“He levantado una choza de papeles / en medio del bosque. / Tiene todos los verbos que necesito / y el tiempo efímero. // Tú, castillo en el aire, / ondeas por encima / de mis hojas secas. / Desde el suelo añoro / tu consistencia aérea / sin saber cómo alcanzar / tu morada de nubes. // Llevo siempre conmigo / una cajita de cerillas / por si acaso”.

Paola Laskaris (Pavía, Italia; 1975) es Licenciada en Lenguas extranjeras por la Universidad de Pavía (1999) y Doctora en Iberística por la Universidad de Bolonia (2004). Desde 2006 es Ricercatore de Literatura española en la Facultad de Lenguas y literaturas extranjeras de la Universidad «Aldo Moro» de Bari, donde organiza el Encuentro Internacional de Primavera con la Poesía Española Contemporánea «Nací el 21 en primavera…»  [traducción de un verso del libro «Vuoto d’amore» de Alda Merini] ( http://naciel21enprimavera.blogspot.com). Es coordinadora, por la editorial Sentieri Meridiani de Foggia, de la colección de poesía española e hispanoamericana La rosa inalcanzable, en la cual edita la antología relativa al proyecto «Nací el 21 en primavera…» Voci dalla poesia spagola contemporanea (n° 3, 2009; n° 4, 2011). Ha traducido al italiano poemas de Raúl Díaz, José Manuel Lucía Megías, Carlos Marzal, José María Micó y Francisco Ruiz Noguera. Escribe poesía en español e italiano.

Sus cuatro poemarios en castellano son Ecdótica del amor(Sial, 2014), Periodo hipotético (Amargord, 2017), Horizonte inerte (El sastre de Apollinaire, 2019) y Pensar por imágenes (El sastre de Apollinaire, 2021). En todos ellos la acompaña la mano fuerte y luminosa de su hermana Caterina Zaira, autora de las ilustraciones.

A veces intentamos comprender aquellas cosas inentendibles, aquellos murmullos que vuelan por los espacios diáfanos de la mente de una artista, o nos conmueven con el color y la textura de una imagen repleta de misterio. Nuestra cabeza se llena de pájaros, de sorpresas y paisajes poliédricos que anuncian la confusión, la incertidumbre, todo lo que va más allá de los sentidos. Nos convertimos en “quijotes” para prender nuestro subconsciente y ordenarlo en un intento de crear escenarios a través del lenguaje. Locura y cordura se dan la mano, y abren paso a realidades cuánticas que casi se pueden tocar.

“Escribo para verte. / Elijo las palabras / y las disemino / con urgencia / en el papel en blanco. / Luego lo tiendo al sol / y me alejo / dejando que el aire / haga su labor. / Cuando vuelvo / está a 848 Km de distancia /-en tus manos- / y puedo ver al fin / en su lejana blancura / la sombra de tus dedos”.

Pensar por imágenes es un poemario que nos empuja a la reflexión, que marca las líneas de numerosos horizontes y rompe las fronteras entre el pensamiento y la vida. Entre versos, se acomodan los perfiles que no se pueden expresar con palabras, las ensoñaciones para las que se queda corto el vocabulario. Los símbolos dan fe de esas certezas que no se pueden expresar pero que se sienten al compás de la lectura. Y es, en este sentido, como la literatura transforma más allá de todo convencimiento.

“Dime algo. // ‘Pronto…’, / ‘en breve’, / no son palabras, / solo guadañas / que cosechan / sudor de nubes. // Odio / los verbos futuros / son demasiado largos / e imprudentes”.

La poesía se intuye como fuente, luz y castigo, como un camino que entrecruza realidad y ficción para dejar un rastro que seguimos sin poder evitarlo. De esta manera, la eternidad se dibuja en el papel. El mundo de las ideas, lleno de imágenes, bulle y es difícil de pronunciar. La poeta es una encantadora y desdibuja el tiempo, se convierte en traductora de colores, de claroscuros que conforman su propio centro. La filosofía acerca los vacíos pendientes y las preguntas son el epicentro de la escritura.

“En una caja negra / brillaba perfecto / en su falta de principio / y fin. / Corro de rayos de sol. / Círculo. / Un niño lo dibuja / en la arena de su sueño / y nadie se atreve / a borrarlo. // El tiempo / queda atrapado en él / rotundamente. / Rodea mi pulso / tu recuerdo fúlgido / y sutil”.

Los sentimientos permanecen en el intelecto y se transforman, toman vida en su interior. Los versos fluyen, sentimos su multiplicidad en una caída inapelable desde la que toman forma y muestran la belleza, el dolor, la nostalgia, el amor, el anhelo… Se escribe y surge el equilibrio, el vocablo justo, el poder del léxico en el infinito. Quedamos presos:

“Desconocido temblor. / Calambres inquietos. / Trenzas de cables eléctricos / en mis brazos. / Paralizada echo mi ancla / en tu piélago opaco. / Demasiado lejos / tu fondo, demasiado cerca / mi penitencia. // Desde tu orilla me sueltas / inclemente y obsoleto / tu diagnóstico. // La metamorfosis se cumple / patológica e implacable / otra vez: / el perro (efectivamente) / soy yo”.

Paola Laskaris nos traslada al silencio, a ese espacio en el que nada existe excepto el poema, la forma que ya no levita indeterminada, sino que coge tierra firme para ser compartida en la incertidumbre de un libro. Los recuerdos, las asociaciones, la aventura del intelecto quedan reforzados con los dibujos de su hermana, Caterina Zaira, y nos hacen viajar, pensar por imágenes; crear un universo colorista repleto de complejidades que, en cambio, se vislumbra con claridad. Leer este poemario me lleva a detenerme en los contornos de la mente, en sus enigmas, en el tránsito vital que avanza entre los símbolos, el subconsciente y todos aquellos lazos que hacen posible lo real. En palabras de la autora, “asombrada –como una mariposa azul en un pinar- sonrío ante tan dichosa ventura, porque todo ha merecido la pena”. Todo ha merecido la pena. Leamos.