La alta costura de primavera es más minimalista que nunca. El protagonismo de los cortes depurados y la contundencia de los colores lisos se alejan de la exuberancia original para aproximarse a una elegancia de romanticismo contenido.

Schiaparelli presenta una colección de surrealismo fácil de llevar. Las chaquetas esculturales y los pantalones de corte recto y amplio configuran una silueta esbelta y sofisticada en azul marino o marrón. Los vestidos de discretos tirantes finos de color negro lejos de caer en el aburrimiento adquieren fuerza en la pasarela con toques de vanguardia en joyas, pedrería, broches y botones que se contraponen a los vestidos llenos de colorido con volantes, mangas y faldas de proporciones exageradas.

Dior nos transporta a una Hélade de comodidad, optimismo y elegancia.. Las faldas cortas en oro viejo y tonos bronce con detalles llenos de feminidad como cinturones de cuerda y sandalias de tiras son el predominio en una colección extraordinaria. La gama cromática pasa del rojo, fucsia o lima a la sofisticación clásica de los vestidos largos en tonos pálidos, blanco y nude llenos de vaporosidad. Los drapeados cubriendo estratégicamente escotes, cinturas y tirantes aluden a la alegoría platónica de la belleza combinada con la fuerza intelectual. La armonía estética es cuidada en cada detalle con zapatos planos, transparencias, capas y chaquetas cruzadas.

Los jardines, las flores y los colores vibrantes son la fuente de inspiración por antonomasia para la primavera. Tanto Chanel como Givenchy reinterpretan la profusión del florecer incontrolable y construyen un jardín donde cada flor ocupa un espacio concreto, proporcionado y simétrico. Para Chanel el jardín de la abadía de Aubazine donde transcurrió la infancia de Gabrielle es el punto de partida de una colección austera con el clásico binomio y el estampado de tweed. Los vestidos largos y cortos están rematados con discretas solapas y toques camiseros. Los de negro riguroso son adornados con tul y puntilla y los abrigos blancos con cuello chimenea. Las sobrefaldas de encaje y la superposición de transparencias se combinan en blanco y negro o con estampados sutiles de flores. En Givenchy la delicadeza romántica de las cartas de amor de Virginia Woolf y Vita Sackville-West se ven reflejadas en el predominio de trajes de blanco imponente y los cortes imperio que aluden a una evidente inspiración nupcial. La suntuosidad de los volúmenes es tratada con gran acierto en forma de volantes en las faldas, sobres los hombros o en los sombreros. La elegancia de los adornos con plumas y bordados brillantes, la propuesta de colorido en negro, azul o violeta y el trabajo magistral del volumen creando siluetas de flores andantes son el deleite de esencia sublime de que la verdadera belleza reside en lo que no se ve.

Lo más destacado ha sido la retirada de Jean Paul Gaultier de la alta costura tras 50 años en el mundo de la moda. Como si de una retrospectiva se tratase, incluyó en más de 250 modelos el ideario que lo convirtió en l’enfant terrible. Desde el surrealismo de prendas imposibles a la mítica corsetería y la lencería que no se esconde; París como fuente inagotable de inspiración, el estilo marinero con el inconfundible estampado de rayas azules, los trajes masculinos deconstruidos, o la estética militar y la multiculturalidad. Un desfile en el que estuvieron presentes modelos femeninos y masculinos, de diversas edades, tallas, color de piel y tipos de belleza, además de sus amigas y musas Rossy de Palma, Dita Von Teese, Coco Rocha, Erin O’Connor o Faridah Khelfa. En definitiva, el modo ideal de poner broche de oro a una carrera basada en romper esquemas a base de sensualidad, extravagancia y empoderamiento de la diversidad.