Intuición, sencillez, ironía, experiencia, incertidumbre…
Itziar Mínguez Arnáiz (Barakaldo, 1972) vive para la poesía y se gana la vida como guionista de televisión. Sus primeros contactos con el mundo literario fueron como escritora de narrativa hasta que, con veinte años aproximadamente, comenzó a interesarse por escribir poesía. Dejó reposar sus poemas de juventud y, ya con treinta y tres, se presentó a un premio sin pensar que podría ganarlo. Fue entonces cuando vio la luz “La vida me persigue” (Renacimiento, 2006). En aquel momento, “no conocía a nadie que escribiera poesía y estaba como en una burbuja”.
A este libro le siguieron “Luz en ruinas” (Visor, 2007), “Cara o cruz” (Huancanamo, 2009), “Pura coincidencia” (Point de Lunettes, 2010), “Wikipoemia” (Oblicuas, 2014), “Cambio de rasante” (Baile del sol, 2015), “Que viene el lobo” (La Isla de Sistolá, 2016), “Qwerty” (La Isla de Sistolá, 2017), “La vuelta al mundo en 80 jaikus y una nana para despertar” (Takara, 2018) y su último poemario publicado, “Idea intuitiva de un cuerpo geométrico” (L.U.P.I, 2018). Ha sido finalista del Premio Euskadi de Literatura 2010; ganadora del X Premio Internacional de Poesía Surcos; accésit del XVII Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma; ganadora del VII Premio Internacional de Poesía Ciudad de Morón y del I Premio de Poesía Nicanor Parra.
Cuando nos acercamos a la obra poética de Itziar Mínguez debemos despojarnos de cualquier prejuicio, quitarnos el corsé y pensar que no hay nada sobre lo que no pueda escribirse en un poema. Debemos estar preparados para la incomodidad, para leer y quedar noqueados sin saber por dónde llegó el golpe. Estar dispuestos para desnudar cada verso y llegar a la esencia mínima, “a la poesía a pie de calle, a la poesía en zapatillas, de andar por casa” con la que es muy fácil identificarse. Aceptar otro ángulo desde donde comprender la vida para hacerla un poco más habitable.
Itziar compone las palabras sobre la base melódica de su intuición. La emoción, la musicalidad, el ritmo, el tono… responden a un verso libre meditado y de gran elaboración en el que no sobra nada. No lo vuelca al papel “hasta que tiene claro lo que quiere escribir” y deja “reposar mucho tiempo los poemas”. Aunque es “más de desechar que de cortar”, cuando revisa lo escrito siempre cambia palabras que no encajan o desentonan. Para nuestra autora, “hay una falsa creencia de que en el verso libre vale todo”. Al no tener limitaciones, hay que buscar elementos y recursos propios sin olvidar que “un poema es un poema y no puede dejar de serlo”. No vale escribir una frase larga y luego fragmentarla y ponerla en vertical. “El verso libre es mucho más que eso”, concluye.
Quizá por su condición de guionista, sus tres primeros poemarios están planteados como una película o una novela. En “La vida me persigue”, “Luz en ruinas” y “Cara o cruz” nos encontramos con personajes a los que les pasan cosas, historias con planteamiento, nudo y desenlace. Este recurso no aparece en libros posteriores, aunque siempre existe un hilo conductor que, a veces, es el propio estado de ánimo de la autora. El tiempo, el amor, el arrepentimiento o la muerte son ejes posibles para dar unidad a un grupo de poemas que se cohesionan sin perder, en ningún momento, su independencia y personalidad.
“En poesía es difícil escribir de algo que no sea tu propia experiencia”, por eso, aunque Mínguez nos lleve de la mano de sus personajes, trata cuestiones que le preocupan o le obsesionan. Temas recurrentes como el paso del tiempo, el suicidio o la infancia que forman parte (o podrían formar parte) de nuestras vivencias, porque “nos pasa también lo que no nos pasa”. Incluso la propia escritura y su historia de amor absoluta con la poesía sirven de columna vertebral para “Querty”, un libro que se podría definir como “autobiografía poética” y que refleja su relación con las letras y con la magia que supone juntarlas.
Para Itziar, “un poema que no tenga más de una lectura, es un poema fracasado”. Además de la interpretación literal, sus letras exigen algo más. Y es por eso que encontramos en sus versos ropa doblada sobre la cama, tazas, vasos, elementos que sirven de símbolo para lo que ya no está, lo perdido o lo que pasa de moda. En su poema “Modas pasajeras”, (“Que viene el lobo”), nos dice:
Qué mal sientan algunas personas
son como esas prendas
que extiendes sobre la cama
un día que decides
hacer limpieza
no te lo puedes creer
las miras
y piensas:
¿cómo pude ponerme esto?
Aunque es una poeta de línea clara, hay libros que tienen un punto mucho más lírico, una voz que también siente suya pero que nunca se acerca a la poesía que no se entiende. En “Luz en ruinas” utiliza menos elementos cotidianos para hablar de la vida y la muerte. Este lirismo también es evidente en “Idea intuitiva de un cuerpo geométrico”, un poemario lleno de preguntas ocultas, que reflexiona sobre las intuiciones, para abrirnos la conciencia hacia el propio mundo interior. Así se refleja en su poema “Péndulos”:
Hay vidas que ni siquiera puedo imaginar.
Consuela conocer horarios de oficina
y de clases de danza,
saber que hay una agonía lenta
y doliente
que afecta a seres amados por otros.
Es jueves
y al mezclarme entre extraños, esta misma mañana,
he visto el gesto que nos hace idénticos
a pesar de reclamar un ser de oro,
único e incomparable.
Ese balancearse los brazos muertos
a lo largo del cuerpo,
con un tic tac apenas perceptible
que es tiempo real,
tiempo de descuento también.
Pasos ciegos sobre un asalto de aire,
oxígeno para las uñas rotas.
Otro de los aspectos que no pasa desapercibido en la poética de Itziar Mínguez es la ironía. Un ingrediente fundamental que le permite quitar importancia y desmitificar el dramatismo.” Necesitamos un poco de humor, de ironía, para ir al grano, para pellizcar un poco al lector y que se sienta algo incómodo. El poema tiene que tener un punto de incomodidad.” En “Flashback” (“Querty”) dice:
No recuerdo
el primer poema
que escribí
debió de ser sin querer
mira hasta dónde
hemos llegado
Si hablamos de géneros, encontraremos que unos beben de otros, que se mezclan para destilar esa voz tan personal que caracteriza la poesía de Itziar. Una poesía, en algunos momentos, intencionadamente aforística y que se exime de la ocurrencia para ser testigo de todo lo que le rodea. De ahí nace “La vuelta al mundo en 80 jaikus y una nana para despertar”, un libro donde la poeta, mamando del haiku japonés, elige diecisiete sílabas que le permiten respirar y dar una mirada contenida a su alrededor, para después explotar en una “canción de cuna en tres actos” que concluye así:
…yo duermo
para soñar que vives
y tú vives para olvidar
que sueñas
Tal y como dijo Juan Rulfo cuando le preguntaron cómo escribió “Pedro Páramo”, Itziar Mínguez Arnáiz escribe “quitando palabras”, invitándonos a desnudar cada verso para deslizarnos en su interior (el nuestro) y agradecerle a la poesía que no nos deje salir indemnes. Pero “eso mejor lo dejamos para otro poema”.
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