La marca España o el sueño del vestir

“Ahora nos vestimos, antes soñábamos con vestirnos” (Antonio Alvarado)

Con estas palabras el modista Antonio Alvarado hacía hincapié en la diferencia entre cómo vivíamos la moda los españoles hace décadas y cómo lo hacemos ahora. Convengo en que Alvarado (Pinoso, Alicante, 1954) no seguía a pie juntillas la fórmula que se nos ha venido repitiendo de que en la actualidad la población española vestimos mejor, y su puntualización del sueño en el vestir es más interesante aún de lo que parece. Porque se nos ha estado insistiendo hasta la extenuación en que vestimos mejor gracias al tremendo auge de la moda muy pronta, en que la facilidad puesta a pie de calle por grandes empresas internacionales del sector, nos ha hecho disponer casi automáticamente de un mayor gusto al vestir, como si este gusto adquirido o aprendido fuese parejo a la acumulación de prendas.

Más bien apuntamos hacia la teoría de que, si bien hemos crecido mucho como sociedad en las últimas décadas, si acaso hemos abierto miras a la moda y por tanto al propio estilo, ha sido mayormente gracias a la tarea inabarcable, a menudo parece que aún invisible, de numerosos profesionales que, ya desde sus pequeños talleres o logrando crear desde firmas más populares, han cambiado el panorama de la moda hecha en España (e incluimos tanto a las pequeñas firmas como a las grandes nacionales muy internacionalizadas, que si algo es impropio de verdaderos profesionales de la moda es el prejuicio).

El “Hecho en España” en realidad sigue siendo tan reverenciado fuera como obviado dentro, por no decir muy desconocido todavía (Sí, todavía, ¡con todo lo trabajado!). Vestimos mejor o vestimos más, pero tratemos de pensar una rápida crónica nominativa de la moda española, donde no citaré a todos los que son por cuestiones de espacio. La moda española ha sido y es muy variada; desde las primeras décadas del siglo XX hasta nuestros días no ha dejado de dar muestras contundentes de lo que hemos mencionado anteriormente, aunque generalmente no sepamos exactamente qué hacer con el «Made in Spain» ni dónde situarlo.

Desde el tiempo arduo de Pedro Rodríguez o Cristobal Balenciaga, ambos genios indudables, pasando por la España que vieron Manuel Pertegaz, Elio Berhanyer y tantos otros, con un pie en la alta costura y otro en lograr adaptarse sin complejos a las colecciones para boutique (tengamos en cuenta que desde mediados de los 60 el prêt-à-porter ya había cambiado las reglas del oficio y echado el cierre a otras tantas casas).

Diseñadores como Manuel Piña, Nacho Ruíz, Del Pozo, Paco Casado, Pedro del Hierro, Pepe Rubio, Antonio Alvarado, Francis Montesinos, Ágata Ruíz de la Prada, Victorio&Lucchino, Adolfo Domínguez o Roberto Verino fueron parte de una generación que despertó de los años 70 afianzando incluso que el país pudiera permitirse en la década los 80 cambiar la imagen internacional de la moda española, verse en una iniciativa estatal como la nombrada entonces Moda de España, fundar una pasarela visible como la Cibeles, al igual que la barcelonesa Gaudí (iniciada antes con marcas como Toni Miró o Roser Marcé).

Parecía clave tener apoyo institucional para ese esperado salto europeo que, todo hay que decirlo, las marcas de aparición posterior, asentadas ya en la España de los cambios políticos normalizados, viendo de pasada otras ideas institucionales como el plan «Made in Spain» de 2001, contando con varias pasarelas nacionales, diversas escuelas especializadas con un papel importantísimo, becas y premios, medios de comunicación con un criterio formado, no lo han tenido especialmente más fácil que sus predecesores. Si hoy hablamos con orgullo de todos los que han venido después resistiendo en la moda española, dejando atrás la eterna ambición frustrada de unificar pasarelas “oficiales” (Cibeles y Gaudí nunca lograron fundirse en una gran pasarela oficial ni acordar una ciudad para su desarrollo, a pesar de que muchas firmas soñaron largamente tal acuerdo) entre piruetas de estilo y peripecias por mantenerse dentro y fuera del país, volvemos a acordarnos de las palabras de Alvarado citando el sueño del vestir.

No nos despertéis de ese sueño, si os parece soñemos juntos.