su palabra y reinventándola yo.
P: Algunos compañeros tuyos de aquella generación son protagonistas de la novela: Pere Gimferrer, los hermanos Ana María y Terenci Moix, Leopoldo María Panero, Guillermo Carnero… ¿Hasta qué punto los recuerdos pueden ser ficcionables?
R: Hay una frase hecha en nuestra lengua que siempre me ha parecido muy bella: “Si no me engaña la memoria…”. La memoria engaña, aunque uno le quiera ser fiel a toda costa. Yo tengo una pésima memoria textual (no me sé ni un verso clásico ni una frase mía de un libro) pero una excelente memoria “local”, lo que me ha permitido, creo, reconstruir situaciones que aparecen en la novela y ocurrieron en la realidad (la visita nocturna del Doctor Desterrado a mi madre enferma, mi primera llegada a Barcelona, el cine de París con castigo corporal incluido, la casa de los Moix en el Raval barcelonés…).
Una vez situadas las acciones y hechas las localizaciones de la novela, los diálogos son recreaciones, los rostros, retratos de fotomatón, las peripecias y los desenlaces, imaginarios las más de las veces. Así, por ejemplo, Camilo José Cela firmó sus libros al niño Vicente en la librería citada, pero el episodio del Casino es inventado.
P: ¿Cómo se han tomado los supervivientes de ese grupo, Gimferrer o Carnero, tu libro? ¿Has recibido su beneplácito?
R: Más que su beneplácito, he de decir que he contado con su entusiasmo y su generosidad, ya que tuve el raro privilegio de que ellos dos, personajes “míos” de ficción en el libro, fueran mis presentadores bien reales de la novela, Pere Gimferrer en Barcelona, y Guillermo Carnero en Valencia. Una experiencia casi vertiginosa para los tres y para mí inolvidable.
P: Poeta, novelista, dramaturgo, cineasta, ensayista… ¿En qué faceta te has sentido más feliz, más pleno?
R: Siempre digo que yo soy un escritor que ha dirigido dos películas. Cineasta me parece una palabra demasiado grande para mí, si pienso en Orson Welles, en Godard, en Buñuel, Berlanga o Kurosawa. Aunque mi cinefilia sí la reivindico, y la continúo ejerciendo. Empezaron a llevarme al cine en Elche con tres añitos, al Capitolio y al Gran Teatro de entonces, que estaban muy cerca de casa, y nunca he dejado de ser un espectador asiduo, allí donde me encuentre. Y lo primero que publiqué, a la tierna edad de 16 años, fue una crítica de cine. Esa pasión cinematográfica, muy propia de mi generación, es una parte importante del trasfondo y la trama novelesca de “El joven sin alma”.
El género narrativo es el que más he cultivado en mi vida (debo tener unos catorce o quince títulos editados). Respecto a los demás libros de poesía, ensayo, teatro, etc., y mi extensa labor periodística, los considero formatos distintos de una sola vocación: la escritura. Hacer una película es un sueño fabuloso, incluso cuando las circunstancias ajenas a la voluntad de uno producen alguna que otra pesadilla. Pero si echo la vista atrás, me veo básicamente como alguien sentado ante una mesa maquinando y disfrutando con las palabras.
P: Tu infancia está ligada a nuestra provincia, tus primeros años los viviste entre Elche y Alicante? ¿Qué recuerdos guardas todavía de aquel entonces? ¿Transformaste algunos en materia literaria?
R: El genio es, según la famosa definición de Baudelaire, la infancia recobrada a voluntad. Llevo toda mi vida recuperando en lo que escribo el “genio” de mis años de formación, que con un breve intervalo almeriense trascurrieron hasta cumplir yo los diecisiete entre Alicante, donde vivía mi familia, y Elche, donde mi madre me dio a luz y tuve en todo ese tiempo, y después, el vínculo estrecho de mis padrinos de bautizo y algunos grandes amigos ilicitanos, que perduran.
Desde la primera a la última novela que he escrito, los paisajes y las vivencias, y algunos personajes de nuestra provincia, aparecen, de forma recreada, no costumbrista. De mi primera época hay un par de novelas en que, sin nombrarlo, ese paisaje natal y adolescente figura de modo constante. Tanto Alicante y su costa como Elche son escenarios fundamentales de “La mujer sin cabeza” mi novela de mayor éxito comercial e internacional, “El abrecartas” (con los episodios de la guerra civil, Miguel Hernández y la familia catalana que llega a Elche a vivir), “El invitado amargo”, en que el Misteri tiene un especial relieve, y, por supuesto, de varios capítulos de “El joven sin alma”.
P: ¿Qué visión tienes desde Madrid de la cultura que se hace en la periferia, como Alicante, tu lugar de origen?
R: No soy la persona más indicada para hablar de eso, porque no lo conozco con la suficiente cercanía, pero, poniendo a un lado el ininterrumpido milagro artístico de siglos que es la Festa d´Elx, de algo sí que estoy seguro: la cultura en el teatro, en los museos y centros de arte, en los festivales, en la actividad literaria y los estudios universitarios, ha progresado y se ha diversificado en nuestra tierra de un modo que aquel niño con inquietudes que era yo en los primeros años 1960 no podía ni soñar.
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