Chile, país telúrico y de contrastes, produce en abundancia vino, minerales, poetas y gurús. Claudio Naranjo Cohen es tal vez uno de los más singulares de estos últimos, de proyección internacional como Alejandro Jodorowski y Humberto Maturana. Los tres destacaron en su búsqueda de la verdad por diferentes caminos, unos a partir de la ciencia como Naranjo y Maturana, que fue autor de importantes descubrimientos en su investigación de la “biología del conocer” y Jodorowski del arte escénico, la cinematografía, el esoterismo y la creación de un método de sanación que él denominó “psicomagia”.
Naranjo, a quien el mismo Jodorowski recuerda como “un joven pianista sin padre”, iba para intérprete y compositor, Nacido en el seno de una familia burguesa de Valparaíso, en 1932, se vio impulsado a estudiar medicina por imposición familiar pero también por su infatigable curiosidad que le llevaba siendo un niño a realizar imprudentes experimentos de laboratorio, y ya adolescente, a lecturas precoces de científicos y filósofos. Pero no fue hasta su encuentro providencial con Tótila Albert, escultor y poeta de origen alemán, que Claudio Naranjo se inició en los caminos de la sabiduría milenaria y en los mitos que más tarde lo llevarían a convertirse en psiquiatra vanguardista y gurú destacado de la New Age.
En los prodigiosos años que vieron el surgimiento de aquél movimiento revolucionario mundial la Meca del hipismo y de los gurús de la psicodelia (Timothy Leary, el poeta Allen Ginsberg, Allan Watts) estaba en California y hacia allá dirigió sus pasos el Dr. Naranjo. Sus idas y venidas entre Estados Unidos y Chile como becario en importantes universidades le permitieron entrar en estrecho contacto con las tribus de la nueva cultura y con los maestros que lideraban el movimiento anti establishment. Estos nuevos psiquiatras de Harvard o Berkeley usaban drogas para explorar nuevos estados de conciencia y Naranjo ya conocía la experiencia con ellas de primera mano, a través de sus incursiones en las selvas tropicales de América Latina, donde había robado el secreto de la droga alucinógena conocida como yagé a los chamanes aborígenes, no con baratijas como hacían los misioneros religiosos sino con golosinas untadas con gotas de ácido lisérgico, proporcionadas por los laboratorios Sandoz y que ofrecía a modo de intercambio.
La larga vida del doctor Naranjo Cohen no puede ni siquiera contenerse en las 800 páginas de su autobiografía Ascenso y descenso de la montaña sagrada, publicada en 2019 y editada en España por Vergara. De esos 86 años, que acabaron ese mismo año a causa de una extraña enfermedad, al menos medio siglo los dedicó a producir una ingente obra que abarca la psiquiatría interpersonal, las terapias gestálticas (fue el mayor continuador de su fundador, Fritz Perls) y el conocimiento humanístico desarrollado a través de métodos espirituales y terapéuticos futo de profundos estudios e investigaciones sobre el Eneagrama (sistema de clasificación de la personalidad) y las religiones y filosofías orientales, como el sufismo y el budismo zen. Incluyendo su importante influencia de la Cábala, que le venía de la tradición hebrea de su madre, Julia Cohen Gallerstein, que tenía inquietudes intelectuales y regentaba un salón literario y musical en su propia casa.
Para conocerle, conviene sentarse a escucharlo mientras habla con sus discípulos en los vídeos muy abundantes en la Red que recogen sus talleres (hay uno sobre la figura de Balzac , a quien relaciona con el Eneagrama en los personajes de La Comedia Humana) y charlas. Naranjo parece entonces justamente lo que deplora, es decir, una figura patriarcal. Sin embargo, sus facciones enmarcadas por una abundante melena canosa y una poblada barba de apóstol, transmiten una serenidad y una dulzura que contradicen lo rotundo de sus aseveraciones. Naranjo aprendió de su maestro Fritz Perls a no tener pelos en la lengua y a expresar su pensamiento sin ambages.
En su momento, cuando la situación política derivada de la dictadura militar en su país de origen le obligaba a tomar partido, Naranjo Cohen no lo hizo a favor de una resistencia popular armada contestando a un periodista chileno que el papel de Pinochet debía asemejarse al de Franco, dejando paso a una transición pacífica y despojada de espíritu de venganza. Él , que había coqueteado con el marxismo en su juventud, desertó de sus ideas políticas cuando vio que en los países comunistas se estrangulaba el pensamiento libre.
El credo libertario del gurú chileno, creador del SAT (organización fundada para el ejercicio de una psiquiatría humanista basada en el autoconocimiento transformador) se expresa en sus afirmaciones en el epílogo de sus Memorias, cuando dice que vivimos en “una dictadura económica” que perpetúa la desigualdad. Consecuentemente, se debe actuar para acabar con la tiranía patriarcal, que es el origen de todos los males que aquejan a la humanidad tales como el militarismo y una educación institucional obsoleta que “no educa”, una medicina que no cura y unos medios de comunicación que no dicen la verdad.
Capítulo aparte merecería hablar sobre sus geniales descubrimientos relacionados con esa clasificación de tipos humanos llamada Eneagrama. Descubrí , siendo adolescente, a Claudio Naranjo a través de la publicación en un medio chileno de varios reportajes sobre sus experiencias con las drogas chamánicas. Años más tarde, leyendo acerca del Eneagrama en un hostal del remoto islote canario La Graciosa, volví a saber de él. Al igual que Naranjo, a quien me une cierto vínculo por provenir del mismo sitio (Valparaíso) pertenezco al eneatipo 5, o sea a los “mezquinos, arrogantes e indiferentes”, según su propia clasificación en el libro que edita La Llave en 2021. Somos caracteres misántropos y solitarios, alérgicos a la gente y a la misma vida, algo que Naranjo padeció y superó mediante su entrega generosa a la humanidad.
La “montaña sagrada” de la que habla el título de sus memorias aparece también en una película de su amigo Jodorowski y simboliza el arduo camino ascendente a la sabiduría, que presupone igualmente el descenso a los avernos. Yo tuve la experiencia, ese verano, de escalar la montaña sagrada de Lanzarote, el escarpado Risco de Famara, que contempla al islote desde Lanzarote y que es lugar de extraños rituales suicidas.
Invito a los lectores a buscarse en los nueve espejos del Eneagrama, previo test. El doctor Naranjo trabajó toda su vida buscando la Verdad y encontró el único sendero hacia la sabiduría, el autoconocimiento. También el dolor, el sufrimiento, que a él le llegó a los 37 años con la trágica muerte de su único hijo, Matías, fallecido a los once años en Estados Unidos en un accidente de tráfico. Este suceso lo llevó a recluirse en el desierto de Chile, donde bajo la dirección del psicólogo y gurú boliviano Óscar Ichazo aprendió las técnicas de meditación que le llevarían a desarrollar su revolucionario sistema psicoterapéutico al lado de los más grandes entre los precursores de la Nueva Era inaugurada en los años 60 en el mundo. Un mundo que el gran gurú de Chile deseaba cambiar y que no consiguió hacer en vida. Sin embargo, tenía la esperanza de que sus esfuerzos contribuyeran finalmente a que la humanidad pudiera “sobrevivir a su noche oscura colectiva”.
Claudio Naranjo era más que un gurú o un médico frustrado por la impotencia de la ciencia ante el misterio de la vida, también un poeta como lo demuestran estos versos que escribió en un momento de crisis existencial:
Aquí estoy, seguiré diciendo
si una pisada me tritura.
Aquí estoy, dirá mi substancia
tragada por un pájaro
convertida en carne o sangre
en aleteo
o canto
Aquí estoy
Nada pretendo
Ni siquiera ser la parra en mí dormida
¡Hay tantas!
Todas iguales y distintas
Pongo mi voluntad con la del viento que me arrastra
con la circunstancia que la acoge.
Con la mano de Dios que me transforma
en lo que soy
y no conozco
Y ya no soy semilla, sino viento
circunstancia
mano de Dios
y lo que soy.
(En el Jardín, fragmento de este poema publicado en una revista de poesía de Berkeley).
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