Un día fui estrella
y ahora soy aire.
Como tú, como todo cuanto vive en este mundo.
Soy aire, evanescente y mudable,
transparente y leve.
Brisa y vendaval,
nube y arco iris.
Aire, solo aire, todo aire.
Nunca fui tierra ni polvo al que hay que volver.
No.
Porque siempre, siempre he sido aire.
Tan relativo como el tiempo,
tan mudable como sus instantes,
tan leve como la memoria,
tan inseguro como los sentidos,
tan maravilloso como toda la vida que nace del aire y vuelve al aire.
Es el milagro del ser vivo y consciente, que somos tú y yo.
¿Sabes?
Las hojas verdes hacen del aire la urdimbre de su materia orgánica
y nos devuelven el oxígeno para que respiremos.
Y ese es el portento del que piensa y siente sin dejar de ser aire.
Lo sé.
Sé que fui astro y soy viento,
que he sido hoja tierna, flor colorida, mariposa bella, diligente hormiga,
quizá serpiente, gacela, lobo, ser humano; muchas veces.
Y volveré a ser cambiante y multiforme, eternamente distinto:
Como una flor, un pez, un insecto, una alimaña, un filósofo de nuevo…
Porque soy la vida.
Y soy aire, brisa, huracán, nube y arco iris.
Y un día,
que adivino tras un remoto horizonte,
regresaré a las estrellas.
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