El Museo de Arte Contemporáneo de Alicante, que celebra en 2021 su décimo aniversario, inaugura la exposición de Juana Francés “Atravesar la materia de improviso”. Esta muestra supone una vista atrás, ya que cuando el museo abrió sus puertas lo hizo dedicando una planta completa a la Colección Juana Francés, legada por la artista a esta institución tras su fallecimiento. Por ello, ahora, diez años después, se presenta un total de 34 piezas de Juana correspondientes a las etapas informalista y surrealista: Las tierras y las cajas, que abarcan un periodo desde 1957 hasta 1979. La presentación de esta muestra de Juana Francés en el día 8 de marzo es un acto de reivindicación del arte hecho por mujeres, que tradicionalmente ha sido invisibilizado en las colecciones de los museos.

El concejal de Cultura, Antonio Manresa y la edil de Igualdad, María Conejero, han acudido al museo a visitar la exposición junto a la conservadora, Rosa Castells. Manresa se ha mostrado “muy contento de que los alicantinos, gracias a esta excelente exposición, puedan volver a disfrutar en el MACA de una importante selección de la obra de Juana Francés, una artista fundamental en el arte del siglo XX, en numerosas ocasiones poco reconocida».  

Por su parte la conservadora del MACA, Rosa Castells, ha señalado que “es necesario reivindicar el trabajo artístico de Juana Francés, una de las artistas esenciales de mitad del siglo XX, volver a mirarla, tal y como hicieron sus contemporáneos. Juana no es una artista a la que rescatar porque nadie la hubiera valorado en su tiempo”.

Todo lo contrario. Juana Francés fue protagonista junto a otros artistas de la renovación de la plástica contemporánea española que tuvo lugar a finales de los años 50, y que pasa por la creación del grupo El Paso, en el que Juana fue la única integrante femenina. Junto a esa generación y gracias a la extraordinaria calidad de sus trabajos, acabó obteniendo el merecido reconocimiento a nivel nacional e internacional.

Participó en diferentes ediciones de la Bienal de Venecia (1954, 1960 y 1964), en la muestra del Solomon Guggenheim de Nueva York, titulada «Before Picasso; After Miró» de 1960 y la «Modern Spanish Painting» de 1962 en la Tate Gallery de Londres. En el lenguaje de la Modernidad, Juana Francés siempre estuvo atenta a las nuevas corrientes artísticas que se estaban desarrollando fuera de nuestro país, contribuyendo de forma esencial a la modernización de esa España atrasada. Con el tiempo, la historia del arte la ha ido olvidando, silenciándola injustamente. Solo hay que volver a mirar sus obras con esa presencia tan inefable, tan contundente, aunque haya pasado ya más de medio siglo desde su realización; y por supuesto, seguir investigándola.”

La artista

Juana Francés de la Campa (Alicante, 1924 – Madrid, 1990) es una de las artistas más contundentes del panorama español de la segunda mitad del siglo XX. Había muy pocas mujeres en primera línea de vanguardia, pero ella siempre estuvo allí, con personalidad propia, atenta a las preocupaciones plásticas de una generación de artistas que revolucionaron el arte, impulsados por una situación política, social y cultural coercitiva.

La pintura de Juana desprende un rumor insistente: un profundo desasosiego, una angustia que aflora en todas sus obras. Ya sea por el tema, por la composición, por el gesto, por la materia o por el color, la pintura de Juana Francés está envuelta en una atmósfera irrespirable. Son obras duras, complejas, comprometidas y asfixiantes… pero de una gran calidad pictórica, que destacaron entonces en las más importantes bienales y exposiciones internacionales del arte español contemporáneo. Juana contaba con el reconocimiento nacional e internacional. La historia del arte la ha olvidado después. Y es necesario recuperarla.

Juana Francés realizó en 1990, un acto de generosidad con la ciudad de Alicante. Tras su muerte, donó su colección a los museos de cuatro ciudades españolas: Zaragoza, Madrid, Valencia y Alicante. Gracias a este gesto, hoy el Legado Juana Francés están en los fondos del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante, para disfrute de todos los ciudadanos.

Me interesa la materia como medio, 1956-1963

A mediados de los años 50, Juana Francés se aventura en una de sus etapas más fructíferas: el informalismo matérico. Esta etapa se basa en una investigación pictórica que le llevó a formar parte (siendo la única mujer), del grupo El Paso, un colectivo de gran importancia en el panorama artístico español de mediados del siglo XX. A esta época pertenecen una serie espléndida de obras arriesgadas donde los grises, sienas y tostados, los colores de la tierra, y el negro o el blanco, regado o goteado, conviven con la materia trabajada con una manifiesta violencia gestual, creando composiciones dinámicas, abiertas y expandidas. Al principio son arenas y tierras de distintos grosores para poco después, incorporar materiales de desecho y fragmentos de la naturaleza: objetos encontrados, trozos de ladrillo, cerámica, vidrios, etc. configurando unos collages naturalistas cercanos a los planteamientos dadaístas o al arte povera.

¿Somos ya robots o empieza la función? 1963-1979

En las últimas pinturas informalistas se adivinan ya unas formas humanoides que pronto se convertirán en rostros monstruosos, configurados por una masa pictórica en la que se van incorporando fragmentos de objetos: anteojos, esferas de reloj, piezas de radio, tuercas, enchufes, bujías, cables, etc. a modo de ensamblajes tecnológicos. También destacan las cabezas alojadas en cajas como si fueran ventanas, en edificios y escenarios urbanos, que aprisionan a unos seres con patas o ruedas. Estos seres son los rotópedos, protagonistas absolutos de unas obras que crecen en tridimensionalidad para expresar la incomunicación de la contemporaneidad y del progreso técnico.

Los irónicos títulos de estas obras evocan la soledad del ser humano arrollado por las mismas fuerzas que él mismo ha creado. Esta etapa es para Juana un periodo de madurez artística donde subyace la crítica a una sociedad que todo lo numera y archiva, donde la persona, cosificada, experimenta una profunda soledad en el inmenso griterío del mundo en que vivimos.