El Museo de Arte Contemporáneo ha presentado esta semana la exposición «Arte en una tierra baldía, 1939-1959» con obras de la colección del IVAM. A la inauguración han acudido la directora del IVAM, Nuria Enguita, el comisario de la muestra, Nacho París, el concejal de Cultura, Antonio Manresa y la conservadora del MACA, Rosa Castells.
La directora del IVAM, Nuria Enguita ha señalado que «la exposición propone releer la colección del IVAM ofreciendo nuevas lecturas. Hasta ahora la historia está llena de meandros, de revueltas, de caminos cruzados. La exposición reúne alrededor de 140 obras con el objetivo de acercarse a la diversidad de maneras de hacer que produjo tu contexto histórico determinante el final de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial».
El edil de Cultura, Antonio Manresa ha destacado «que estamos ante una exposición que nos muestra un periodo artístico que supuso la ruptura con parte de las tendencias artísticas anteriores, y en el que al mismo tiempo la cultura sirvió como herramienta por los gobiernos dictatoriales para imponer su ideología».
El comisario de la exposición, Nacho París ha señalado «que la exposición pretende mostrar las distintas maneras de hacer arte o estilos que conviven, no desde la superación de un estilo sobre otro, ni desde una evolución lineal, si no desde la simultaneidad».
La conservadora del MACA, Rosa Castells ha destacado «la incorporación de cinco piezas de las colecciones del MACA; dos de la artista alicantina, Juana Francés, una de ellas nunca expuesta en el museo hasta la fecha; junto a ella, otras dos de Eusebio Sempere, y una de Navarro Ramón, a ellas se le suman tres piezas de Arcadio Blasco, propiedad del Museo de la Universidad.
«Se trata de un proyecto expositivo fruto de una colaboración entre ambas instituciones que ha sido y es habitual a lo largo del tiempo. Se trata de una relación natural ya que ambas comparten el interés por el arte contemporáneo, la difusión cultural y además resultan idóneas para establecer canales de comunicación».
El contexto
Los finales de la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial proponen mundos antagónicos, escenarios radicalmente diferentes, pero ambos han de edificarse sobre una tierra baldía; en el dolor, en las ruinas y los escombros materiales y éticos que produce la destrucción absoluta de la guerra. Y lo hace en condiciones vitales complejas: en el exilio, en la emigración, en la represión.
Las dos posguerras supusieron una cesura radical para la historia de la cultura. En la España de la dictadura, el proyecto estético imaginado desde la Falange tratará de reducir la cultura a propaganda de estado, romper con los experimentalismos de las vanguardias y retornar a un cierto academicismo articulado desde la idea de lo nacional y lo católico. En los años cincuenta la necesidad de legitimación internacional del Régimen buscará seguir instrumentalizando la cultura, pero desde un acercamiento a lenguajes más contemporáneos. Eso sí, sin perder las esencias de «lo español y lo católico». En el resto del mundo, abatido tras la guerra y sus espantos, la ruptura con las vanguardias anteriores vendrá de la inquietante pregunta sobre la relación entre civilización y barbarie. En ambos casos los totalitarismos, la violencia o la miseria cultural obligaron a numerosos artistas a emigrar, a exiliarse, y a trabajar a la intemperie. Pero su viaje enriqueció singularmente aquellos territorios que les acogieron.
La exposición
Constituida por 140 obras, pertenecientes en su mayoría a la colección del IVAM, a las que se suman obras del MACA, del MUA, Museo de la Universidad de Alicante, del Patio Herreriano, de la Colección Esmeraldina Gumbau, del Archivo Lafuente, y el IVC, Institut Valencià de Cultura, esta exposición ensaya una lectura en la que más que las diferencias de estilo se contemplan las continuidades, las semejanzas, los ecos mutuos, el esfuerzo compartido, cuando la trama de los acontecimientos históricos es tal que resulta absolutamente determinante en las decisiones poéticas, discursivas, formales o estilísticas; en la mirada y el pensamiento de la humanidad sobre sí misma. Arte en una tierra baldía, 1939 – 1959 incluye obras de: Albers, Alfaro, Blasco, Brossa, Buch, Buñuel, Chillida, Dubuffet, Duchamp, Ferrant, Juana Francés, Manolo Gil, Jacinta Gil, Julio González, Gorky, Gottlieb, Gumbau, Lucebert, Soulages, Masson, Michaux, Millares, Miró, Newman, Oteiza, Palazuelo, Pascual de Lara, Renau, Matilde Salvador, Saura, Sempere, Tàpies, Reinhardt, Val del Omar… y una mirada fotográfica en torno a la reconstrucción de la vida cotidiana a partir de las imágenes de Catalá Roca, de Miguel o los Hermanos Mayo.
El arte puede a la vez ser intemporal y no ser ajeno al tiempo que le toca vivir. Los finales de la guerra civil española y la II Guerra Mundial proponen mundos antagónicos. Mientras en España se impone una dictadura, en Europa las tiranías fascistas han sido derrotadas. Son escenarios radicalmente diferentes, pero en ambos ha de edificarse sobre una tierra baldía; en el dolor, entre las ruinas éticas y materiales que la destrucción de una guerra produce; y en condiciones vitales extremas: en el exilio, en la emigración, en la represión. Se trata de un momento histórico que resulta fundamental en las decisiones poéticas, discursivas, o estilísticas; en la mirada y el pensamiento que la humanidad proyecta sobre sí misma.
Arte en una tierra baldía, 1939—1959 propone tres espacios contiguos:
Verdor en nuestra tierra árida
Para el primer franquismo, (1939-1959), el arte y la cultura eran una importante herramienta de propaganda. En los años cuarenta, la cultura falangista y el nacionalcatolicismo propusieron el olvido de las experiencias vanguardistas anteriores y un retorno a formas académicas vinculadas más a la formación del «espíritu nacional» que a la libre expresión individual. Sin embargo, a pesar de la censura y la aspiración a un control absoluto de la producción cultural, no dejó de haber artistas que aisladamente o en grupo intentaron mantener o reinventar aquel espíritu innovador.
La década de los cincuenta supondrá la progresiva tolerancia del estado con formas y prácticas artísticas más experimentales. La abstracción saldrá triunfante de un intenso debate, en el ámbito artístico, sobre su sentido y sus posibilidades. Paradójicamente, el arte sacro se constituiría en una de las puertas de apertura hacia formas más contemporáneas. El arte de vanguardia, en paralelo a la intensificación de las relaciones diplomáticas con EE. UU. en el contexto de la Guerra fría, comenzó a usarse —igual que allí se hizo— para promocionar una imagen de apertura y libertad.
Destierros
El triunfo del nazismo en Alemania produjo una grave suspensión de las libertades, la persecución de todas la formas culturales y artísticas que no fueran afines al Tercer Reich, y el exilio forzado de numerosos creadores e intelectuales. En 1939 las tropas alemanas invaden Polonia, en 1941 Alemania ya había ocupado la práctica totalidad de Europa. A medida que avanzaba la ocupación nazi, multitud de artistas iniciaran una larga huida. En España la derrota republicana supuso el éxodo masivo de grandes personalidades del arte y la cultura. Igual que en los años veinte y treinta el arte de vanguardia se había nutrido de la emigración española a París, ahora esta emigración forzada, vivida entre la nostalgia, la esperanza y la adaptación, enriquecerá los numerosos territorios de acogida. Así, el exilio español en México o el europeo en EE. UU. serán fundamentales para la renovación artística.
Como quien espera el alba
Tras la II Guerra Mundial se establece un nuevo orden geopolítico, Europa ya no es el centro económico ni cultural. A un lado y otro del Atlántico, la experiencia de la guerra y la sensación del fracaso de unas tradiciones culturales que se mostraron impotentes para detener la barbarie —o que incluso la acompañaron— produce la necesidad de una profunda renovación tanto de las fuentes, como de los medios, de los materiales y de las prácticas artísticas. Se impone la sensación de que había que recomenzar, que lo anterior encarnaba un fracaso. Se recurre entonces a lo espontáneo o a lo irracional, a la exploración de límites de la razón o del conocimiento, a lo puramente visual frente a lo narrativo, a la libertad individual, a la subjetividad, a la huella, la herida o la fractura sobre el lienzo o la materia. Se trata de un esfuerzo por desaprender y empezar de nuevo. El arte, cada vez más, se piensa a sí mismo. El arte convierte al arte en su propio tema.