En esta ocasión os quiero hablar de un escritor desconocido para el gran público pero no para los que apreciamos la buena literatura, aunque Saljo Bellver protestaría y me diría que lo que él hace no es literatura.
No es el primer libro de relatos que publica, le anteceden El cielo de los tomates y Relatos Americanos, finalista del Premio Setenil. También tiene publicada una novela Machuca escribe un cuento. Toda su obra se caracteriza por ser coherente y muy personal sin duda por las influencias recibidas en su juventud, cuando vivía en Tánger, su lugar de nacimiento, que se convirtió en la ciudad de la llamada Generación Beat, por los que por sus calles pasearon escritores como Jack Kerouac o Williams Burroughs, entro otros muchos y fueron sus primeras lecturas. Esas lecturas conformarían su imaginario narrativo, que se puede observar en el citado Relatos Americanos.
El que ahora publica y da título al presente artículo mezcla relatos con el citado imaginario con otros que exploran distintos caminos. Tras haberlo leído puedo decir que me ha gustado mucho por su prosa directa, sin florituras, de frases cortas, que dota a sus relatos de un ritmo que te hace seguir leyendo. Otra cosa a destacar es el poso que te dejan estos relatos, siguen en tu mente, animando al lector a seguir pensando en lo que dicen e incluso en lo que subyace bajo las palabras. Son dieciocho relatos, divididos en tres partes, de distinta extensión pero que poseen una unidad innegable, porque todos ellos se centran en la soledad que se produce en una sociedad tan individualista como la que nos ha tocado vivir. No son relatos complacientes, algunos llegan a ser duros y es por eso que nos afectan íntimamente, e insisto, nos hacen pensar.
Después de su lectura, le pregunto al autor en qué se inspira para escribir y me contesta lo siguiente: “Verás, para mí escribir relatos o cuentos es una diversión principalmente. No tengo más aspiración que salir de mi mundo habitual y entrar en el de la fantasía, o mejor dicho, de la imaginación. Imagino las historias en cualquier circunstancia: mientras hago deporte o paseo o me ducho o cocino… Eso es lo que más me gusta de escribir, imaginar. Escribir en sí no es más que plasmar por escrito lo que he imaginado y es la parte que menos me gusta del proceso creativo. No le tengo ninguna afición a la prosa, a la forma. No la domino, ni la dominaré. Puedo, eso sí, trabajar mejor el fondo de las historias y ahí la imaginación es clave”. ¿En qué me inspiro? En cualquier escena con la que tropiece en la calle o en un reto, por ejemplo: «escribe una historia sobre un tipo que se tatúa la cara de una mujer desconocida en un brazo». Para mí todo relato o cuento es un laberinto. Sé por dónde voy a entrar, pero no por dónde voy a salir. Tengo que descubrir la salida usando la imaginación. A veces no la encuentro y me quedo atrapado en el laberinto eternamente. A veces encuentro dos o más salidas, pero ahondando en la cuestión me doy cuenta que solo una salida es la buena, las otras son falsas. En fin, como te digo, escribir para mí es como un juego de rol en el que participo yo solo”.
Y tras sus palabras os recomiendo la lectura de este libro de relatos que no os va a dejar indiferentes y os invito en nombre de su autor a asistir a las presentaciones que tendrán lugar en Alicante, no en vano en su lugar de residencia, y otros lugares que se indicarán próximamente, siendo la primera el próximo 6 de marzo en San Vicente, en Libros 28.
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