“El universo se cuestiona cada minuto. / A cada instante hay un cuerpo / que transita hacia la umbría, / y un pensamiento que cede / en el juego de las horas. / Se abre el día / y el sol derrama su agonía celeste / en paredes y pupilas”.

José María Piñeiro Gutiérrez (Orihuela, 1963) ha realizado cursos de Filosofía e Historia del Arte a través de la UNED. Es miembro fundador de la revista literaria Empireuma (1985-2007) y colaborador desde hace años en prensa, revistas e instituciones. En 2013 la dirección de la revista Ágora le concedió un premio honorífico al fomento de la lectura por su artículo Que no hayan mensajes va la deriva. También mantiene en internet el blog empireuma.blogspot.com. Es autor del conjunto de aforismos Hilas de papiro (2000) y Ars fragminis (2015). Ha publicado la plaquette de poesía El légamo de las estrellas (1998) y los poemarios Margen armónico (2010), Profano demiurgo (2013). En 2016 publicó Pasajes escritos, una serie de artículos y ensayos que habían ido apareciendo en su blog Micropoesie: Empireuma. Su último libro de poemas, publicado por Editorial Celesta, lleva por título Las raíces del velo (2019).

Acercarse a la obra de José María Piñeiro es sumergirse en un mundo lleno de misterio. Desde muy temprano, la escritura, la pintura y la música han conformado una matriz indivisible, un todo que se manifiesta con distintos lenguajes para converger en un solo punto. Así, sus versos se convierten en refugio y temblor, en una zona creativa donde fundir la propia filosofía con la inventiva y la experiencia poética.

  Desde el propio título, Las raíces del velo trae la confrontación de lo etéreo y lo sólido; la fragilidad, la sutileza y el tacto apenas perceptible de la vida, frente a la fuerza y la consistencia de las experiencias y de todo aquello que constituye la memoria. Un libro que por su estructura bien podían ser tres, pero que el autor unifica desde la perspectiva variable del ciclo vital y las simetrías entre lo real y lo ficticio.

“Con la mirada testificamos cataclismos, la ley misteriosa: / cumplidos los reinos y metamorfosis / todo regresa a su origen. // Artificio y naturaleza confunden así sus demiurgias, / se conjuntan en una única mole / arrojada a los tiempos como memoria del sueño / que abarcó tantas vidas laboriosas”.

Pasado y presente se dan la mano para convivir en un horizonte subjetivo lleno de distancia, de soledad. De esta manera, la madurez facilita la visión y el análisis e incentiva el intelecto que se va transformando en testigo silencioso de lo que le rodea. En las dos primeras partes del poemario, los recuerdos, los amigos, la ciudad y los primeros hallazgos se recrean para dar paso a la reflexión sobre lo que pudo haber sido, sobre los deseos y las expectativas que se quedaron en un rincón del corazón.

“Ahora que el futuro ya pasó, / y sé que la casa frente al mar se derruyó antes de construirse, / y que la mujer de mis sueños en estos, perdida, flota, / no me queda sino la invitación precisa del ahora, / seguir soñando para potenciar el instante / y a mi propia imaginación, / dialogar con los libros / y agradecer este sol y esta tierra edénica / en donde disfruto de la hierba y de las blandas tardes”.

El anhelo, la fascinación y la belleza estructuran un confinamiento voluntario en el que la ausencia de amor, la búsqueda y el propio desconcierto conversan hasta dar sentido a la existencia. José María Piñeiro nos adentra en sus propias complejidades para llegar a la observación crítica sobre la idea y lo sensible, sobre la realidad perceptible y los parámetros de la razón.  La poesía se sumerge en la filosofía, o viceversa. Un camino de dos direcciones. Quizá el centro de la circunferencia.

“Desaparezco cuando reprimo la expresividad / por un diplomático enunciado, / cuando ante los libros, / dispersos por mi cama, / creo potenciar la memoria del pensamiento / con tan solo contemplarlos con orgullo. // Desaparezco cuando sé que la aventura de un cuerpo / no puede consignarse / a través de la mera audacia intelectiva / y me obstino en sublimar ese deseo”.

Su poética mantiene un diálogo abierto con la arquitectura, la pintura, la escultura, la música, el cine, los mitos y la propia poesía, para llegar a lo infinito y también a lo fugitivo del arte. Una revelación de la imagen poética que se produce en lugares sencillos y cotidianos y nos sorprende a través del símbolo que es el lenguaje. Piñeiro se mantiene en un estado de descubrimiento y extrañeza continuo que marca la dinámica de las palabras, su vocación.

“Somos escritura en expansión / y perversa taxonomía de esa escritura, / intelectiva invención / y repetitiva moratoria del confín vislumbrado; / animal y amanuense, / transmisores y destructores de mundos, / sibaritas del verbo / y especuladores de la calígine humana”.

La tristeza, la inestabilidad emotiva y la melancolía se cubren con un velo irónico en la tercera parte del libro, El flâuneur enardecido. El poeta se convierte en observador imaginario, en un paseante que disfruta y se deleita al sentir el vértigo del tiempo, la incertidumbre, el poder de los signos.  Comparte un canon personal de pasiones y se plantea la improductiva búsqueda de la felicidad.

“Evita la insolencia de las grandes mansiones / y la ignorancia del gentío que compra dulces. / Desde su buhardilla ve caer la nieve / sobre la masa esperpéntica de los edificios. / Ha instalado allí su laboratorio / en el que pretende estudiar el proceso vital / de semillas y bacterias aéreas. // Sabe que la semejanza de su morada / con la de un espectro / es una burla más del destino”.

En Las raíces del velo, el autor explora la realidad desde la inquietud intelectual. Reflexiona, se busca, titubea y hace balance memorístico de un tiempo en el que afirma no haber vivido, todavía. Su interés y su naturaleza aforística crea un espacio de recogimiento en el que disfrutar del acto de la escritura, de la lectura, de la soledad, del amor que no existe, del que no llega. Alcanzamos así sus poéticas finales: breves destellos que lo definen y nos invitan a compartir un camino, un estado contemplativo y disuasorio del ruido externo. Tal y como dice José María Piñeiro, “lo maravilloso es posible / porque la luz del sol ilumina / el día y sus paisajes. / Parte de esa plenitud / para describir / cómo nace el universo de nuevo”. Cedamos a la conjura del lenguaje. Leamos.