El escritor Mateo Darrán nació en la ciudad valenciana y cercana de Ontinyent. Él desde siempre, ha desarrollado los días impares una actividad artística en torno a la palabra, como cantautor, actor y autor de teatro, y como escritor al uso. Es autor de la novela El horror, la chica y Marlon Brando. Los días pares es profesor de literatura en secundaria donde ahonda con el alumnado en las emociones hacia la letra escrita.
Desde hace más de un año colabora en la revista LOBLANC con una columna literaria titulada Confesiones de un lector de mierda, en la que rinde homenaje a escritores de la literatura contemporánea.
Toda la verdad sobre Charles Bukowski, Henry, no es solo una novela de ficción, sino también un homenaje a la figura y la obra del escritor. Los títulos de los capítulos, son títulos de poemas de Bukowsky. Es una novela que te lees en dos tardes, contruída en un serial de capítulos cortos que le dan intensidad y rapidez de maniobra.
La novela empieza con una pelea, sin saberlo todavía, con Charles Bokowsi que dada su edad estaba descompensada en origen.
Fortuitamente, nuestro protagonista se iba a convertir en un detective privado a la búsqueda de un anciano en la ciudad aunque realmente su profesión era la de reponedor de un supermercado que tenía un jefe, al que llamaban el pistolero, que boicoteaba permanentemente su tiempo de trabajo. Le gustaba especialmente hacer repartos a domicilio porque le permitía fumar algún cigarrillo y conocer a distintas personas de diferentes edades y necesidades.
La frase con la que le tocaba sentirse identificado era la afirmación “eres un idiota”, incluso un patético, que le decían todas las mujeres que habían vivido con él e incluso otras mujeres. Esas mujeres son una constante en toda la novela y cruzaban juntas los brazos sobre el pecho cuando le veían.
Él tenía que investigar sobre Henry, alguien conocido en el barrio y un pobre borracho. Pero Henry, posteriormente se descubre, era en realidad probablemente Charles Bukowski y nuestro protagonista acabó en una librería y se hizo con todo lo que pudo encontrar del autor. Por ello, solo pensaba –era el encargo que le dieron- regresar a su apartamento y leer lo que tenía escrito. Esencialmente era un gran lector y un gran desordenado, incluso con los libros, en su casa.
A Charles Bukowski, la bebida, lectura, la escritura y posteriormente también las mujeres hicieron las cuatro columnas que sostenían su vida. Luego se unió apostar en el hipódromo. Él durante una década deja de escribir y su trabajo que detestaba era en una oficina de correos. Llego a estar casado, incluso tuvo una hija pero solo era importante beber y escribir y esa forma de vida también le llevo al caos. Consiguió dejar su trabajo en correos y pasó a hacerlo en una editorial y prefirió “jugar a ser escritor y morirme de hambre”.
A 70 páginas de acabar el libro vuelve a pegarse nuestro protagonista con Bukowski. Mateo Darrán repite casi exactamente el texto completo del capítulo I pero ahora le pone otro título-verso distinto. En cualquier caso, he descubierto que esto hecho era esencialmente una estrategia para llamar la atención del lector y lo consigue desde las primeras páginas.
-Sé quién eres –dije tuteándole por primera vez.
-¿Ah sí? –dijo-. Me importa una mierda.
-Sé que eres Charles Bukowski.
-Pues para no ser nadie me estás tocando mucho las pelotas, ¿sabes?
Finalmente el renuncia a conocer el manuscrito porque desaparece Bukowski. No se llega a saber el final de este hecho porque nuestro protagonista renuncia a conseguirlo y no sabemos ni sabremos si el que le hizo el encargo lo consiguió por otras vías. En cualquier caso, su plan era convertirse en Charles Bukowski, esa era la revelación que le alcanzó.
Inesperadamente nuestro protagonista asiste a una fiesta de antiguos alumnos y encuentra, después de tantos años, a Silvia que era alguien sobre la que nunca pudo aspirar. Un mes después sintió que aquello era lo más parecido a la felicidad aunque él debe reconocer que es un idiota porque acaba acostándose con una prostituta.
No sé si por inseguridad, Mateo Darrán, en tres o cuatro ocasiones en el libro destensa algunos principios en su redacción matizando que algunas de sus frases quizá no necesitan el detalle de las cosas, “pero se acerca bastante”, probablemente para hacer más realista a los personajes y como recurso estético.
Este libro, recomendable, te permite reconciliarte con Bukowski, el personaje, no tanto el escritor en sí y a la vez te entran unas ganas grandes de leerle en otro momento.
Devoraste las páginas de una antología que reunía relatos, poemas, fragmentos de sus novelas. Como el disco de grandes éxitos de una estrella del rock. Eso es lo que era, piensas. Luego querrías más. Leíste toda su narrativa en un estado de fascinación permanente. Después vendría la poesía. Cientos, miles, millones de versos que te acompañarían y te zarandearían para siempre, provocando en ti un vértigo continuo. Te empeñabas en encontrar un libro puro. No una antología de poemas que se repiten como versiones de una misma biblia. Sino un poemario publicado en vida como tal, concebido como una obra. Uno de sus verdaderos hijos, decías. Y lo encontraste: Ruiseñor, deséame suerte. Es el libro que hoy abres al azar. Lees: «el horror de la vida es ese enjambre de trivialidades que matan más aprisa que el cáncer y que siempre están presentes». Cierras el libro.
Confesiones de un lector de mierda. Bukowski. Matero Darrán.
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