«Donde habite Olvido, En los vastos jardines sin aurora, Donde yo solo sea Memoria de una piedra sepultada entre ortigas, Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios». Disculpadme, no he podido evitar la tentación de jugar con el nombre de esta estupenda poeta, robando el verso a Cernuda como él lo robó a su vez a Becquer.

La explicación es que, tras escuchar a Olvido García Valdés en Elche, a mí me gustaría vivir donde ella habita, o mejor dicho, en el espacio que ella describe en sus poemas. Porque su poesía es un estanque de aguas profundas, de pronto plácido, de pronto violento, tan lleno de vida como la propia vida.

Olvido García Valdés y Javier Cebrián en el Ciclo "La dignidad de la palabra". Fotos: Carmen Dueñas

Olvido García Valdés y Javier Cebrián en el Ciclo «La dignidad de la palabra». Fotos: Carmen Dueñas

La poeta asturiana, Premio Nacional de Poesía 2007 por el libro “Y todos estábamos vivos”, entró ayer en el Gran Teatro de Elche consciente de que su participación en el ciclo “La dignidad de la palabra” no atraería quizá tanto público como el más mediático Luis García Montero, así que hizo de su humilde condición de orfebre de la palabra su mejor cualidad para encandilar al público.

Mientras conversaba sobre su visión del arte con el mantenedor del acto, Javier Cebrián, y desgranaba un puñado de bellos poemas, García Valdés habló de la verdad necesaria de la palabra en el poema, de la creación poética como acto intransitivo, es decir, escrito para uno mismo y que, sin embargo, por eso es capaz de comunicar como ninguna otra cosa es capaz de conseguirlo.

Público del Ciclo "La dignidad de la palabra". Foto

Público del Ciclo «La dignidad de la palabra». Fotos: Carmen Dueñas

También habló de la muerte como punto final, algo que lejos de atemorizar, nos obliga a vivir la vida con mayor intensidad, tal vez extrayéndole su componente trágico, pues cuerpo y alma son la misma cosa. Y del amor como fruto de una vida plena, especialmente jugoso cuando nos conmueve en la madurez. Y de los poetas absolutos, como Rosalía de Castro o César Vallejo, que escriben para sí mismos y por eso, paradójicamente, nos llegan más certeramente que cualquiera otros.

Este corresponsal de Lo Blanc, conversó con Olvido, y esto fue lo que ella nos contó:

Pregunta: Si me permites, Olvido, me gustaría comenzar por el título del ciclo al que vienes a participar en Elche: La dignidad de la palabra. Tú eres una autora que cuida muchísimo la palabra, en tu poesía parece el resultado de una larga decantación, como si fueras desnudando un poema largo hasta dejarlo en los huesos. ¿Es así?

Respuesta: Me gusta mucho el nombre de la asociación que organiza junto a la Concejalía de Cultura este ciclo, «Frutos del Tiempo». Entiendo el título del ciclo, «La dignidad de la palabra», en relación con ese nombre, con su sentido: lo que se va formando y creciendo poco a poco –como una granada, un racimo de uvas, una naranja–, alimentado por una fuerza y una energía, una savia que no se ve, que no sabemos muy bien cómo actúa… Sí, la palabra toma la entidad que encontramos en algunos poemas, de una manera de mirar y de hablar que tiene que ver con el tiempo, con una apuesta que es una dedicación.

P: ¿Cuándo y cómo descubriste el peso de las palabras? ¿Piensas como Juan Ramón en la importancia de la palabra exacta?

R: En gran medida, las palabras son lo que somos, lo que tenemos. La lengua es el fluido en el que estamos inmersos, la que nos relaciona con los demás y con nosotros mismos. Si piensas en la incomodidad –casi estupor– que sentimos a diario ante la falsedad de las lenguas que nos rodean –las de la política, los medios, las redes sociales…–, hablar de otro modo, que nos hablen de otro modo parece una necesidad prioritaria. La precisión, los mecanismos de ajuste entre la palabra y algún eje existencial verdadero son rasgos de la poesía que puede interesarnos.

P: La literatura y la pintura han sido tus principales fuentes de inspiración. ¿Qué creadores han influido más en ti y han determinado tu manera de entender la vida y todo lo que la rodea?

R: No estoy segura de que hayan sido fuentes de inspiración; el arte –sobre todo la pintura, sí– ha sido fundamentalmente una compañía; Gorky, Malevich, Luis Fernández o los italianos del Quattrocento me acompañaron a temporadas casi más que la poesía (pienso, por ejemplo, en mi libro caza nocturna). En el arte aparecen, y se resuelven, determinados problemas estéticos, que a la poesía (porque trabaja con las palabras, y el sentido y la tradición literaria pesan mucho en ellas) le cuesta más ver claros.

P: ¿Has sido directora del Instituto Cervantes en Tolouse? ¿Es España realmente consciente del tesoro patrimonial que tiene en su maravillosa lengua?

R: Me gustaría pensar que sí. Toulouse, además, es una ciudad con una intensa memoria española –todavía muy presente– por los exiliados de la guerra civil. Por otra parte, el Instituto Cervantes atiende –o en esos años atendía– no solo a la difusión de la lengua y la cultura en castellano, sino también a las otras lenguas estatales. En ese sentido, es aun más cierto que tenemos una riqueza maravillosa, que otros países del entorno, como Francia, por ejemplo, no han sabido cuidar y preservar.

P: Hablabas en una entrevista de la importancia de pararse a escuchar, un hábito que parece cada vez más difícil de realizar en estos tiempos en que todo ha de ser inmediato. La poesía, como otras artes, exige reposo y reflexión, ¿tiene cabida en nuestro acelerado mundo actual?

R: Sí. Lo comentábamos al principio, precisamente por la aceleración y el vaciamiento que se ha producido en el habla y en la manera de comunicarnos, la poesía es fundamental. Yo eso lo veía en clase (he sido también profesora de Secundaria); los estudiantes, no muy receptivos en principio a la poesía, cuando entraban y conseguían escuchar, quedaban impresionados; como les habla un poema, no les habla nadie. Y en esa edad, tan inquieta, con tantos desajustes e inseguridades, leer un poema era un modo de establecer contacto con alguien que seguramente había tenido también sus preocupaciones o sus angustias.

P: Tu poesía tiene una importante sustancia filosófica, como herramienta de conocimiento, de uno mismo y del mundo. ¿Es ahí donde no tiene cabida la mentira, como has afirmado en algunas ocasiones? ¿Qué es la verdad en la poesía?

R: Mi interés por la filosofía tiene que ver con una búsqueda de raíz, de raíces. Mis estudios iniciales fueron de Filología Románica, y siempre tenía la sensación de que con la filología andábamos por las ramas, nos faltaba la raíz. Se trataba, dicho un poco ingenuamente, de aprender a pensar; Foucault o Hannah Arendt o Sartre o Wittgenstein sabían pensar, ¿cómo lo habían hecho?

Pero no, cuando hablo del poema como un lugar donde la lengua no miente, no me estoy refiriendo a una verdad filosófica (que no hay; y seguramente es una expresión vacía), ni tampoco a que el poeta no mienta (me interesa el poema, no el poeta o la poeta), sino a la lengua misma. Yo diría, muy resumidamente, que la lengua del poema no miente cuando es una lengua crítica y autocrítica, que busca esa precisión o ajuste de los que hablábamos, y que no se deja llevar por el impulso de lo que en la lengua es más fácil decir; por ejemplo, la lengua de los poemas de César Vallejo es una lengua que no miente. Un poema así, siempre hace crítica de la lengua y crítica de la vida al mismo tiempo.

P: La muerte es un tema muy presente en tu obra, que está muy impregnada de espiritualidad y ascetismo, ¿es una obsesión personal o también un caladero poético insondable?

R: Creo que la muerte no me obsesiona; disfruto mucho la vida, me gusta mucho. Pero es cierto que quizá la disfruto más por una conciencia muy aguda de la muerte. Esa conciencia, que es física y está en la manera en que miras las cosas, te hace distinguir lo que es importante y lo que no. Yo digo a veces que un poema es un lugar raro donde se guarda la vida; y es cierto, la vida merece más la pena si hacemos en ella una especie de trabajo sobre nosotros mismos; un trabajo de tomarnos en serio, de crecer espiritualmente. Los poemas son en cierto modo el resultado de ese trabajo, donde se deposita ese trabajo. El mundo, que es muy hermoso, lo que te ocurre, la luz, el campo, la pena, los sueños, la desdicha… forman parte de ese trabajo, de ese depósito de palabras y vida que teje el poema.

P: Otro de los temas que te preocupan es la identidad y la despersonalización. ¿Dónde estamos como sociedad y hacia dónde crees que nos dirigimos?

R: Sí, seguramente la despersonalización tiene que ver con ese trabajo al que me refería, que es de la vida y que pasa al poema. Cuando leemos poetas de verdad grandes –Emily Dickinson, Juan L. Ortiz…– tenemos la impresión de que se ha producido en ellos una especie de desprendimiento del yo. Esta sociedad de la que somos parte es todo lo contrario ¿no te parece? Los egos resultan cada vez más delirantes; cuando vas por la calle y ves a la gente haciéndose selfies sin parar para colgarlos no sé dónde y que les miren o por lo menos les vean, siempre pienso ¿pero qué les pasa en la cabeza? Probablemente las redes sociales han hecho crecer exponencialmente la soledad humana, no la comunicación como se suele decir; y es terrible.

P: ¿Cómo ves el panorama de la poesía española actual? ¿Hay peligro de superficialidad para conseguir ventas y Me gustas?

R: No sé. A mí me parece que se está escribiendo muy buena poesía; también por los jóvenes (poetas nacidos en los setenta, en los ochenta…); sin contar la extraordinaria producción de los países americanos de habla española. Y en cuanto a ese fenómeno de best-sellers poéticos, relativamente reciente, no me parece mal. Tienen otros lectores, un público juvenil; y seguramente el fenómeno tiene más que ver con los circuitos de los conciertos y la música, que con la poesía propiamente dicha. Por otra parte, quizá algunos de esos jóvenes lectores busquen más tarde otra cosa y se tropiecen con los libros de Julieta Valero o Mariano Peyrou.

P: Tras recoger tu poesía completa en el volumen “Esa polilla que delante de mí revolotea”, ¿tienes la sensación de haber cumplido con tu compromiso con la literatura? ¿Tendremos la suerte de que nos regales pronto con un nuevo poemario?

R: Yo misma no lo entiendo muy bien, pero es cierto que la publicación por Galaxia Gutenberg de ese volumen en 2008 vino acompañada de cierta sensación de calma; quizá porque mis libros, salvo Y todos estábamos vivos, más reciente, estaban agotados y al reunirlos quedaban de nuevo disponibles. Desde entonces solo he publicado Lo solo del animal en 2012. Ahora tengo muchos materiales, creo que podría ya ir pensando en una próxima publicación, pero cada vez voy más despacio, y creo que la publicación me interesa cada vez menos. Tampoco he publicado, por ejemplo, mis ensayos, y también hay mucho trabajo ahí. No sé, quizá es cosa de la edad… O de que lo que hago me parece que me interesa sobre todo a mí.

Pues eso, queridos lectores, Allá, allá lejos; Donde habite Olvido.