Su nombre significa en lengua mapuzungun “piedra transparente”. El poeta mapuche Elicura  Chihiauilaf hace honor a esa metáfora misteriosa en su lengua aborigen. Su rostro es pétreo, hierático, pero su manera de expresarse y su pensamiento, expresado en ensayos como Recado confidencial a los chilenos (1999) y su poesía traducida a varias lenguas, es claro y contundente. Residente forzado en España debido a que lo sorprendió la pandemia y el confinamiento en Asturias, viene de recibir en estos días el máximo galardón literario de su país, el Premio Nacional de Literatura, que viene a agregarse a varios otros recibidos en su ya dilatada y brillante trayectoria literaria. No obstante, en los comentarios de lectores de periódicos chilenos, asoma el tufo del racismo y del fascismo de los nostálgicos de la dictadura que insinúan que es un premio político a un ilustre desconocido de las letras nacionales e internacionales. Nada más incierto, ya que Elicura Chihuailaf , a sus 68 años, lleva más de cuarenta desde sus inicios en las letras, con decenas de poemarios publicados y otros tantos premios literarios, además de traducciones y colaboraciones con grupos musicales que se han inspirado en su poesía.

La infamia de esas aseveraciones contrarias a su figura provienen de sectores que reaccionan frente a la comunidad mapuche, enfrentada desde el siglo XIX al estado chileno, cómplice del despojo y la usurpación del territorio nativo situado mayoritariamente en la extensión más fértil del país, en el Sur de Chile. Allí se vive, particularmente en el último tiempo tras el fin de la dictadura, un conflicto larvado con estallidos de violencia esporádicos pero que han motivado que organismos internacionales defensores de los derechos humanos acusen a los sucesivos gobiernos posteriores de aplicar “leyes antiterroristas” con graves violaciones  en las personas de dirigentes mapuches y comuneros, que es como se llama a los agricultores indígenas que viven en las llamadas reducciones donde se les ha arrinconado con la anuencia del estado que intenta complacer la voracidad de multinacionales y compañías que construyen presas inundando sus antiguas propiedades. La tierra de los mapuche (“gente de la tierra”) esquilmados desde la conquista española, les fue arrebatada luego a partir de 1800 por sus herederos, los latifundistas criollos tanto de Chile como de Argentina.

Chihuailaf ha reivindicado  través de sus apariciones públicas y su obra el diálogo, o “conversación”, como suele decir, entre su pueblo y el chileno. Este propósito se hace manifiesto en forma de libro en “Recado confidencial a los chilenos”, un opúsculo bilingüe en español y mapuzungun donde el poeta expone no solo sus quejas por el maltrato de la Historia a su raza sino toda una concepción o imagen del mundo en el que aparecen conceptos como la biodiversidad y la economía sostenible,  implícitos en una cultura caricaturizada y estigmatizada por los que han propagado que los “araucanos” ( gentilicio apócrifo inventado por los conquistadores españoles y reafirmado por el poema La Araucana del poeta hispano Alonso de Ercilla, que viajó con ellos en el S. XV) eran una raza “belicosa” y atrasada.

La poesía de Chihuailaf no guarda relación alguna con la tradición literaria nacional, hay que decirlo. No es, como se suele decir de un Zurita, un discípulo de Neruda o del antipoeta Parra, para mencionar solo un par de los referentes más citados en ella. Su verbo es puro numen y “oralitura” aborigen sin que eso signifique que sea primitivo. Por el contrario, sus versos suenan a cantos ceremoniales o a filosofía de culturas milenarias y sus imágenes conectan al lector de inmediato con una visión mística o panteísta del mundo. Un mundo que en su cultura contiene otros, como una muñeca rusa y que gobierna el Azul, un concepto que va más allá del simple color sino que simboliza la Vida o algo parecido al Tao de los orientales.

Azul, dice el poeta “era la casa en que nací”. Allí se inició en la poesía contemplando el brillo del fuego, en los ojos y en las manos de los suyos, que trabajaron con infinita paciencia y sufriendo el desprecio de los “huincas” (blancos).

Elicura hace un repaso de su época y rememora a otros poetas, como Neruda, por ejemplo, que dijo:”Los mapuche están mal, huelen mal. Huelen a raza vencida y los usurpadores están ansiosos de olvidar, de olvidarse”.

Pero no existe el olvido, no en Chile. El premio otorgado por un jurado en el que hay una escritora mapuche lo confirma. También que la justicia chilena está procesando a los policías asesinos del joven mapuche Camilo Catrillanca. La lucha continúa entre los hualles (roble del bosque nativo de Neuquén) y la Cordillera de los Andes.