En la edición del VIII Certamen Amalio Gran han participado 124 poemas. Como está siendo habitual en el Certamen siguen participando poetas de Europa y Latinoamérica lo que mantiene su carácter internacional. Este año, el Certamen tenía como lema “coincidimos aquí”.
En esta ocasión la autora de Villena Pepa Navarro, dejó su habitual tono de relatos y novela y decidió participar con un par de originales en el certamen poético y fue una de las finalistas de este con el poema EL FARO que le acompaña una ilustración de Esther Albert de los Santos.
Es un poema con distintas estancias, la de la evocación o imaginación de un momento no vivido pero quizá sí sentido. La de la tristeza en la que todo desaparece o se envuelve para no verlo. Pero, acaba con un verso emocionante: “Quizá entonces, coincidiremos aquí” como el lema del certamen.
Pepa Navarro es una escritora que conocí hace más de veinte años y ya empezaba a esbozar algo de literatura en sus tiempos desocupados, pocos años después todo empezó a crecer y fue un descubrimiento interesante que no sospeché.
Pepa Navarro escribe normalmente cuando se siente en un estado óptimo y hace justo lo contrario cuando no escribe. Tiene dos versiones de si misma: escribe cuando se siente en un buen momento y su estado de ánimo es bueno. Cuando se siente más introvertida, menos comunicativa, entonces es cuando se refugia en la lectura. Es una escritora poco organizada, a rachas, escribiendo hasta dos o tres relatos a la vez y hay temporadas que puede pasar muchos meses sin escribir ni una frase. “Cuando escribo soy muy maniática y perfeccionista, cambiar y modificar, aunque sean cosas muy pequeñas. No dejo el texto tranquilo hasta que no lo he mareado mil veces”, dice la autora.
EL FARO
Muchas veces me imagino viviendo en un faro. Un faro en una isla del fin del mundo,
o a la vuelta de la esquina.
Qué más da.
Es redondo, estrecho y alto, tocando sin rasgarlo el cielo con su bella cúpula de cristal.
En él, cocino para un regimiento de famélicos comensales: nuestros hijos, que vuelven de la escuela
llenando con sus voces la cocina, y soltando por cualquier lado sus mochilas y cuadernos.
Y yo siempre,
removiendo el puchero sin prisa,
canturreando la misma canción que suena en la radio y cuyo título… no consigo recordar.
No importa, lo que importa es cantar.
¡Ay, el horno! ¡Que se me quema el asado!
Y al ir a rescatarlo, justo al borde del desastre, me quemo las manos.
Pero vienes al instante, con tu maletín de auxilio y me vendas los dedos con delicadeza, después de ponerme un ungüento milagroso con tus propias manos de mago.
Después me dices:
Descansa que ya sigo yo.
Tumbada en el sofá leo un libro, sin centrarme en la historia, resistiendo el picazón árido de la quemadura y sonriendo, porque pese a mi torpeza, me quieres igual.
Pero de pronto, no te oigo en la cocina, ni huelo ya el asado,
ni apareces cargado de vasos, platos y cubiertos a preparar la mesa. Tampoco oigo a los niños metidos en su cuarto,
pelearse por esto o por aquello,
ni siquiera anticipo la llegada del barco de mediodía,
el que descarga los pasajeros que vienen a la isla de excursión. Me pregunto dónde estáis todos,
me esfuerzo por recordar y cuando al fin lo consigo, reniego de mi buena memoria.
No hay excursionistas con sombrillas, no hay niños porque nunca han existido y tampoco estás tú.
Te marchaste, hace ya tanto tiempo, que lo único que dejaste atrás fueron tus vendas que ya no sirven para nada
y la mercromina que manchó el sofá.
¿Por qué no me regalaste, al menos, un libro con instrucciones para continuar?
Por eso me imagino viviendo en este faro redondo, estrecho y alto,
para que cuando anochezca al fin,
yo pueda encender la luz que guíe a los marineros perdidos hacia mí. Quizá tú seas uno de ellos.
Quizá entonces, coincidiremos aquí.
Pseudónimo: POESÍALOVER
Comentarios