“¿A dónde van los años? / ¿las texturas amargas en la boca? / ¿las insatisfacciones continuas en tu adentro? / Hay asfalto viscoso en el camino / y corre un amargo sabor de las cunetas / pero angustia, deprime / esta desolación de agrios / contrafuertes en la boca”.
Fernando Pastor-Mata nació en Madrid en 1954. Ha sido directivo de empresas y ONG’s en Francia, Suiza, Reino Unido, Portugal, Cabo Verde y España, y es patrono de la Fundación Emprendedores de Alcalá de Henares. Se formó como poeta en el movimiento de Los indalianos, en Almería. Participó en revistas como Albatros, Sureste, Albox o Rotonda Valaha de Rumanía; además, se han publicado trabajos suyos en varias antologías. Ha colaborado en Onda Cero de Henares, en el semanario Puerta de Madrid y ha sido columnista en El diario de Alcalá. El libro Ansiada del aire (Celesta,2021) es su primera publicación.
Cuando la vida y la muerte se abrazan y entonan un canto que abrasa el alma, aquello que se busca se transforma en intriga, en incertidumbre, en anhelo que no encuentra expresión suficiente en las palabras. El amor se convierte en asidero, en aclaración que, engarzada al poema, pasa a ser un elemento del que nacen todos los sentidos. De esta manera, encontramos el enlace entre las dos partes de este poemario que comienza con Retracción de tus labios. Entramos en el caos cósmico, en el vértigo apasionado de los versos:
“El amor tan solo ciclo. Ciclo, continuo ciclo. / Crecen universos en los patios. Y yo, ciclo. / El mundo, ciclo. Todos, ciclo. / Y sigo aquí solo sin nadie que justifique. Sin nadie. // (Corre un aire frío con tu aroma por mi boca / y no tengo manera de apartarlo, de quitarlo de mí. / Quisiera regresarte en esa nube de eternidad constante / aunque te mueva mi ayer, te mueve, / amada que fuiste.) / Pero no mientras crezcan universos en los patios. / Mientras crezca la ira. Mientras los ciclos ciclen”.
A través de un lenguaje alegórico, el misterio del símbolo da vida a las distintas identidades que conforman al ser humano, a las propias contradicciones convertidas en objeto poético. La belleza aparece como consuelo, como salvación ante los horrores que no dejan de acechar. Pensamiento e imagen se transfiguran entre diferentes planos de la realidad, aparece el concepto cuántico:
“Y, mientras, vamos tras certitudes crípticas. Tras trascendentes lunas. / Tras misterios fugaces. / Tras mensajes de estrellas. / Sin certitudes. Sin trascendencias. Sin misterios. Sin mensajes. // Tal vez se calme este volcán de llantos. Tal vez todo se calme. / Aunque no, no en tanto. No mientras persista el secreto. Mientras siga irresoluto”.
La idealización del ser amado, del sentimiento amoroso, aporta coherencia a la lucha, a las ideas, al hecho de estar vivo. Su presencia se proyecta en el paisaje y desemboca en una especie de ruptura, de melancolía abstracta. Todas las grietas destilan amor y deshacen el tiempo.
“Hay crepúsculos absortos en el arco. / Endógenas promesas irresueltas. / Por los demás las aguas. Mi amor por ti. / Hay modelos aleatorios estocásticos. / Crepusculares variaciones isomórficas; pero mi amor por ti. // (¿Entiendes el efecto que desprende / el aroma de floresta en tu cabello? / Desespero si el espacio nos separa / y no te siento en mis alcances, en mis alrededores)”.
En la segunda parte, Ansiada del aire, las edades indefinidas trascienden el universo físico y crean elipsis temporales. La amplitud de significados dota a los poemas de una expresividad densa y profunda para, frente a la sencillez del amor, entrar en lo complejo, en las oscuridades de la memoria y el corazón.
“No te otorgo la tristeza y el ansia -carga y sobrecarga- / que acapara la mente de sombra que se entrevera en ti. / No. No te entrego mi ansiedad de existencia, locura de Tartessos, / que ancla en ti, que empuja a ti, que imbrica en ti, durmiente. En ti. / No, no te confío mi escasa convicción espera infructuosa, / no, amplitud de esperanza que corre en pos de ti. / No, no. Yo no te confío”.
Impalpable, el futuro se escapa del tacto y agita la mente, la conciencia de lo desconocido. El poeta retorna siempre a las ruinas en un ciclo infinito que da sentido a aquello que se observa y perdura. La finitud nos abruma y convierte al presente en testigo de lo que fue en otro espacio. Repite la vida su proceso en el camino hacia lo eterno.
“Vida tal vez la vida no tras de sí, precario chamizo en donde… / Es la que porta experiencias; anterior, subrepticia, astuta en, / de yermos entre, experta por, que ahora para, que hace quimeras. / La que llora, la que llora inmersa, la que llora emersible. / Vestigio raudo, continuo y ancestral. Ausente, / regresadora insegura, tornará su paso tenue por la vida”.
Fernando Pastor-Mata nos ofrece en Ansiada del aire un viaje hacia la luz solitaria que alumbra al ser humano, hacia la verticalidad de lo ignoto y toda su energía. El regreso a Itálica, a su observación, provoca la simbiosis de muchas creencias, de todo lo que se conoce y lo que se desconoce. El destino siempre desconcierta y la voz de este autor conmueve más allá de los propios signos del lenguaje. Sintamos la magia de la poesía. Leamos.
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